El 25 de Mayo: el héroe válido fue el colectivo
Una tendencia muy consolidada en nuestra historiografía tradicional es aquella que pone especial énfasis en la acción y el protagonismo del individuo en el acontecer histórico. Dicha tradición, muy probablemente, deviene de una ideología ahistórica y antropocéntrica -el liberalismo individualista-, doctrina que asigna una relevancia preponderante al sujeto por sobre el conjunto.A partir de allí, se construye un relato donde grandes hombres, "los próceres", perpetran magnas epopeyas, y los pueblos simplemente los acompañan en su derrotero.
Muchos de nosotros fuimos formados en esta tradición. Cuando nos esforzamos por rememorar lo aprendido en aquellos tiempos solemos recordar a esos "grandes hombres" por sobre los fenómenos sociales de los que ellos fueron emergentes y partícipes. Tal es el caso del 25 de mayo de 1810, donde las figuras de Cornelio Saavedra, Juan José Paso y Mariano Moreno aparecen como protagonistas casi excluyentes.
Más allá de esa tan afianzada y mítica "libertad constitutiva" que proviene de la cosmovisión contractualista liberal, y aún reconociendo la influencia que tal doctrina ha tenido sobre ciertos actores de Mayo, la historia se desarrolla, se manifiesta y se instituye a través una serie de procesos sociales coligados, y no como el producto de ciertas eventualidades motorizadas por sujetos específicos.
Don Arturo Jauretche en su tiempo, al analizar el relato histórico que se difundía a través de las instituciones escolares, denunciaba cierta deformación profesional de los historiadores quienes según él "...se han acostumbrado demasiado a prestar exclusiva atención a las manifestaciones brillantes ruidosas y efímeras de la actividad humana, a los grandes acontecimientos y a los grandes hombres en vez de presentar los grandes y lentos movimientos de las condiciones económicas y de las instituciones sociales que constituyen la parte verdaderamente interesante y permanente del desarrollo de la humanidad...". Por su parte Juan Bautista Alberdi, en sus escritos póstumos, había señalado esta parcialización sentenciando: "...en nombre de la libertad y con pretensiones de servirla, nuestros liberales Mitre, Sarmiento y compañía, han establecido un despotismo turco en la historia, en la política abstracta, en la leyenda, en la biografía de los argentinos. Sobre la Revolución de Mayo, sobre la guerra de la Independencia, sobre sus batallas, sobre sus guerras, ellos tienen un alcorán que es de ley aceptar, creer, profesar, so pena de excomunión por el crimen de barbarie y caudillaje...".
Como sostuve en reiteradas oportunidades, sobre los sucesos de Mayo de 1810 recayó y aún recae un relato parcial. Fue esencialmente gracias a los autores revisionistas y a sus legendarias obras que pudimos descubrir que un verdadero espíritu independentista latía en nuestra región en aquellos tiempos. Comprendimos así que para gauchos y orilleros, y también para los milicianos que hicieron posible la deposición del virrey, ese espíritu obró como impulso vital, y que el triunfo en las invasiones inglesas, había constituido un hito de autoafirmación y generado una conciencia emancipatoria.
Bien vale entonces repensar un poco nuestra historia, y poner de una vez por todas las cosas en su lugar, ya que en definitiva el sujeto de nuestro devenir es uno solo: el Pueblo.
*Ensayista y docente universitario
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