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ACTUALIDAD CULTURAL Y EDUCATIVA

El Eternauta y el relato de una épica nacional

La serie nos interpela acerca del país que heredamos, planteando las preguntas necesarias para encarar el futuro.

Finalmente se estrenó la adaptación de "El Eternauta", el clásico creado por Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López. La serie, distribuida por Netflix y protagonizada por el super argentino Ricardo Darín, fue dirigida por Bruno Stagnaro (Okupas, Pizza, Birra, Faso) y tuvo un debut destacado: no solo ingresó en el top mundial de la plataforma sino que también recibió numerosas menciones en redes sociales —incluida la del japonés Hideo Kojima, creador de Metal Gear Solid. Durante varios días, la red social antes conocida como Twitter se llenó de memes, comentarios y declaraciones al respecto.

Según contó el propio Darín, la propuesta de llevar "El Eternauta" al cine le llegó por primera vez hace ya diez años, y desde el principio supo que iba a ser un desafío en todo sentido. La adaptación no solo implicaba una transición compleja, de la historieta al live-action, sino que además carga con el peso de ser un clásico nacional, parte de la educación sentimental de varias generaciones. Cada espectador, inevitablemente, buscará errores o diferencias con respecto a la obra original, o incluso con su propio recuerdo. Refutar al director —al que se le encomendó la tarea de intervenir una obra querida— era una tentación previsible con la que se iba a tener que lidiar. Y a eso se suma, ni más ni menos, el paso del tiempo: más de 68 años desde su publicación.

“Me parece ser otro, que todo esto lo está viendo otro, no yo”

Juan Salvo, p.12

"El Eternauta" se publicó originalmente en tandas de viñetas entre 1957 y 1959, en el suplemento semanal Hora Cero. La historia, tal como la concibió Oesterheld, es irregular e incluso inconclusa: su segunda parte, escrita en 1976 desde la clandestinidad, tiene un tono mucho más sombrío, y la tercera —publicada en 1983— fue publicada ya cuando Oesterheld se encontraba desaparecido por la dictadura militar. Esta última fue escrita por Alberto Ongaro y dibujada por Oswal y Mario Morhain, a partir de algunos diseños de Solano López.

La relación entre texto e imagen en la historieta es compleja. A diferencia del cine, la historieta no cuenta con herramientas como la música, el sonido ambiente o la luz. En la obra de Stagnaro, el texto dialoga con el sonido de una forma sutil: sugiere, acompaña y acentúa momentos sin caer en los golpes de efecto tan propios de las series ensambladas en Estados Unidos. En producciones como Los Simuladores, lo criollo aparece filtrado con humor, ironía y picardía. Allí, el bajo presupuesto no es una desventaja: es parte de la historia, un obstáculo que potencia el ingenio de los personajes. En la adaptación de Stagnaro, las marcas de lo rioplatense son otras y no se escatima en gastos.

Es cierto que, si hubiese optado por recursos argentos más explícitos, quizás habría ganado más aplausos de la tribuna local. Pero no hay que olvidar que "El Eternauta" es, ante todo, una obra dramática. Es el relato de una épica nacional, y el mayor desafío del director fue construir una Buenos Aires postapocalíptica que pudiera verse y entenderse desde cualquier lugar del mundo.

En esta adaptación, la argentinidad no está solo en el lenguaje ni en un soundtrack compuesto íntegramente por música nacional. También aparece en la amistad, en las estampitas de la Virgen, de San Jorge y del Gauchito Gil, en los paisajes urbanos devastados, y especialmente en los flashbacks que conectan a Salvo con las Islas Malvinas.

Reinventar a "El Eternauta" como un veterano de la Guerra de Malvinas me parece uno de los grandes aciertos de Stagnaro. Por un lado, lo vuelve un personaje contemporáneo, cercano. Por otro, lo convierte en protagonista de una gesta real de nuestra historia reciente. Y además, redimensiona el mapa: extiende la amenaza más allá de la General Paz invadida por los gurbos. Desde el Atlántico Sur, las islas —todavía usurpadas— volvieron.

“¿Por qué esperarlo todo de afuera? ¿Acaso no podemos socorrernos a nosotros mismos?”

Favalli, p.28

Como ya hemos dicho, reinterpretar un clásico siempre es arriesgado, no es una historia original sino una visión que tiene que venir a complementar y expandir un universo que, de por sí, es nostálgico consigo mismo ¿Por qué Stagnaro decidió que ocurriese en el presente? ¿Qué consecuencias arrastra esta decisión? Y es que, más allá de la transformación visual o narrativa, el cambio de coordenada temporal no es solo una decisión de forma, sino de fondo. La Argentina contemporánea no es la misma que la de los 50’s, y la historia que se nos presenta no solo refleja esa diferencia, sino que también la cuestiona.

Adaptar "El Eternauta" a la actualidad no es simplemente actualizar los efectos visuales o los diálogos, sino replantear una historia desde un país que, en 68 años, ha pasado por transformaciones sociales, políticas y culturales profundas. El director no solo se enfrentó al desafío de modernizar la historia, sino de hacerla hablar del presente, del país que somos ahora, a partir de lo que fuimos entonces.

Lo primero que salta a la vista es el cambio de nombre de la hija de Juan Salvo, de Martita a Clara. Es un ajuste entendible, ya que, al menos, yo no conozco a ninguna Marta menor de 50 años, y de no haberlo hecho el relato podría haberse visto afectado en cuanto a su verosimilitud, generando un chiste innecesario. Pero lo que no es un detalle menor es el cambio de edad de los protagonistas. En la obra original, Salvo rondaba los 30, pero Ricardo Darín acaba de cumplir 68 años. Más allá de las razones comerciales de darle el protagónico a una figura internacionalmente reconocida, duplicar la edad de los personajes invita a una reflexión interesante.

Por ejemplo, la caída exponencial de la tasa de natalidad en la Argentina, junto con el aumento de la edad promedio de la maternidad y la paternidad, plantea una cuestión importante. Según el Informe de Natalidad y Fecundidad en Argentina, publicado en 2021, los niveles más altos de fecundidad se concentraron en el grupo de 25-29 años en los años 1980, 1991 y 2001. Sin embargo, en 2019, las cifras se extendieron al grupo de 30-34 años. Es decir, un Juan Salvo contemporáneo de 30 años, con suerte, sería padre primerizo de un recién nacido en el momento de los acontecimientos.

Otra cosa que sorprende es la habilidad de los personajes para adaptarse rápidamente al colapso tecnológico una vez caída la nieve tóxica. Se interrumpe la conexión eléctrica, se cae Internet, las líneas de celulares dejan de funcionar y hasta las brújulas pierden sentido. Si bien en la historieta recordaba con especial cariño esos primeros momentos de supervivencia —tratando de comprender qué estaba sucediendo y esa sensación de “fortaleza de la soledad” una vez encontrados en la casa los recursos para sobrevivir—, al ver la serie no pude evitar pensar: ¿qué haría un treintañero promedio hoy frente a esto? ¿Qué habilidades tenemos los millennials y centennials para la vida offline? ¿Qué tipo de destreza se nos sugiere que tengamos para incorporarnos al mercado laboral actual?

En la serie, los únicos pibes que sobreviven son scouts. El resto, si zafó del contacto con la nieve por vivir hacinados en algún dos ambientes porteño, habría pasado tiempo discutiendo el sexo de los ángeles o si la inflación es o no un fenómeno monetario antes de atinar una reacción que le permitiera algo de sobrevida. Probablemente, la decisión de envejecer a Favalli, Lucas y Salvo también responda a la verosimilitud de la diferencia de habilidades y formación entre los egresados de las antiguas escuelas industriales y técnicas, de las que hoy un urbanita promedio en la Argentina postindustrial probablemente carezca.

De esa escuela pública de antaño surgió también el rock nacional, que, más que un género musical, representaba el cruce de todas las músicas creadas hasta ese momento y, en mi opinión, de la mejor literatura universal, incluyendo a los personajes de "El Eternauta".

Además del rescate de los oficios —suponiendo que el de maquinista es uno de los más emblemáticos en la serie—, los trenes también funcionan como un gran vehículo de sentido. No aparecen como fetiche vintage de coleccionista de miniaturas, sino como lo que son: una herramienta logística fundamental en la trama de "El Eternauta", pero también en cualquier país que aspire a tener un proyecto industrial serio.

Tal vez las miradas cortas de los ojos liberales siempre hayan visto la infraestructura nacional como un costo, y eso les haya impedido comprender que, aunque en todos los países del mundo los ferrocarriles generan pérdidas, no tenerlos siempre resulta mucho más caro. De Martínez de Hoz a Menem, el daño fue enorme. A cambio de una reducción fiscal ínfima, el costo para el país en términos productivos, de eficiencia e integración regional y federal ha sido incalculable. Lo que se perdió con los trenes no fue solo el transporte, sino una idea de país.

De alguna manera, este humilde recuento de los saltos que dio la serie para aggiornarse no solo nos permite ver cómo el pasado dialoga con nuestro presente, sino que también nos muestra las cosas que, de a poco, fuimos dejando atrás mientras perseguíamos algunas promesas de "primer mundo". ¿O acaso lo único que conservamos de la época de Oesterheld y Solano López es el truco con amigos en medio del desierto? La frase triunfal de Favalli, "Lo viejo sirve, Juan", no se traduce en una reivindicación melancólica de lo que fuimos o perdimos, ni en una idealización del pasado. Más bien nos interpela acerca del país que heredamos, planteando las preguntas necesarias para encarar el futuro que tenemos por delante: ¿adónde vamos y con qué y con quiénes contamos?

FUENTE: https://www.newsdigitales.com/nota/302073/el-eternauta-y-el-relato-de-una-epica-nacional/

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