HACIA LA FORMACION DE UN PUEBLO ESPIRITUAL Y FISICAMENTE SANO
En el Plan Quinquenal de gobierno hemos establecido nosotros, como orientación definitiva de la cultura argentina, una premisa tan vieja como la cultura misma y que establece que para nosotros el hombre culto debe tener armónica y equilibradamente desarrolladas tanto su inteligencia como su alma y su cuerpo. Consideramos que toda enseñanza o toda cultura que no tienda a equilibrar la sabiduría con la bondad y con la salud es una enseñanza inarmónica, y, por lo tanto, contraproducente para el hombre.
Por esa razón hemos fijado que es necesario, como objetivo fundamental, abandonar la vieja práctica de instruir al hombre trabajando su inteligencia y dejando que esa inteligencia pueda estar al servicio de un decrépito o de un malvado. Nosotros queremos que esa inteligencia, que es el arma que el hombre tiene para luchar por su vida y por la de sus semejantes, esté al servicio de un alma buena y de un hombre fuerte. En esto no estamos inventando nada; estamos volviendo a los griegos que lograron establecer ese perfecto equilibrio en sus hombres en la etapa más gloriosa de su historia. Por eso dije que este principio es tan viejo como la cultura misma. Desgraciadamente, los hombres han abandonado esos caminos, pero nosotros queremos retomarlos porque creemos que ésa es la verdad y porque creemos que ése es el camino que conducirá a nuestro pueblo a la grandeza y a la felicidad porque lucha.
Indudablemente, establecer un objetivo y fijar un plan no es una obra de arte sino un proceso de comprensión. Hemos fijado este objetivo y hemos trazado un plan; la obra de arte consistirá en realizarlos, porque la realidad y la realización están siempre por sobre la concepción y la planificación. Yo voy a trazarles, señores, ese objetivo y ese plan; ustedes serán los artífices de su realización. El mérito estará solamente en ustedes, ya que la concepción de un objetivo tan simple y la planificación de una idea tan sencilla, únicamente pueden llevarse a cabo con el tesón y la perseverancia que es menester poner para triunfar en la acción.
Como digo, el objetivo es simple. Se trata de llevar al pueblo argentino la cultura integral armónicamente desarrollada. Para la inteligencia, ya están capacitados los viejos organismos con sus maestros, sus métodos y su acción. Lo que preciso ahora es que echemos mano a la familia y a la vida misma para educar el alma, y hace falta también que recurramos a la familia, al Estado, a la sociedad y al pueblo para conservar esa alma buena y esa inteligencia despierta en un cuerpo sano y vigoroso, que aspiramos nosotros. Creemos en la necesidad de que, a corto plazo, cuente el país con cinco millones de deportistas, no porqué éste sea un objetivo final al que anhelamos llegar, sino porque es el primer objetivo que ha de posibilitar los objetivos finales que conducen a que la República Argentina esté formada por veinte millones de deportistas. Claro está que es un asunto de tiempo. Nosotros pondremos el jalón inicial luchando por alcanzar ese primer objetivo con la juventud argentina, porque consideramos que sería difícil que pudiéramos iniciar a los hombres viejos o maduros en el arte del deporte. Ya los años quizás han marchitado un poco su cerebro o intimidado su corazón para tales prácticas. Será necesario que nosotros tomemos la juventud, que está a pleno verdor, para madurarla al calor de la salud del deporte y de la bonhomía de la acción deportiva.
Por esta razón, señores, hemos establecido un plan simple, sencillo, para que se pueda realizar, porque en la cuestión del deporte y de la organización de esta actividad solamente lo sencillo promete éxito. En cuanto lo complicamos, podemos ya descartar que nos va a pasar lo de antes; hacíamos las cosas demasiado complicadas para poder hacerlas bien.
Vamos a ponernos a trabajar para formar deportistas. ¿Quién va a trabajar? ¿El Estado sólo? ¿El pueblo sólo? ¿La familia sola? ¿Los maestros solos? No; vamos a trabajar todos, porque si no hacemos así no vamos a llegar a nada. En esto es necesario que nos pongamos todos -gobierno, pueblo, maestros, ejército, todas las fuerzas de la Nación- en la tarea de formar hombres fuertes y buenos; entonces triunfaremos.
Por esa razón, señores, el plan consiste en una cosa muy sencilla: vamos a dedicarnos a que todos los instrumentos de enseñanza y de educación del país tengan un aspecto deportivo.
El Ministerio de Educación debe organizar la niñez y la juventud argentina que está en sus manos para la educación, en forma tal que pueda ilustrarle con sus conocimientos, fortalecerla con los deportes y la gimnasia, y hacer de ellos hombres útiles, sabios y prudentes, formando individuos equilibrados y completos en su cultura.
Toda esa es tarea del Ministerio de Educación para lo cual, tiene que establecer un plan para los niños, otro para los jóvenes y otro para los universitarios, por categorías, en las que cada uno va a realizar la actividad. Es necesario, como dije, que abandonemos esas formas caducas de una gimnasia que -desgraciadamente todos hemos hecho en el colegio, porque es allí donde aprendimos a odiar la gimnasia, para no volver a hacerla en el resto de nuestros días- tan mala era. Los padres y las madres solían ver a un señor o a una señora que no tenían ningún interés en enseñar una cosa que ninguno de los que ahí estaban tenía interés en aprender. Los hacían transpirar en el patio durante el invierno para meterlos después en el aula, y así se les entregaban a las madres con una pulmonía o por lo menos con un gran resfrío, en vez de dedicarse a que esos niños hicieran una actividad sana al aire y al sol, que es la condición primordial para el deporte y para la gimnasia. Hay que llevarlos al campo, al aire y al sol, para que tomen aire puro y fortalezcan su organismo, especialmente sus pulmones. Por eso hemos establecido que en el Ministerio de Educación se suprima esa gimnasia y en cambio se lleve a los niños dos o tres veces por semana a los juegos, al club, al aire libre, para que allí hagan lo que se les ocurra, porque es difícil que a esa edad podamos nosotros inducirlos con medidas más o menos coercitivas a que hagan lo que nosotros queremos. Nosotros somos partidarios de que el chico haga lo que a él se le antoje en el orden deportivo, porque es allí donde va a elegir su destino de deportista.
Podríamos hablar de esto extraordinariamente; podríamos hablar de la gimnasia en toda su extensión, y lo mismo del deporte. No haríamos sino repetir lo que viene diciéndose desde milenios en la humanidad. Pero lo que tenemos que hacer son ejercicios, ejercicios para el cuerpo y el alma.
¿Qué ejercicios? Hay tanta formas de ejercicios. Cualquiera de ellos; el que sea más útil y el que sea más a gusto del que lo realiza. La gimnasia es una actividad que no está dirigida solamente al cuerpo sino también al alma del individuo. Es necesario que el alma sea la determinante de la actividad que cada uno va a practicar.
Por eso no hay gimnasia buena ni gimnasia mala. Hay gimnasia simplemente. Yo estoy en contra de todos los unilateralistas que, porque hicieron gimnasia sueca, ya creen que no hay otra cosa que esta clase de gimnasia. La gimnasia sueca es muy buena pero hay muchas otras formas de la gimnasia, que son tan excelentes como la sueca.
Es necesario tomar esa inmensa variedad porque allí está la actividad física que el hombre puede y debe practicar.
Pero lo que sí puedo decir es que en nuestro país tenemos que dedicarnos eminentemente al deporte, porque esa es la puerta de entrada para toda la actividad corporal y espiritual de nuestros jóvenes deportistas.
Nosotros tenemos como todos los pueblos, una idiosincrasia que nos es absolutamente particular. Tenemos que practicar nuestras actividades de acuerdo con esa idiosincrasia. Por eso soy más partidario de los deportes que de la gimnasia.
El deporte es la finalidad. La gimnasia es un medio. Por eso señores, hemos establecido en el Ministerio de Educación todo un sistema para que esa repartición tome a toda la juventud estudiosa del país, que en estos momentos suma cuatro millones, vale decir la quinta parte de la población de la República Argentina. Ese es un gran sector y es el sector de la niñez y la juventud argentina, donde están los tesoros en formación más grande, en el orden del deporte. Es allí donde debemos poner la mano con el mayor cuidado, porque es allí donde los muchachos estudiosos están cultivando su inteligencia para ponerla también al servicio de la actividad física y del deporte mismo. Por eso el Ministerio de Educación tiene una función fundamental.
Con respecto a los adultos, ellos pertenecen a la Confederación Argentina de Deportes, con toda su organización de federaciones, clubes, etc. Allí están todos los deportistas adultos, atendidos y controlados
A través de su organización propia. Pero queda un sector: el de la juventud, que por alguna razón no estudia y, en consecuencia, no está en la organización del Ministerio de Educación. Esa juventud que está dispersa en todo el territorio de la República es mucho más numerosa de lo que nosotros podemos imaginarnos. Allí es donde actúa la Fundación Eva Perón. Ella, en este plan, recibe la misión de desarrollar el deporte en esa juventud, que no está orientado ni dirigida por el Ministerio de Educación, ni controlada ni dirigida por la Confederación Argentina de Deportes.
En éste no hacemos nosotros una división rígida, porque los estudiantes también pueden presentarse a los certámenes organizados por la Fundación y haremos que la Fundación pueda mandar también a su gente a otros concursos. Asimismo, dispondremos para que los adultos puedan practicar dentro de las organizaciones estudiantiles o de la Fundación y, finalmente, que los niños puedan competir con los adultos en las competiciones de la Confederación Argentina de Deportes.
Con esto quiero decir que de lo que aquí se trata es de realizar un trabajo en común. No nos dividimos para obstaculizarnos entre nosotros o para aislarnos, sino para distribuirnos el trabajo. Dije que éste es un trabajo de todos para ser realizados por todos. Dividimos solamente por una cuestión de orden, pero trabajamos todos con la misma finalidad, ayudándonos. Cuando la Fundación debe ayudar a los clubes, los ayuda; vale decir, aquí no hay fronteras ni divisiones entre nosotros, sino que somos hombres y mujeres animados todos de un verdadero espíritu de trabajo para satisfacer una tarea que nos es común a todos, sin deficiencias de ninguna naturaleza y sin emulaciones inútiles. Somos todos compatriotas y amigos que tenemos una misma finalidad de trabajo y la desarrollamos honradamente a lo largo de todo el país en un estrecho abrazo de unos con otros, cualquiera sea el tiempo, el terreno o el elemento con que trabajamos.
Toda esta organización ha sido puesta en marcha. El gobierno está actualmente, a través del Ministerio de Educación, estableciendo una extensa red de clubes para la juventud, que pertenecen a la Dirección de Servicio Social para los estudiantes. Este es un servicio social que, además de esas tareas, llena otras. Así como en el Ministerio existe un servicio social para los empleados y obreros, hay también un servicio social para los estudiantes, lo cual es más natural y más lógico. El servicio social para los estudiantes está conformado con estas organizaciones, además de la organización dentro de la casa de estudios.
Nos han criticado algunos que hayamos nombrado consejeros espirituales en los colegios. ¿Cuál es la función de este consejero espiritual que debemos tener en todas partes, hasta en la familia?. Es muy simple.¿Quién, sobre todo cuando ha sido niño, no ha tenido un problema, un complejo o algún momento de disquisición y de dolor en su vida? Cuanto más chico, tal vez más grave. ¿Y cuántos no hemos tenido a quien recurrir en esos momentos de dolor o de tribulación? Nosotros queremos sistematizar para que el niño tenga siempre una persona decente y buena a quien recurrir en un momento en que lo necesite. Esto lo conectaremos también con la Fundación y con todos los servicios asistenciales y sociales.
Yo, desde que asisto personalmente a muchas de estas organizaciones en el Ministerio de Educación, he llegado a confirmaciones que me reafirman en forma absoluta la necesidad de tener estos consejeros espirituales.
Pero por otra parte, no hemos sido tan torpes, que pensáramos que la moral se puede enseñar.
Como si lo sublime de las virtudes estuviese en su enunciado y no en su práctica...
Hemos tenido en los colegios materias como la llamada "Moral" por la que se enseñaba a los chicos cual era la virtud de la honradez, pero no se le enseñaba a ser honrado, bueno o decente. Se le enseñaba teóricamente lo que eran las virtudes y con eso nos dábamos por satisfechos. Y así teníamos después una pandilla de bandidos que sabían mucho de moral pero que no la practicaban. Con eso nos conformábamos, como nos hemos estado conformando con muchas cosas para sus formas, nada más. Nosotros no queremos enseñar virtudes sino inculcarlas; aunque los chicos no sepan lo que es ser honrado, queremos que lo sean y no que sepan mucho de honradez y luego roben y cometan todas las pillerías posibles. Nosotros tenemos otra concepción de la vida. Venimos trabajando el alma de los hombres y por eso queremos tener a esos consejeros espirituales. Para llegar al alma del hombre no hay que acercarse a él cuando está contento sino cuando está atribulado por un problema que no lo puede resolver por sí mismo. Es entonces cuando hay que darle una mano y un consejo, porque en ese momento es cuando el consejo cumple su finalidad. Es decir, una cosa más linda, más real y que está más acorde con la vida.
Digo esto porque quiero llevar al espíritu de los señores delegados que este trabajo integral es el proceso de una reforma en la que estamos empeñados. Estamos resolviendo todas esas viejas costumbre, buenas y malas para purificarlas, para hacer una enseñanza activa, para trabajar con la masa humana, real y objetivamente, y no seguir soñando teóricamente con quimeras que nunca se realizan o que se concretan tarde o mal.
Queremos un pueblo con esas características, pero para ello todos debemos ser artífices. Cada uno de ustedes, como nosotros, debe dirigirse y moverse en una misma tarea y con la misma responsabilidad. El más modesto dirigente deportivo, en el más apartado lugar de la República, si cumple bien con su deber, tiene más valor que el más encumbrado de los ciudadanos o de los funcionarios que no saben cumplir con el suyo. Por eso quiero pedirles a ustedes, con la sencillez con que acostumbro a decir estas cosas, que colaboren con nosotros realizando en todo el país esas magníficas ponencias que se han presentado en esta conferencia; que las llevan a cabo con toda la fuerza de sus almas y de su convicción. Nosotros hemos de apoyarlas institucionalmente desde el gobierno y desde el Estado. Queremos seguir trabajando a pesar de toda la oposición que podemos tener en los sectores interesados, a fin de que podamos formar una verdadera moral que termine con los hipócritas, con los malos y con los mentirosos, por el camino más directo que es practicando la virtud y no mencionarla solamente.
La virtud se conquista tanto en un campo de deportes, como en el aula o en la función de todos los días. Y esa virtud es la que nos llama a nosotros. Nosotros no tomaremos el deporte ni la gimnasia como un fin, sino como un medio para formar hombres. Y frente a esa aspiración de formar hombres para darles al país y ofrecerlos a nuestro futuro, todos tenemos una responsabilidad que nos es común. En esto no hay quien mande ni quien obedezca; en esto no hay quien realice, porque realizamos todos.
Por eso, en nombre del gobierno, a ustedes que con todo desinterés y con todo patriotismo están desarrollando esta tarea que es benemérita frente al pueblo de la República, yo les expreso mi profundo agradecimiento, agradecimiento hacia los ciudadanos humildes, modestos que, como ustedes, dan de sí lo que otros poderosos y potentados no fueron jamás capaces de dar.
Y en nombre de la Fundación, señoras y señores, también les expreso mi profundo agradecimiento. En esto reconozco que sin la tarea que ustedes tan patriótica y desinteresadamente realizan en toda la República, quizá nosotros no hubiéramos podido cumplir con nuestro deber de llevar adelante la labor de la Fundación.
Deseo pedirles que en nombre de esa Fundación, que tanto merece que cada uno de nosotros sigamos trabajando tesoneramente, con la honradez y el desinterés con que lo han hecho ustedes hasta ahora, que continúen luchando para el agradecimiento de la Fundación y para honor de nuestra patria. Para que podamos ofrecer al mundo el ejemplo de un pueblo que trabaja y se sacrifica por ser cada día mejor; para ir conquistando en la escala humana el lugar que solamente merecen los hombres buenos y fuertes; para que el camino del deporte sea la realización de esos ideales con que soñamos nosotros; para que ustedes sean los prominentes maestros que dirigen y encauzan esas actividades.
JUAN DOMINGO PERON
Año 1955
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