DEPREDACION (No ataco, critico)
Es común que, en las guerras de ocupación, se produzca una destruc ción integral de valores, ya que las fuerzas de ocupación no tienen gene ralmente otra actividad que la de vivir de los medios existentes en el pro pio teatro de operaciones. Ellas difícilmente construyen, sólo consumen y destruyen, sin importarles ni la forma ni los medios que emplean para sus fines.
Desde 1955 ese mismo fenómeno parece haberse consumado en la República. Bastaría para comprobarlo, comparar la situación que encontra ron en lo financiero, económico y social, con lo que nos es doble obser var y constatar en la actualidad, después de diecisiete años de ocupación
En 1955, en lo financiero, el país no tenia deuda externa, poseía una reserva financiera del orden de los 1.500 millones de dólares, sus servicios financieros en divisas eran del orden de los cien millones de dolares anuales, el Peso Moneda Nacional se cotizaba en el mercado libre a razón de 14,50 pesos por dólar, la balanza de pagos era invariablemente favorable a nuestro país, la economia estatal equilibrada sin necesidad de recurrir al agobio impositivo, la economía privada en plena expansión y la economia popular de plena abundancia.
Han pasado diecisiete años y el contraste no puede ser más evidente: hoy la deuda externa ha de pasar de los 5.000 millones de dólares, no se posee reserva financiera alguna y el país está al borde de la casación de pa gos, los servicios financieros al exterior en divisas pasan de los 1.000 mil Millones de dólares anuales, el peso moneda nacional, que no se cotiza en pais alguno, tiene una relación aproximada más allá de los 1,000 pesos por dolar, aunque no se sabe a ciencia cierta si aún vale algo, la balanza de pe gos es invariablemente desfavorable, la economía estatal es catastrófica y, a pesar de los impuestos leoninos, cierra sus ejercicios con deficits pavorosos e inamortizables, del orden del medio billón anual; la economia privada languidece aplastada por el peso de los impuestos y deprimida por la carencia casi absoluta de crédito y la economía popular de absoluta mise ria, al punto de que con los sueldos y salarios impuestos arbitrariamente por el Gobierno no se logra ni siquiera comer todos los dias.
Fuera de lo anterior, que ya es mucho, el país está sometido a una depredación sin precedentes a lo largo de toda su historia, con la ruina de su proceso de industrialización preconcebida mente provocado y conse cuencia del saqueo realizado desde afuera y desde adentro. Con el agra vante de haber hecho perder la confianza a los hombres de empresa que, en esta forma, justifican la evasión de capitales, ya que toda inversión en el país, resulta de una inseguridad aterradora. ¿Quién puede confiar en el ahorro de una moneda que en el curso de un solo año pierde las dos ter ceras partes de su valor?
No he de ser yo quien pueda decir a los argentinos la situación en que se encuentran, cuando cada día deben enfrentar las acechanzas de una des gracia provocada por la sistemática depredación, en la que parecen estar muchos empeñados, Pero, en esta tarea de castigar a los argentinos', que parece ser el designio maligno de una conducción hacia el abismo, nada puede compararse a la peor anulación de todas las posibles: la destrucción del argentino.
Me consta, por haberlo presenciado durante los casi diez años de Gobierno Justicialista, los extraordinarios valores humanos existentes en todos los estamentos de nuestra comunidad nacional y no puedo olvidar que el sintoma más elocuente de una economía de abundancia es la disminución acelerada del indice de delincuencia en todas sus formas. Hoy, al contemplar lo que está ocurriendo, me parece imposible que todo eso su ceda, porque representa aceptar que un sector abundante de nuestra po blación ya ha perdido los valores esenciales, para dedicarse abiertamente a la delincuencia. Es comprensible que una depredación del orden de la producida en estos anos, nos vaya arrastrando hacia la desesperación y nos leve a cualesquiera de sus consecuencias. El mal ejemplo ha sido tan ne fasto que existen muchos que se inclinan a seguirlo, porque las comunida des, como el pescado, comienzan a podrirse por la cabeza, ¿Qué le pode mos exigir al ladronzuelo que roba una cartera en el omnibus, cuando se realizan y tolerado negociados fabulosos en perjuicio de la Nación en la mayor impunidad? Cómo podemos execrar un secuestro, si ese delito ha pasado a ser la regla en las formaciones parapoliciales? ¿Como podemos espantarnos frente a cualquier asesino que mata para robar, si esta mos presenciando diariamente otros asesinatos amparados?
Por lamentable que parezca, debemos confesar que la mitad de los delitos que se cometen, han de ser cargados a la cuenta de los que los pro volcán como promotores. La miseria, la injusticia, la violencia represiva, los métodos criminales en la represión, el mal ejemplo, como la irrespon usabilidad en la función pública, si no justifican, por lo menos explican mucho de lo que está pasando en el Pueblo Argentino, al que no se le pue de pedir una virtud olvidada por sus dirigentes, aunque sean ocasiona les.
(Las Bases, 4 de abril de 1972)
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