Bush, Blair y el error de Craso
A un mes de los atentados del 7 de julio en Londres, el primer ministro Anthony Blair anunció que expulsaría a residentes árabes de su país y cerraría sitios de Internet y mezquitas que , según las autoridades británicas , promuevan el radicalismo islámico.
Un conocido líder musulmán de Gran Bretaña, Mohammed Nassem, responsable de la mezquita central de Birmingham, replicó que Blair "demoniza" a los musulmanes "como hizo Adolf Hitler con los judíos antes y durante la Segunda Guerra Mundial" y puso en duda que los ejecutores del atentado hayan sido musulmanes. Ya antes Nassem también había expresado dudas sobre la existencia de la red terrorista Al Qaeda.
Blair, contra viento y marea, hace eco de la idea del "eje del mal". La expresión fue utilizada por primera vez por el presidente George W. Bush en un discurso pronunciado el 28 de enero de 2002, refiriéndose a "los regímenes que apoyan al terror". Los países aludidos eran Irak, Irán y Corea del Norte. Poco después, el mandatario norteamericano incluyó a Siria.
La denominación fue obra de David Frum, un canadiense nacionalizado estadounidense, articulista de National Review , miembro del American Entreprise Institute y autor del libro El hombre correcto , quien trabajó trece meses en la Casa Blanca y redactó varios discursos de Bush.
Frum, que es de origen judío y considera que el mundo árabe es "una cuenca hedionda", no fue demasiado original con la definición "eje del mal": ya en 1983, durante el último tramo de la guerra fría , Ronald Reagan había calificado a la Unión Soviética como "imperio del mal".
Sin embargo, podría ser que el creador del primer "eje del mal" de la humanidad sea un ambicioso romano llamado Marco Licinio Craso, quien agitó en su época el fantasma del "terrorismo" y encabezó una cruzada para combatirlo. El pretexto fue salvar a Roma y sus instituciones. El verdadero motivo, beneficiarse política y económicamente. Fue él quien derrotó al ex gladiador Espartaco en el año 71 antes de la era cristiana.
El único objetivo de Espartaco, quien llegó a organizar una fuerza armada de cien mil hombres entre desertores del ejército y esclavos, era abandonar Italia. A pesar de que había vencido en seis ocasiones a las legiones romanas, sólo aspiraba a llegar a Sicilia y embarcarse rumbo a Tracia, de donde se cree que era nativo. Pero esto no convenía a los planes de Marco Licinio Craso, quien deseaba erigirse como salvador de la civilización de entonces.
Craso sobornó a los piratas de la flota, quienes levaron anclas antes de tiempo, y cerró el camino a Espartaco. Inmediatamente, mientras el rebelde retrocedía y sus hombres desertaban, anunció que el ex gladiador avanzaba hacia Roma para destruirla. Había que defender a la República y él era la persona indicada.
El intrigante logró que los aterrorizados romanos lo nombraran comandante de diez legiones. No le costó mucho derrotar a las dispersas tropas del ex gladiador, quien murió crucificado junto con 60 mil seguidores. Como recompensa, el "salvador" de Roma fue ascendido a cónsul y luego gobernador de Siria, una de las provincias del imperio.
Craso quiso aumentar sus dominios y se lanzó contra Partia, ubicada en territorio persa, lo cual fue una equivocación fatal. Los partos, tribus de origen escita que habitaban una extensa región de lo que hoy es Irán e Irak, organizaron una emboscada y mataron al ambicioso romano en el año 53 antes de Cristo.
A partir de entonces comenzó a denominarse crasus errare (craso error) a todo desacierto grave. La historia, a veces, tiene estos juegos de espejos donde la antigüedad se refleja en actualidad con los mismos medios e iguales fines.
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