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Peron ante intelectuales y artistas argentinos*

Abusando de la amabilidad de ustedes, me voy a permitir hacer una exposición un poco larga para tocar algunos puntos que me parecen importantes en el aspecto de la revolución culturalque todavía está por establecerse y realizarse.

En esta revolución nuestro movimiento ha debido proceder con método en algunos momentos y sin método en otros. Nosotros hemos sido más bien agentes de acontecimientos que se han producido sin contar con una dirección racional por nuestra parte. Más bien hemos sido hombres de contramedidas que de medidas. El movimiento se produjo como uno de los tantos a que nos tiene acostumbrada la historia política e institucional de nuestro país. Aún para imponer nuestros puntos devista en la interpretación de los acontecimientos históricos que hemos vivido, ha sido necesario luchar y esa lucha ha sido imperturbablemente continuada desdela iniciación de los acontecimientos que dieron lugar a nuestro movimiento.

Yo interpreto a nuestro movimiento de una manera diferente a lo que han interpretado muchos argentinos y parece que los hechos me han venido dando hasta ahora la razón. El éxito en la imposición de mis puntos de vista ha estado en mi concepto apoyado por esas circunstancias, porque creo que haber acertado la interpretación real del movimiento que, producido el 4 de junio como golpe de Estado, se convirtió después en un verdadero movimiento transformador.

La historia argentina nos presenta un caso extraordinario de repetición psíquica de todos esos movimientos que nunca terminan bien. Si analizamos la historia patria desde hace 60 u 80 años hasta nuestros días, observaremos la repetición de un movimiento esporádico de cada 8, 10 o 12 años y los vemos fracasar sistemáticamente. Sin embargo han sido movimientos populares que no fueron interpretados por los encargados de realizar la acción que produjese una reforma que satisfaciera plenamente las aspiraciones del pueblo que realizaba el movimiento revolucionario. Por eso fracasaron todos nuestros movimientos revolucionarios.

Y el análisis de esos hechos nos llevaría a conclusiones que creo son lógicas. Realizada nuestra independencia política en 1820, como término medio, el pueblo comenzó a sentir otra clase de inquietudes que los gobernantes de todos los tiempos, desde la independencia hasta ahora, no supieron interpretar, en mi concepto. La independencia política de la Nación era una parte pequeña dentro de la independencia integral del país a que se refirió el doctor Martínez Zuviría. Se trataba de aceptar como norma definitiva lo que solamente era aparente. Por esa razón las inquietudes populares fueron gestando distintos movimientos y en cada uno de ellos, los hombres que estaban al frente del golpe de Estado venía a esta casa y muchas veces juraban en este salón restituir el imperio de la Constitución y hacerla cumplir por los mandatarios y por el pueblo. Vale decir que ese movimiento revolucionario se había convertido, tácitamente, en una institución constitucional, con lo que la revolución, que es un hecho tácitamente anticonstitucional o inconstitucional, venía en defensa de la constitución.

El análisis de los hechos nos demuestra claramente que esos hombres que llegaron al poder por un sentimiento violento, eran hombres de buena fe, y que traían buenas intenciones, pero que no supieron realizar los programas para cumplir esas buenas intenciones. En ello yo veo el defecto capital de todos los movimientos revolucionarios. Lo que el pueblo quiere desde nuestra independencia política y desde nuestra organización nacional es encarar los otros procesos de independencia que nos han sido negados sistemáticamente. Es indudable que interpreté en el momento actual la revolución del 4 de junio como hecho económico y no como un hecho político. Todos los anteriores revolucionarios habían interpretado los movimientos como un hecho político, habían cambiado los hombres, habían puesto nuevos gobernantes y habían así preparado un ciclo de 10 años para una nueva revolución, una revolución con los mismos principios, con la misma justicia y con más menos una orientación similar a la anterior. También con el mismo resultado: el fracaso.

Nosotros   interpretamos   ese   movimiento   revolucionario   como   un   hecho económico social porque en nuestro concepto era esa la aspiración popular que impulsaba a este movimiento. Ese es nuestro punto de partida para el movimiento que nació en esa revolución.

Sería largo enumerar todas las demás cosas que se han ido sucediendo desde que esa revolución encauzó económicamente hasta nuestros días, en que muchas promesas de esa revolución se han ido cumpliendo, con una reforma social, con una reforma económica y con una reforma política que estamos encarando.

Señores: posiblemente en la historia de los movimientos de nuestro país, ningúnhombre tuvo una ocasión tan propia ni una orientación tan clara dentro de nuestra misma concepción como el gobierno que inició Hipólito Yrigoyen en 1916. En mi concepto él cometió un grave error, aún cuando la orientación que le imprimió a su gobierno era la misma que nosotros hemos pretendido dar a nuestro movimiento. Él inició, quizás con no mucha claridad, pero si con gran intuición y dirección más o menos común con la nuestra, un tipo de reformas similar a la que nosotros propugnamos. Pero las reformas, para que tengan éxito deben asegurar en una base que las consolide y él no aseguró las bases.

En este tipo de movimiento revolucionario es la base social del tiempo en que vivimos la primera que debe consolidarse. Quien no cuente hoy con las masas populares, no gobierna. Hoy el gobierno tiene formas un poco diferentes a las que estamos acostumbrados a conocer a lo largo de la historia, como que son productos de una evolución sui generis, hacia un desenvolvimiento sociológico distinto a todos los que hemos conocido.

Por esa razón, cuando se produjo la revolución, pensamos nosotros que lo primero que había que hacer era tomar la base social porque ella iba a ser la determinante de este movimiento. Y tomamos la base social, hicimos “slogan” como se hace siempre en estas cosas, y después vino la tarea de hormiga, trabajando nosotros durante un año y medio o dos años hasta conseguir el objetivo que perseguíamos para entregar la bandera de la revolución al pueblo, ya que desde el pueblo venía el movimiento, entregándosela conformada con un doctrina que debía tener su mística. Eso lo realizamos desde la Secretaría de Trabajo y Previsión.

Nosotros en el plan que nos habíamos propuestos, habíamos escalonado, como el primer objetivo a alcanzar, la captación y el dominio de la masa popular y ello fue obtenido. A ese respecto les diré

a ustedes algo más: llegó un momento, cuando la lucha se hizo un poco fuerte entre los que estábamos trabajando la masa y esa masa contra las fuerzas contrarias, en que yo recurrí a una concentración manifestando que si no teníamos en la misma trescientos mil hombres, renunciaría, pero afortunadamente hemos tenido a muchos más.

Desde ese momento juzgamos que habíamos conseguido el apoyo de la masa social y con el apoyo de la misma podíamos ya iniciar para duplicar, triplicar y hasta cuadruplicar su número.

Todo esto sucedió de acuerdo a lo que habíamos previsto, es decir, la Revolución había triunfado como la veía y la interpretaba yo. Pudimos encarar entonces y de inmediato el segundo aspecto, o sea el segundo objetivo perseguido: la base económica, ya que con la base económica sola no hubiéramos hecho sino llevar al país al caos provocando una carrera entre precios y salarios que se hubiera traducido indudablemente en la ruptura del equilibrio económico social.

Era necesario en ese momento abocarse al problema económico y en esa lucha hemos estado desde casi un año antes de hacerme cargo del gobierno. Con la nacionalización del Banco Central, que fue una medida tomada por el gobierno anterior de acuerdo a lo que pedimos que hiciera para que nos dejara una base firme en este sentido, se cierra un ciclo económico y un círculo de organización económica que nos dio la base, es decir, la posibilidad de asegurar con el gobierno social, por el dominio de la masa, el gobierno económico de la Nación, para no vernos así reducidos, como estuvieron los gobiernos anteriores a ejercer solamente el gobierno político, el que es sólo una apariencia de gobierno.

Tomada esa base económica, nosotros llegamos al gobierno. En el gobierno cumplimos con la conquista de esa base en forma sólida, lo que nos permitió realizar otra serie de actos que nos llevaron a la independencia económica que les he hablado y que considerábamos nosotros un hecho absolutamente indispensable y sin el cual hubieran fracasado todas las reformas que queríamos imponer.

Señores: tenemos el gobierno político obtenido por las elecciones que todos conocemos, de manera que, en sentido general con el dominio de la base social, de la base económica y de la base política, nosotros habíamos obtenido en una sola mano el poder que el gobierno necesita para sustentarse. Es necesario ahora impulsar el movimiento y seguir en el orden de las reformas paulatina y sucesivamente sin las cuales creo que no llegaríamos a imponer nuestros puntos de vista tal cual lo interpretamos y sentimos nosotros.

La otra base que quedaba por tomar era la justicia, porque era lógico pensar en ella si ambicionábamos la consolidación jurídica de las reformas obtenidas. Un Estado no puede llegar a consolidarse si no tiene como base de su estructura la justicia y ello nos ha llevado a la reforma de nuestra justicia, ya realizada en cuanto a hombres y a realizarse en cuanto a codificación de la legislación, la que se encuentra en estudio y ha de concretarse a corto plazo. Esta sería la cuarta base que nos serviría, no sólo para ejercer el poder sino también para consolidar la acción de nuestro movimiento en el tiempo y el espacio.

Iniciamos también la conquista de la quinta base u objetivo del movimiento que se refiere a lo que ha tratado el doctor Martínez Zuviría, es decir lo que se refiere a la cultura nacional. En el plan de gobierno hemos establecido claramente todos los aspectos a que me vengo refiriendo, que es un plan que no contempla solamente el desarrollo de una parte de las actividades, sino el conjunto de ellas, buscando una combinación armónica, porque entendemos que en el desarrollo de un cuerpo institucional, como en el de un cuerpo físico, es necesario que sea todo absolutamente armónico; cuestión de origen patológico como dice el doctor Figuerola.

Por esa razón es que en el plan de gobierno damos a la parte científica cultural un espacio y una consideración tan grande como la importancia que le Perón encuentra a los intelectuales nacionalistas asignamos, porque todas estas reformas es necesario hacerlas también en el orden espiritual: y si al principio no hemos hablado mucho de espíritu, ello se debe a la necesidad, también mencionada por el doctor Martínez Zuviría, de que primero es necesario vivir para después filosofar. Fue necesario afirmar toda la idealidad que representa nuestro plan, nuestra ambición y nuestra aspiración en una base más o menos sólida que creo que hemos alcanzado.

¿En qué consiste la reforma en el aspecto cultural? En primer término, nosotros hemos reestructurado todo el orden de la instrucción pública. Hemos creado nuestras formas y cambiado la orientación en todo lo relativo a la enseñanza primaria, secundaria, técnica y especial.

La nueva ley universitaria da a la universidad argentina un nuevo carácter, una nueva orientación.

Quedaría todo lo que se refiere al resto de la cultura porque es difícil separar lo que es ciencia de lo que es cultura general. Quedarían las artes y las letras que deben ser consideradas muy especialmente dentro del plan, como han sido consideradas.

La reforma universitaria, la de la enseñanza primaria, secundaria, especial y técnica, puede asegurarles que en lo fundamental está realizada. Ahora debemos encarar la parte expresa de la Cultura, como la hemos considerado en el plan de gobierno.

Señores: mañana he de hablar con los profesores universitarios que me han hecho el honor dedesignarme doctor honoris causa, que yo agradezco profundamente. Y he de aprovechar esa oportunidad para fijar puntos generales sobre el aspecto cultural.

En primer lugar, la universidad ha de ocuparse de una parte importante de la cultura nacional y hemos de orientar, uniforme y racionalmente, desde la enseñanza primaria a la secundaria, a la especial, a la técnica y a la universitaria, con una unidad absoluta de concepción de lo que debe ser nuestra cultura, la cultura argentina. Yo no creo, señores, que a esta altura de la marcha de la Nación nosotros podamos volver por otros fueros que no sean los de nuestra raza y que no sean los de nuestra propia cultura.

De manera que en esto no habrá otro cambio que el que represente volver a retomar los cauces de los que nos hemos apartado lastimosamente, para volver a encontrarnos nuevamente en lo que somos y en lo que debemos ser; y sobre esa orientación tratar de superarnos. No creo que en este aspecto pueda ser otra la orientación de la cultura argentina.

Señores: el aspecto general de nuestra cultura solamente puede ser orientado y realizado por el gobierno si él cuenta con la colaboración de los hombres entendidos en estos aspectos. El gobierno sólo pueda dar un objetivo y una organización. Lo demás lo deben dar los hombres, lo deben dar ustedes. El gobierno no puede realizar. Esa es una colaboración de los intelectuales que sienten y piensan como nosotros. Por eso, cuando me dijeron que ustedes llegaban hasta acá para conversar sobre estos puntos, francamente les he de confesar que me produjo una enorme satisfacción, porque el Estado aspira a que los señores intelectuales formen una agrupación o una asociación que los unifique en sus propias tendencias y que haga desaparecer –lo que es lógico que exista en cada uno de los intelectuales, con sus círculos propios– esas pequeñas rencillas que se producen. Deben agruparse en una sola organización para luchar por la obtención del objetivo común a todos: el objetivo de la Nación. Es necesario subordinar todas las pequeñas cosas que se producen durante la marcha y las pequeñas interferencias, al objetivo nacional. Si cada uno de los señores se dispone a luchar en este ejército, diríamos así, para alcanzar este objetivo –y nosotros podemos decir que en cada uno de los intelectuales hay un luchador– el éxito puede descontarse desde ya, porque el Estado va a apoyar su propia orientación con todos por todos los medios posibles.

De manera que, señores, la tarea previa a realizar es que ustedes se organicen, se unan, lleguen a tener en el problema general una unidad de concepción y en los hechos obren después con una unidad de acción, sin lo cual no vamos a poder   pensar   en   el   éxito   tan   halagüeño   y   tan   grande,   como   todos ambicionamos.

Es lógico señores que el aspecto cultural del país haya marchado totalmente a la deriva por la simple razón de que nosotros hemos poseído una sola virtud: la de no tener organización ni orientación en ninguno de los aspectos fundamentales de la Nación. Nunca el gobierno ha dicho cuál es el pensamiento básico sobre el cual habría de elucubrarse el conjunto de las actividades de la nación, ni en lo social, político, cultural ni en muchos otros aspectos. Por esa razón, mi principal preocupación fue la de formular un plan de gobierno donde cada uno sepa lo que el gobierno quiere en cada uno de los aspectos contenidos en el mismo.

El aspecto cultural también está explicado en el plan de gobierno; lo único que tenemos que hacer es tomar esas ideas básicas y ponerlas en ejecución. Y para eso, es que necesito la acción individual de cada uno de ustedes. Entre ustedes y el gobierno ¿Cómo no se va a poder realizar una acción que nos lleve a la consecución de esos aspectos? Tendremos inconvenientes pero si el hombre no aprende en la vida a vencerlos, no sé qué puede aprender de más útil para seguir adelante; y cada uno de nosotros tiene más o menos dentro de sí un luchador que será necesario ponerlo en marcha y en actividad porque en cada día que pasa estamos perdiendo tiempo que después será difícil recuperar.

Yo creo que, en éste como en todas las cuestiones que presuponen una acción conjunta, todo está en la organización. A menudo en la República Argentina los hombres que han tenido más éxito han sido aquellos que han sabido gobernar en el desorden, porque ese ha sido en verdad el ambiente en que hasta ahora hemos vivido nosotros. Quien ha sabido gobernar mejor el desorden, ha sido siempre un triunfador en nuestro país; y si no, analicemos nuestro propio movimiento: nosotros hemos ganado porque manejamos mejor el desorden que los otros.

Se dice que los austriacos no se podían explicar cómo Napoleón podía manejar a esa cantidad de gente que le venía encima ganándoles las batallas. Ellos estaban acostumbrados a marchar bien formados, a maniobrar en forma ordenada y sin embargo Napoleón, con su gente dispersa, les ganaba las batallas. Es que había conseguido manejar el desorden.

En nuestro país también es necesario acostumbrarse a manejar el desorden y por lo tanto nosotros debemos estar decididos a gobernar y a manejar por ahora el desorden; quizás podemos llegar a tener la satisfacción de manejar lo organizado.

Yo he dicho muchas veces que este país, donde se estudian tantas cosas, que está formado desde más de cien años, nunca he visto se estudie organización. La organización es una ciencia que se puede considerar en su parte pura y en su parte de aplicación. En otros países se le da una importancia extraordinaria. Cuando yo llegué a Italia me encontré en Turín con un curso de organización pura que duraba ocho meses, ligado a otra materia; y después en Milán con uno de organización aplicada que duraba otros ocho meses, ligado a otra serie de materias. Lo primero que se me ocurrió preguntar a los jerarcas de allí por qué estudiaban tanta organización. Me respondieron: ‘porque nosotros estamos en un momento de evolución, que todo está desorganizado y, como estamos reestructurado, lo lógico es enseñar a nuestros hombres organización’.

Yo pensé que a nosotros, que hace cien años estamos desorganizados, no se nos ocurre estudiar para organizarnos.

Es una cosa bien lógica, a mi modo de ver; nosotros tenemos que empezar a estudiar organización porque de lo contrario vamos a seguir siempre en ese estado de desorganización y desorden en que hemos vivido hasta ahora. Y ustedes que están en el ritmo de la cultura, se dan cuenta de que no puede haber desorden más grande que el que reúne nuestro campo cultural. Y como nosotros hemos querido comenzar a organizarlo, aquellos que dominaban el desorden y que tenían sus ventajas con él, dicen que somos dictadores y que queremos poner a la gente a marchar a compás y con el fusil al hombro, uniformando los criterios y las ideas. No se trata de eso, sino de organizar las fuerzas para tratar de obtener el mayor provecho con el menor sacrificio y organizar la cultura para que no sigamos implantando en nuestro país cosas contrarias a nuestra idiosincrasia, a nuestra raza, a nuestra religión y a nuestra lengua, sino que implantemos e impongamos nuestra propia cultura.

Yo pienso que el problema argentino en el aspecto cultural no está en el hombre, sino en la organización. Nosotros ya tenemos los hombres necesarios; lo que no tenemos son los organismos precisos. En el aspecto cultural, como en todos los demás aspectos, un ejército de francotiradores será difícil que llegue al éxito de conjunto, que es lo que necesitamos: un buen éxito para la Nación y no un buen éxito individual para cada uno de los hombres.

En este aspecto considero que tenemos que disciplinarnos un poco, tenemos que unirnos, que formar organizaciones de todo tipo y ponerlas al servicio de la Nación, lo que quiere decir al servicio común. Si no realizamos ese milagro y seguimos como estamos, no creo que lleguemos a obtener lo que todos ambicionamos. Más señores: piensen ustedes que las fuerzas del mal que trabajan en el campo de la cultura están organizadas y nosotros, que nos consideramos las del bien, estamos desorganizados. Hay un principio según el cual lo único que vence al número es la organización. Es probable que seamos muchos más los que pensamos de una manera determinada y muchos menos los que piensan en el campo contrario al nuestro. Pero ellos están organizados y nosotros no y entonces el problema parte de esta premisa: es menester organizase, organizar las fuerzas del Estado y las fuerzas civiles, primer punto sin el cual es inútil hablar de otras cosas. Sería el caso de aquel que se levanta todos los días y, al encontrar hormigas en el jardín, las junta en un plato y las echa al fuego, con lo cual no solucionará nada, pues al día siguiente encontrará más hormigas. Es necesario ir al hormiguero y eso se consigue con una buena organización. No se puede dejar que cada hombre haga lo que pueda, en forma totalmente desordenada. Por eso, yo me encargo de organizar en lo referente a la cultura la parte que corresponde al Estado y ustedes se encargan de organizar lo que corresponda a los hombres y les aseguro que, cuando juntemos las dos organizaciones, desde ese momento el buen éxito estará totalmente asegurado; porque el Estado cuando se ejerce como lo ejercemos nosotros, con el gobierno social, el gobierno económico y el gobierno político, es de un poder extraordinario que si no lo hacemos sentir es porque no queremos, no porque no podamos.

Necesitamos dar a cada hombre no un puesto, sino una tarea y que la cumpla, y que la cumpla bien.

Nosotros ya estamos en marcha sobre este tipo de reforma. El Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, que en mi concepto sufre de elefantiasis, es algo demasiado ampuloso y grande para poder ser manejado por un solo ministro. Es necesario desdoblarlo, sobre todo en esta época revolucionaria en que estamos encarando la reforma de nuestra legislación.

Es necesario modernizar los códigos en todo orden. Nos regimos por un código de Comercio que contempla la navegación a vela, hoy que llegamos a Europa en cuarenta y ocho horas. El código de Procedimientos tampoco anda más ligero que a vela. Y todo eso hay que modificarlo. Este movimiento quedaría incompleto e inconexo si no modificamos toda la codificación del derecho argentino en sus distintos aspectos; y para realizar eso pienso dividir el ministerio y crear un Ministerio de Justicia exclusivamente destinado a la conformación y estructuración de una nueva codificación de todo el derecho argentino, para crear una época también en esto; porque en este aspecto también soy ambicioso, creo que nuestro movimiento debe marcar una época en lo que al derecho se refiere.

Ello nos llevará a la posibilidad de establecer un ministerio o una subsecretaría de Educación en donde estará representado el gobierno integral de toda la instrucción pública del país, para poder sistematizar, coordinar sincronizar todas las actividades en un ciclo racional y continuado, reduciendo enormemente todas las exigencias formales que hoy existen para formar un hombre de criterio y de acción y no un diletante generalizador, como estamos formando, en mi concepto, con la institución que se imparte hoy en día en nuestro país. Es necesario ir a una enseñanza práctica y no la teórica y verbalista a que nos tiene acostumbrados el sistema actual de enseñanza.

Es necesario estructurar una enseñanza primaria, secundaria, especial y técnica de acuerdo a las necesidades e ir también a la universidad para que sea una verdadera disciplina científica para los hombres que van a especializarse en cualquier profesión. Es necesario crear el instituto formador en la universidad, una rama de la investigación científica donde se lo haga trabajar al muchacho para que no ande por las calles haciendo lo que no debe hacer, y una serie de academias que profundicen la investigación científica y la extensión cultural y profesional.

Señores: esto ya está organizado y se está cumpliendo en parte. El otro aspecto sería crear dentro de ese ministerio la Subsecretaría de Cultura que tomaría todos los demás aspectos en lo que se refiere a las letras y a las artes en forma de que sean también actividades que pertenezcan al Estado, porque hoy parece que las letras y las artes, no pertenecen a actividades del Estado y se delegan en cualquiera que se le ocurra pensar que se podría hacer esto o aquello. Es necesario que el Estado de también en este aspecto su propia orientación, que fije los objetivos y controle la ejecución para ver si se cumple o no. En muy poco tiempo eso va a estar organizado. No vamos a formar un cuerpo burocrático que se va a reducir a decir de un hombre a otro “dele trámite”, hasta que llega al maquinista, que es quien en último análisis da el trámite a todas las cosas. Les adelanto que eso no se va a transformar en una cosa innocua e inoperante. Una vez ustedes se organicen, me podrían ofrecer los hombres que yo necesito para cumplir las funciones que se les ha de encomendar en forma viva, entusiasta, con capacidad y con amor, que es con lo único que salen las cosas bien en esta vida. Espero que ustedes se organicen en forma de sociedad, espero que se unan, que piensen como piensen, sientan como sientan y quieran como quieran, pero que cumplan dentro de la orientación que sin duda alguna fijará el Estado. Si los hombres no tienen una orientación es porque no se les ha dado. No creo que los hombres que trabajan en los campos adversos a los nuestros sean malos o de mala voluntad. Hay hombres equivocados, hombres que están trabajando en una dirección porque les da más rendimientos que trabajar en la otra. Si los traemos a la nuestra y les damos lo que ellos ambicionan, es probable que trabaje con tanto ahínco y buena voluntad como lo hacían en la otra.

Los otros días me decía un periodista de un diario que no es afecto a nosotros “yo escribo en contra porque me pagan, pero el día que me jubile va a ver qué pluma voy a ser para usted”.

Señores, esa es la realidad de la vida.

Por otra parte, en ese sentido, si el Estado no tiene servidores es porque no los busca. En nuestro país, hay un gran número de buenos servidores, pero hay que buscarlos, guiarlos y ayudarlos.

Por eso señores, cuando cuento con personas que entienden esta función con un poco de sacrificio me doy por satisfecho y me doy por muy bien servido cuando tengo hombres que trabajan con un poco de sacrifico de su parte para ayudar al Estado.

Si ustedes realizan esa unión, yo les aseguro que en poco tiempo más les podré ofrecer la organización que ha de regir en el futuro la cultura argentina, será una organización como deben ser estas organizaciones, Primero, crearla para cumplir un objetivo. Segundo debe tener un alto grado de simplicidad, porque en cuanto lo compliquemos, la efectividad va a ser siempre en razón inversa a la complicación. Tercero esta organización debe ser de un alto grado de perfectibilidad, es decir que sea capaz de ir evolucionando para no anquilosarse en un procedimiento en estos tiempos, que como dice el doctor Martínez Zuviría, cada diez años surge una nueva generación. La perfectibilidad está en la evolución que esta organización ha de tener en sí. Finalmente es necesario la estabilidad sin la cual, señores, sería tarea de locos estar iniciando cada día una cosa nueva. Yo les ofrezco una organización de esta índole.

Hoy he querido solamente conversar sobre esto para expresarles a ustedes mis ideas. En cuanto a la orientación de fondo, esa es una cuestión sobre la que no se puede improvisar. Tenemos grandes bases sobre las cuales hemos de ir organizando paulatinamente las ideas directrices. Organizada la subsecretaría de Cultura del Ministerio de Educación, los hombres que vayan allí serán los que han de fijar y ajustar detalladamente cada uno de los aspectos con su objetivo, su orientación y la forma de ejecución para después poner eso en marcha y en acción.

He querido solamente realizar una conversación completamente improvisada para dar a ustedes las ideas que el gobierno tiene a este respecto y dejarlos así, en libertad de pensamiento.

¿Cómo podemos ensamblar una actividad con otra? Es inútil que tomáramos medidas ahora para ir retomando el mercado argentino que hemos perdido, porque si lo hiciéramos individualmente o con medidas más o menos fragmentarias o aleatorias, no habríamos conseguido nada. Esto hay que hacerlo en forma integral, si no, las soluciones van a ser todas aleatorias. Es un asunto que hay que encararlo en una acción de conjunto para terminar con lo otro e imponer lo nuestro. Las pequeñas acciones llevan pequeñas soluciones y la solución de este aspecto no puede ser pequeña, ha de ser una gran solución.

Por eso, después de lo conversado, les voy a pedir que los jueves por la tarde, al menos por una temporada, realicemos conversaciones, unas veces con literatos, otras con pintores, otras con escultores, es decir cada vez con una de las actividades en que ustedes pueden fraccionarse gremialmente, para ir así ajustándonos en una discusión más personal e inmediata, a una tarea de conjunto. Mientras ustedes, con la buena voluntad que tienen, tratan de formar una agrupación o sociedad que los reúna para trabajar en conjunto, nosotros les haremos llegar oportunamente las tareas de estudio general, problemas que solamente pueden resolver ustedes que están bien compenetrados de los distintos aspectos de cada una de esas cosas.

Realizado esto, pondríamos en marcha el organismo para que el que es necesario considerar dos aspectos fundamentales: la organización y los hombres y en materia de hombres deseo que ustedes sean quienes los elijan, dentro de esa organización que se va a encargar de todo lo que representa la cultura.

Esa sería la acción que desarrollaríamos todos nosotros; yo soy un soldado, más cuando debo trabajar en una cosa como esta.

Después de responder breves aclaraciones formuladas por algunos de los señores presentes vinculados al problema de la burocracia, expresó el general Perón:

Esa es una cuestión que tenemos actualmente en estudio. Tendría que hablar mucho si debiera referirme a la administración. Comenzaría por decirles que cuando llegamos al gobierno lo primero que hice fue preguntar cuántos empleados teníamos, cuántos cobran, dónde están. El Estado no tenía ese dato, y no lo tenía porque no tenía el haber patrimonial que ahora hemos inventariado. Ese es, señores, el estado natural de nuestra organización. Nosotros hemos hecho ya el censo de los empleados y funcionarios del Estado, del cual no se disponía. Ahora de allí, pasamos a la racionalización, que estamos estudiando y eso está ligado a toda nuestra legislación.

La ley de contabilidad determina lo que debe hacerse en cuanto a expedientes y había que hacerlo.

Mientras no hagamos un estudio y una revisión total de nuestras leyes, no podremos modificar esa situación. Por ejemplo, cuando yo estuve en el Ministerio si moría un oficial o un soldado no había ningún trámite que cumplir; en cambio si moría una mula yo tenía que firmar el acta de defunción. La ley de contabilidad que nosotros tenemos y que recién hemos cambiado, es otro anacronismo tremendo, sobre todo en estos tiempos en que la oferta y la demanda han influido en la transformación y orientación del mundo.

Es necesario ponernos al día, andar en aeroplano y no utilizar la navegación a vela en cuanto a nuestras leyes. Todo eso es materia de reforma sucesiva; no se puede hacer de golpe, porque si no vamos a provocar un caos y no podremos entendernos unos con otros. Yo he sido un enemigo del “dele trámite” porque mata la inteligencia y el amor a la responsabilidad. Nosotros tenemos que establecer que el que recibe un expediente lo resuelve, para que el mismo no pase de una oficina otra.

Tras otro breve intercambio de ideas con los asistentes, el General Perón terminó su exposición expresando:

Entonces, concretando, para dejar una cosa establecida, ustedes de acuerdo con el Presidente de la Comisión Nacional de Cultura organizarían una comisión que tuviese en su seno la representación de cada una de las actividades para estudiar los asuntos de conjunto y después subcomisiones para cada una de estas ramas, para estudiar los asuntos particulares. Entonces nosotros formaríamos en la Secretaría Técnica con la Comisión Nacional de Cultura, un Consejo para estudiar estos asuntos, hasta que realicemos la reorganización definitiva de la Subsecretaría de Cultura y así tendremos el organismo y los hombres, con lo que se habría logrado nuestras aspiraciones.

 

 


 

*En el Salón Blanco de la Casa de Gobierno, el presidente de la Nación, general Juan Perón, recibió el de 13 de noviembre por la tarde, la visita de un numeroso núcleo de intelectuales y artistas argentinos.

El general Perón hizo ante ellos una amplia exposición relacionada con la extensión de la cultura, aspecto que contempla el Plan Quinquenal y que fue abordado por el primer mandatario en forma completa, poniéndose a disposición de los asistentes para aclarar conceptos y fijar la posición del gobierno frente al movimiento intelectual argentino.

Asistieron a la entrevista escritores, historiadores, novelistas, poetas, artistas plásticos, músicos, ensayistas, cuyos nombres se mencionan a continuación: José María Castro, Alfredo Guido, Carlos Ibarguren, José León Pagano, Ricardo Rodríguez, Raúl Silva Montaner, Jesús H. Paz, Gustavo Martínez Zuviría, Felipe Barreda Laos, José María Rosa (hijo), Alfredo Díaz de Molinas, Antonio P. Castro, E. M. S Danero, Hipólito J. Paz, Claudio Martínez Paiva y señora, Juan Zocchi, Miguel A. Martínez Gálvez, Enrique W. Philippeaux, Mario César Gras, Arturo Cancela, Atilio García Mellid, Pilar de Lusarreta, Carlos Cossio, Julio V. Otaola, César Pugliese, Fortunato E. Mendilaharzu, Eduardo Colombres Mármol, Juan Zuretti, Raúl de Labougle, Christoval de Camargo, Pablos Ducrós Hicken, Emilio D. Cipolletti, Serviliano Goller, Arturo Lagorio, Homero G. Guglielmi, Félix Molina Tellez, Lisardo Zía, Julio B. Jaimes Répide, Bartolomé Galíndez, Raúl Scalabrini Ortiz, capitán de Fragata Jacinto R. Yaben, Carlos María Gelly y Obes, Roberto Vagni, Rodolfo Franco, Luis Perlotti, Hector Rocha, Francisco Prado, Josué Quesada, Héctor Villanueva, José Luis Cordero, Héctor Sáenz Quesada, Rómulo Amadeo, León Rebollo Paz, Jose M. Espigares Moreno, Pedro Miguel Obligado, Juan Carlos Oliva Navarro, Juan Alfonso Carrizo, Magdalena Ivanesevich de D’Angelo Rodríguez, Aurelio García Elorrio, Ernesto Mario Barreda, Juan Carlos Goyeneche, Mario Molina Pico, Manuel Villada Achával, Carlos Abregú Virreira, Carlos Astrada, Arturo Cambours Ocampo, Armando Cascella, Raúl Quintana, Padre Virgilio Filippo, Padre Luis Gorosito Heredia, Manuel Gálvez y señora, José María Castiñeira de Dios, Ramon Doll, teniente coronel Agustín G. Casá, Carlos Ibarguren (hijo), Federico Ibarguren, Vicente Fidel López, Rafael Jijena Sánchez, Manuel Gómez Carillo, Alberto Vacarreza, Jorge Luna Valdéz, Enrique González Trillo, Benito Quinquela Martín, Olegario V. Andrade, Luis Ortiz Behetty, Carlos Alberto Silva, Horacio Schiavo, Jorge Luna Valdéz, Enrique Stieben, Rosauro Perez Aubone, Leopoldo Marechal, Hector C. Quesada, A. Armanini, Carlos de Jovellanos, Joaquín Linares, Arturo Mom, Romualdo Ardisone, Martín Gil, Arturo Carranza Casares, padre Julio Menvielle, José Yepes, Juan José de Soiza Reilly, Paulino Mussacchio, José Imbelloni, Raúl Salinas y Juan Carlos Moreno.

Al aparecer el presidente de la nación acompañado por el secretario técnico de la Presidencia José Figuerola, fue saludado por la concurrencia puesta de pie. Acto seguido, el general Perón estrechó la mano de cada uno de los circunstantes, luego de lo cual ocupó un sitio de honor bajo el busto de la República, frente a su mesa de trabajo.

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