CARTA A FACUNDO QUIROGA (03-02-1831)
1831Buenos Aires, febrero 3 de 1831.
SEÑOR GENERAL DON JUAN FACUNDO QUIROGA.
Mi distinguido amigo: Me es honroso acompañar a usted copia del tratado de este gobierno y los litorales de Santa Fe y Entre Ríos. Los deseos de los aliados, sus pensamientos, su marcha política en suma, la verá usted tan expresada en los respectivos artículos, que al primer golpe de vista hallará haber sido nuestro objeto consultar la libre expresión de la voluntad de los pueblos, la conveniencia de sus derechos y el respeto recíproco a su independencia. Es, pues, el tratado en copia el verdadero documento que instruye de la conducta política de Buenos Aires y sus aliados.
Particularmente quiero con más extensión explicarle mis sentimientos. Usted sabe que el libertarlos del yugo que los oprime y que les sean restituidos los goces de sus garantías sociales es nuestro principal anhelo. La protección misma que dispensará usted a los que hoy oprime el despotismo militar, las hará conocer que va a combatir, libertar hermanos y no a sacarlos de una esclavitud para que entren en otra.
La consideración religiosa a los templos de! Señor y a sus ministros, conviene acreditarla. Antes de ser federales eramos cristianos, y es preciso que no olvidemos nuestros antiguos compromisos con Dios; así como protestamos respetar los que hemos contraído como buenos ciudadanos.
Disimule usted si pareciere minucioso. Conseguido el objeto soy de sentir que no conviene precipitarnos en pensar en Congreso. Primero es saber conservar la paz y afianzar el reposo; esperar la calma e inspirar recíprocas confianzas antes que aventurar la quietud pública.
Negociando por medio de tratados el acomodamiento sobre lo que importe el interés de las provincias todas, fijaría gra¬dualmente nuestra suerte; lo que no sucedería por medio de un congreso, en el que al fin prevalecería en las circunstancias la obra de las intrigas a que son expuestos. El bien sería más gradual, es verdad; pero más seguro. Las materias por el arbi¬trio de negociaciones, se discutiría con serenidad; y el resultado sería el más análogo al votQ de los pueblos y nos precavería del terrible azote de la división y de las turbulencias que hasta ahora han traído los congresos, por haber sido formados antes de tiempo. El mismo progreso de los negocios así manejados, enseñaría cuando fuese el tiempo de reunir el congreso; y para entonces ya las bases y lo principal estaría convenido y pacífi¬camente nos veríamos constituidos.
Este modo de pensar procede del mayor deseo por el bien¬estar solícito y benéfico de los pueblos. Me estremece la sola idea de que se proyecte algún día andar el propio camino que nos ha sumergido en sangre y desolación. Usted se per¬suadirá que un semejante pensamiento no es el del aislamiento, y sí es el que nos ha de salvar de que ninguno llegue a dominarnos.
Quiera usted, mi amigo, persuadirse de la sinceridad con que lo aprecia su afectísimo.
JUAN MANUEL DE ROSAS
[En La Gaceta Mercantil, N* 2301 de 5 de octubre de 1831.]
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