No es ninguna novedad la continua persecución y proscripción que soporta el verdadero Movimiento Peronista –entiéndase no pejotismo- y por sobre todas las cosas el pensamiento de nuestro recordado e inmortal Juan Domingo Perón, que nosotros mediante espacios como este defendemos, y estén seguros que si fuese necesario, muchos lo haríamos hasta con la vida.
Podríamos afirmar que todas estas actitudes antinacionales y vende patrias antecedidas entre otras a la de un 3 de Febrero de 1852, prosiguieron en Junio de 1955 con un brutal bombardeo cobarde, aun impune, cuyos actores principales, aquellos mismos que presionaran el botón que soltasen las bombas sobre el pueblo en Plaza de Mayo, hoy se jactan orgullosamente de lo acontecido y se rasgan las vestiduras declarando "lo volvería a hacer". Aquí no hubo ni habrá justicia.
Los triunfos electorales posicionan sólidamente pero no dan cheques en blanco. El arrollador triunfo por casi el 54% no puede llamar a errores. La victoria reafirmó la confianza del pueblo pero, a su vez, abre incógnitas y desafíos.
Luego del fallecimiento del ex presidente Néstor Kirchner, más allá del dolor popular y constitución de "mito fundante", las dudas giraron en torno a la gobernabilidad. Los hechos demostraron que Cristina, más allá de su capacidad intelectual, estuvo a la altura de las circunstancias.
Uno de los acontecimientos que mas recordamos, tanto por el momento de angustia, como por la gloriosa reacción espontánea y heroica del verdadero pueblo aparentemente desorganizado de puertas afueras, pero efectivamente organizado puertas adentro, y que como en mi caso rememoramos entre las líneas de algún que otro libro o en esas charlas interminables con personajes de aquella gloriosa época, es el de la RESISTENCIA PERONISTA. Pero hubo y hay otras.
Esa claro. El único argumento que la oligarquía prevé como respuesta política a las demandas populares es la violencia expresada en todas las dimensiones sociales. Quienes ayer atacaron a los movileros de C5N dieron cuenta de ello a través de una ideología monolítica, centrada en el más acérrimo individualismo y servilismo cognitivo.
El pasado año, un gremialista forjado en lo que todavía queda del molde de un sindicalismo peronista doctrinariamente ortodoxo movió el avispero de la matrix mediática, política y cultural al proclamar vos en jarro, y seguramente con un tono aguardentoso, que cierto sindicalismo alternativo representaba una especie de zurda loca.
El bestiario anestesiado en el sopor de lo políticamente correcto se vio de golpe sacudido de un tirón y arrojado de esa siesta de pachorra intelectual custodiada por lo medios de comunicación masiva, las cátedras universitarias, los estrados judiciales y financiada desde los sectores patronales y de “filantrópicas” ongs del dinero.
Nada nos sorprende. Fallecido nuestro estimado Néstor Kirchner nos zambullíamos a la Plaza para despedir al compañero, al militante. Llegábamos bien tarde a casa buscando desesperadamente alguna sobrenatural explicación. Lo que nos parecía desafortunadamente lógico era la cintura de la oposición sacando algún provecho electoralista hasta en la muerte, que dicho sea de paso nomas, para nosotros la muerte ES VIDA, SENTIMIENTO Y POR SOBRE TODO FUTURO. Esto les duele. Nosotros lloramos nuestros muertos queridos, ellos son cadáveres políticos.
La democracia se fundamenta en un contrato en el que los ciudadanos transfieren el poder a sus representantes, comprometiéndose a la obediencia a cambio de protección. La administración de la culpa es la estrategia de disciplinamiento que utiliza la democracia en el caso de Estados protectores: los representados saben que la desobediencia trae como consecuencia el peso de la ley.
“Todos los sectores sociales deben estar unidos verticalmente por el destino común de la Nación.
Se hace imposible pensar la política social sin una política nacional” Arturo Jauretche
Ensayando una definición de una palabra tan interesadamente divulgada por sus propios actores como lo es “progresista” nos zambullimos a descifrar su significación a través de nuestra interpretación. Una más, la nuestra. No por ello es única. Es una más que sirve de aporte a la definitiva reconstrucción de la Patria que entendemos no se realiza sin un debido y respetuoso debate, reconociendo e incluyendo a TODOS sus actores pero que coincidan en un objetivo innegociable: la felicidad del pueblo.
Podríamos señalar que dentro del amplio espectro de indefinición y “libertad” de pensamiento que dicha palabra admite, no es erróneo definirla como al individuo que promulga y defiende el progreso del ser humano fundamentalmente en lo social. Hasta acá muchos subimos a este bondi.
Pido permiso señores de la Academia de historia y del CONICET, como dice el tango- Soy doctora en Sociología de la UNAM y no de Historia, pero puedo explicar porque escribo así.
No es la misma, la construcción simbólica de la realidad y de la historia a través de la palabra, la conceptualización o las diversas formas simbólicas de la estética cuando se realiza con total libertad que bajo las recurrentes dictaduras que asolaron Nuestra América.
Pareciera ser que las definiciones y acciones políticas legadas años atrás por enormes figuras políticas de nuestro país han pasado a ser simple vidrieras, valga la paradoja, para denostarlos. Lo que en algún momento imprimiera Eva Perón sobre nuestra obligación política de que en cada rincón donde encontráramos una necesidad trabajáramos fuertemente en imponer un derecho social, es distorsionado por una realidad que aqueja y crece.
El positivismo ha hecho estragos en las ciencias sociales, pero fundamentalmente en la pretendida ciencia del derecho. Así, muchos profesionales que egresan de las carreras de abogacía en Nuestra América, generalmente siguen homologando el “derecho” con la ciencia experimental, como lógica deductiva y matematizada, desconociendo que los pueblos y los hombres no son de laboratorio, ni hay leyes universales en la historia; que los experimentos no son químicos, ya que se enfrentan dolorosamente con culturas diferentes, con conciencias y voluntades históricas que son irreproducibles.
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