Carta a John W. Cooke (11-07-1956)
Colón, 11 de julio de 1956
Señor Dr. D. John W. Cooke
Buenos Aires.
Mi querido amigo:
Aún cuando no sé si esta carta llegará a sus manos no deseo por lo menos dejarlo de intentar. Por ello la remito por intermedio de Montevideo en previsión de que usted aún pueda estar en comunicación con alguien allí, a pesar de que, al no haber recibido contestación a mi anterior, he supuesto lo peor referente a la posibilidad de su contacto con el "mundo exterior". Si así no fuese me alegraría mucho.
No sé si serán ciertas las versiones de las nuevas canalladas a que han estado ustedes expuestos por parte de los sicarios de la Tiranía pero, por si ello es cierto, usted verá en las directivas adjuntas que le vamos a contestar poco a poco con las mismas medidas. Ya no es posible seguir poniendo la otra mejilla. Ahora le vamos a poner otras cosas que aseguro que no los va a hacer muy felices. Se acabaron los pacifistas y se acabaron para siempre. Sin necesidad de decirlo, lo vamos a nacer y han de rendir cuentas de cuanto han hecho con nuestra gente.
Si fuera posible, estas directivas deben ser distribuidas profusamente allí, porque es indispensable comenzar por hacer desaparecer un poco de incertidumbre que hay entre la gente peronista, como consecuencia de los hechos pasados que muchos creen que ha sido un fracaso nuestro, influenciados por las mentiras que propalan las radios y los diarios de la canalla dictatorial.
Volvemos a empezar cuando debíamos estar terminando, porque a pesar de que hace cinco meses que vengo insistiendo en la necesidad de dedicarse sólo a la resistencia, muchos dirigentes, atraídos por un golpe de fortuna de una acción militar, descuidaron ésta para entrar en un golpe militar que a pesar de ser intrascendente e inoperante costó preciosas vidas de la mejor gente.
Para el pueblo no será nunca una solución salir de las manos de una dictadura militar para caer en las de otra. O se libera solo, quizá con alguna colaboración militar, o no se liberará nunca. El caminí está en la resistencia civil. Tenemos una inmensa masa popular con nosotros, pero, las medidas tiránicas la han desorganizado y la persecución más cruel ha impedido toda acción para reconstituir los cuadros que se encuentran en las prisiones en número impresionarte. Entonces debemos recurrir a la organización clandestina a base de los dirigentes que en gran número están decididos y prontos para actuar. Esa inmensa masa no tiene ningún valor si su estado de inorganicidad no permite conducirla con unidad de acción.
Como usted verá por las directivas se trata de1 una cosa vieja pero muy eficaz si se realiza con intensidad y extensión. Todo el secreto estriba en que nuestra gente conozca lo que hay que hacer. Por eso es necesario llegar a cada peronista, si es posible, con estas directivas. Yo sé que el Pueblo lo hará y lo hará bien. El odio y el deseo de venganza ya ha sobrepasado todos los límites tolerables hasta en nosotros mismos frente a tanta infamia y espíritu criminal. Es necesario confesar que aunque fuéramos santos tendríamos deseos de descuartizar a los traidores y asesinos de inocentes ciudadanos v prisioneros indefensos. Yo dejé Buenos Aires sin ningún odio pero siento que ahora, ante el recuerdo de nuestros muertos por millares y nuestra gente asesinada en las prisiones, torturada en toda forma y sacrificada con el sadismo más atroz, tengo un odio inextinguible que no puedo ocultar. Me imagino como será el del Pueblo y el de nuestros hombres que lo han sufrido todo. Yo no puedo ni podré nunca ser hipócrita por otras conveniencias políticas que ya poco me interesan.
Un gran abrazo.
Las instrucciones van en sobre aparte por el mismo correo.
PERON
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