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Carta a la Sra. María Raquel P. de Peñalva Torino (13-09-1971)

Madrid, 13 de setiembre de 1971.

A la Señora María Raquel P. de Peñalva Torino

Buenos Aires

Querida Raquel:

Acabo de recibir tu carta del 6 pasado y te agradezco el recuerdo y el saludo que retribuyo con mi mayor afecto, con el pedido que también le hagas llegar a tu marido, a Haydée y a Zulema.

En cuanto a la devolución de los restos de Evita, como tú dices, ha sido para nosotros un hecho positivo pero, aunque los gorilas han querido dar "un golpe" con ello todo se le va a venir abajo cuando el Pueblo pueda ver cómo han dejado el cadáver como producto de la profanación y ensañamiento.

Imagínate que ha estado enterrado en tierra, en un ce­menterio periférico de Milán después de haber pasado "las mil y quinientas" deambulando en el Vaticano y alrededores de Roma. Lo que toda esa gente ha buscado ha sido la des­trucción de los restos; el Vaticano no sé por qué y los gorilas para evitar que el Pueblo mantuviera su mito, pero el tiro les ha salido por la culata. Por un verdadero milagro hemos podi­do restaurar totalmente el cuerpo embalsamado y cubierto por una capa de parafina que, en último análisis ha sido lo que ha impedido su destrucción después de estar en la tierra, que pudrió totalmente la madera del cajón y hojalata interior del mismo. Isabelita y las hermanas de Evita que han pasado con nosotros estos días, han trabajado casi una semana sin des­canso, al cabo de la cual, creo que lo peor ha sido subsanado.

Verdaderamente, al presenciar estas cosas, uno no puede sino pensar que los marinos y militares que se han prestado para semejantes actos, que no los cometen ya ni los negros del Con­go, son individuos que no solo deshonran a su profesión sino también a su Patria, porque ensañarse cobardemente con un cadáver es un acto tan miserable que no merece calificativo humano. Sin embargo, esos mismos miserables, que fueron capaces de semejante vileza, quieren ahora que les agradezca­mos que nos devuelvan los despojos.

Y todavía creen estos cochinos que yo anhelo vestir el mis­mo uniforme de los que han sido capaces de semejante hazaña. Se pueden guardar su uniforme deshonrado, su título y su grado que a mí no me interesa. Yo no puedo ser camarada de semejantes ejemplares. Me basta y me sobra con ser sola­mente Perón y no quiero agregar a mi apellido honesto un título definitivamente deshonrado ante el Pueblo y ante todo el que tenga un poco de dignidad. Hay un castigo del que ja­más se libran los profanadores de cadáveres.

Buenos Raquel, te ruego que trasmitas mis saludos a tu familia y aceptes, junto con mi saludo más afectuoso y el de Isabel, mis mejores deseos.

Un gran abrazo.

Firmado: Juan Perón.

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