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Carta al Sr. Benito Llambí (22-01-1971)

Madrid, 22 de enero de 1971.

Al Sr. Benito Llambí

Montevideo

Mi querido amigo:

He recibido su carta del 20 de diciembre próximo pasado y le agradezco el recuerdo y el saludo que retribuyo con m mayor afecto. Me ha emocionado profundamente el comenta­rio suyo sobre mi ilustre amigo Doctor Don Víctor Haedo, porque siempre he guardado para él y su sincera amistad, un recuerdo muy cariñoso. Sin duda alguna ha sido uno de los más ilustrés ciudadanos del Uruguay, buen amigo y de una con­ducta invariable en su hombría de bien. Encargué a Paladino y a Vicente que me hicieran presente con mis más sinceras condolencias ya que en el momento de su fallecimiento me encontraba ausente de Madrid.

Recuerdo siempre mis largas charlas con Haedo en la Resi­dencia (presidencial): era un gran Americano y, en el fondo, un justicialista como nosotros, por eso no me extraña su simpa­tía por los peronistas. Era sin duda uno de los más evolucio­nados políticos del Continente, pues unía a su clarividencia un alto espíritu de justicia, sin alardes ni exteriorizaciones inú­tiles. Por todo ello no me extraña que el periodismo uruguayo le haya rendido homenaje sin ninguna nota discordante. Con­migo intimó mücho en los días de mi Gobierno y tengo de él un conocimiento como para penetrar profundamente sus ideas. Era un hombre y un amigo cuya desaparición se llega a sentir muy hondamente.

En fin amigo Llambí, si lanzara mi recuerdo, tendría mu­chas cosas que contarle de su ilustre suegro. Recuerdo, entre otras circunstancias, que con motivo del desfile militar del 9 de julio de 1949, le invité al Palco Presidencial para que pudiera desde allí verlo mejor y lo coloqué al lado mío. Era la época en que no marchaban nuestras relaciones con el Gobierno uru­guayo de ese entonces. Naturalmente que antes de darle una colocación tan llamativa, le pregunté si ello podía traerle algún inconveniente. El me contestó: "Yo tengo un gran honor en estar a su lado y me importa poco lo que pueda pensar o decir Batlle Berres". Un gesto de carácter e independencia poco co­mún en los políticos que a menudo suelen hilar demasiado fino. Fue precisamente desde ese día que nació entre nosotros una verdadera amistad.

Baste decir por ahora que todos esos recuerdos se transfor­man en profundo sentimiento de pena por su desaparición, precisamente, en el momento en que podía estar más tranqui­lo en su patriarcal situación, ganado a través de una vida de amor y utilidad para su Patria. Que Dios lo tenga en su gloria.

Un millón de gracias por sus amables palabras y su ofreci­miento. A Usted como a Haedo lo conozco desde hace ya un cuarto de siglo y sé bien de sus calidades y cualidades. Por eso valoro debidamente su noble actitud para conmigo. No olvide que en 1945, desde las mismas trincheras, combatimos juntos y que desde entonces hemos permanecido fieles a los princi­pios que nos movilizaron. El tiempo ha pasado, hemos tenido el placer de servir a la Patria en la forma en que hemos creído justa, hemos sufrido los golpes inevitables de la larga lucha y, ahora, comenzamos a comprobar que teníamos razón y que todo parece presagiar un éxito que si no podremos nosotros gozar, lo disfrutarán nuestros descendientes y nuestra pobre Patria, tan azotada por el infortunio provocado.

Le ruego que en nombre de Isabelita y mío haga llegar, junto con nuestro saludo más afectuoso, nuestros mejores de­seos a su Señora suegra, a la Señora Beatriz y a sus hijitos. Que el año que se inicia les colme a Ustedes de ventura y que pronto tenga yo el placer de poderlos abrazar. Un gran abrazo.

Firmado: Juan Perón.

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