Carta al Dr. Carlos A. Disndro (25-08-1967)
Madrid, 25 de agosto de 1967
Señor Dr. D. Carlos A. Disandro
LA PLATA
Mi querido amigo:
He leído su magnífica carta del 24 de julio que recién hoy me llega porque el correo establecido parece que anda un poco lerdo. Me han llegado todos paquetes juntos por lo que deduzco que han estado detenidos allí durante un largo tiempo. Esta carta se la envío por intermedio del Mayor Bernardo Alberte, Secretario General del Movimiento y va a la mano. El le informará además al respecto de la famosa Junta de la Populorum Progresio y sus andadas. Como seguramente Alberte no tendrá una información completa al respecto, le he pedido que hable con Usted a fin de ponerse en onda si no lo está.
Desde su excelente información y su juiciosa apreciación, con las cuales concuerdo en absoluto, se llega a penetrar este problema en su verdadera dimensión pero, por lo pronto, todo coincide con los métodos que a menudo suele emplear esta clase de gente. Convendrá entonces que todos nos pongamos en la tarea de hacer conocer esta realidad a los compañeros del Comando Táctico a fin de neutralizar toda maniobra vaticanista y evitar nuevos divisionismos que pueden ser aun más peligrosos que los que ya hemos impedido.
Me he permitido, por eso, hacer llegar al compañero Alberte su informe. El podrá utilizarlo allí mucho mejor que yo, ya que lo considero de un gran valor para nuestro futuro proceder hacía los sectores que de una manera directa o indirecta están sirviendo intereses insidiosos en perjuicio de la cohesión de nuestro Movimiento.
He leído ya casi todas sus conferencias y publicaciones que tienen un contenido excelente y esclarecedor, entre ellas la Conferencia sobre la Sinarquía y la sobre Brasil, como asimismo las anteriores y posteriores publicaciones. El método seguido e formar repetidores es de lo más efectivo, como que en esta clase de acciones si se necesita un hombre de acción son necesarios miles de predicadores que se distribuyan por todo el país; hay que pensar que nada es tan efectivo en la difusión como el elemento humano cuando es apropiadamente elegido y preparado. Su acción en este sentido tiene un valor extraordinario y le pido que siga en su tarea: decía Eva Perón que "de maíz en maíz, un loro se comió un maizal". La perseverancia suele ser la mejor compañera de la inteligencia.
Terminada la primera etapa que, como Usted, creo ya realizada aunque haya sido dura y trabajosa, creo que debe seguir con la segunda que le permita impartir la misma enseñanza a compañeros capacitados que se reúnan allí para escucharlo, para llevar su interesante palabra al interior porque estoy seguro que allí pronto empezarán también a llegar los de la maléfica combinación vaticanista. A ese respecto escribo también al Mayor Alberte. El candidato de la maniobra de dividir y derivar no me ha visitado, sé que viajó a Roma, pero su anunciada visita no se ha producido, de lo que me alegro infinitamente por muchas causas. En caso que esa visita se realizara, yo ya estoy y soy uno de los por Usted esclarecidos y sabré a qué atenerme al respecto. Yo hago como ellos: simular, que es la única arma frente a los simuladores. Todo depende de no dar apoyo de ninguna clase a esta alimaña, ni allí ni aquí.
Me habían pedido un mensaje sobre el Justicialismo y la Populorum Progressio que no he querido hacer todavía para evitar que se pudiera aprovechar como apoyo de esta gente que tan bien ha desenmascarado Usted a través de una investigación excelente que pone en evidencia a través de tos distintos hechos toda la maraña de insidiosas intenciones y acciones. Por eso, le envío al Mayor Alberte su carta que considero de un valor decisivo para una apreciación que nadie puede hacer apropiadamente si no está informado con el detalle y la penetración con que Usted ha logrado hacerlo. Indudablemente esta información es mucho más importante allí que en Madrid. A mí me basta estar en claro, como quedo después de su informe, para evitar que pudieran sorprenderme, dado que esta gente procede con la mayor insidia y los métodos jesuitas.
Ya hemos hablado con Remorino y con Alberte con respecto a esta cuestión pero en ese momento no tenía yo el detalle informativo que Usted ha tenido la amabilidad de hacerme llegar, de modo que, aunque no me gustaban ni tos hombres ni el rumbo, ya establecimos que debíamos tener sumo cuidado con el movimiento que se insinuaba en esta dirección. Estoy seguro que si ellos conocen lo que Usted informa, todo se podrá realizar, neutralizando el grave peligro de servir, por desconocimiento, los designios indudablemente insidiosos puestos en marcha con la apariencia de peronismo, cuando los móviles son otros muy distintos.
No debe Usted tener preocupación alguna por los celos que pudieran provocarse porque tanto Alberte como Remorino son hombres que están muy enema de esas cosas y proceden con la mayor grandeza. Yo les conozco a fondo y sé bien que en su espíritu no se despertaran jamás sentimientos pequeños o que no sean los que lealmente sirven para la relación entre los caballeros. Si ellos tienen algo que decirle, son de los que dicen las cosas abiertamente, nunca en otra forma. Que otros dirigentes llegaran a pensar otra cosa, no tiene ninguna importancia, frente a la importancia decisiva que este asunto puede tener. Sin perjuicio, junto con esta carta, escribo a Alberte, quien enterará también a Remorino.
Muchas gracias por todo. No deje de escribirme porque yo necesito la información valiosa de este carácter más que la que me llega todos los días sobre asuntos de detalle, muchas veces intrascendente. Yo que veo como se las manejan aquí los agentes del mismo carácter que los que me cita en su informe, puedo comprender mejor la extraordinaria verdad que encierran sus palabras. No olvide que me encuentro precisamente en un medio donde estas sibilinas combinaciones se producen lados los días, se desarrollan durante largó tiempo y terminan por neutralizarse entre ellas por el exceso de sus propias acciones.
Le ruego que salude a los demás compañeros. Un gran abrazo.
Juan Domingo Perón
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