Skip to main content

Carta a Alejandro Leloir (10-03-1957)

Caracas, 10 de marzo de 1957.-

Al Compañero "Pécari"(Sr. Alejandro Leloir) Buenos Aires

Mi querido amigo:

Contesto su carta del 18 de febrero pasado y sus palabras me satisfacen como peronista, así como comprendo toda la in­tensidad con que la canalla dictatorial ha ejercido el más infa­me de los despropósitos, que ha llevado a nuestra gente a la de­sesperación y a la rebelión total. Miles de ciudadanos encarce­lados, torturados física y moralmente, fusilados, masacrados, perseguidos y escarnecidos por las bandas de asesinos y ladrones que representan a este "gobierno" de alimañas, han escrito pa­ra nosotros las "tablas del sacrificio peronista" que no en vano gravitan ya sobre nuestros espíritus y sobre nuestras decisiones. Por eso recibo sus palabras de virilidad y de intransigencia con

todo mi regocijo de amigo y de peronista.

El Movimiento Peronista, en todas sus formas y agrupacio­nes ha nacido al influjo de una misión, que es su razón de ser: "Dar al Pueblo lo que le corresponde". Eso es lo que ningún pe­ronista puede olvidar. El día que no cumpliésemos esa misión, el Peronismo habría dejado de tener una razón de existir. Du­rante diez años hemos cumplido fielmente esta misión y el Pueblo lo entiende así.

La mala dada aventura de los marinos y militares al servicio de las fuerzas de la reacción y mercenarios de los intereses forá­neos, han quitado al Pueblo lo que nosotros le habíamos dado y lo han sumido nuevamente en la miseria, la tiranía y la explota­ción. La economía ha vuelto de nuevo al coloniaje y la sobera­nía de la Nación al vasallaje que nosotros combatimos y deste­rramos.

El deber de la hora, para el Movimiento Peronista, no puede ser otro, precisamente, que devolver lo que la canalla dictatorial ha quitado al Pueblo. Toda otra consideración ha pasado a se­gundo término. Los que piensen que el deber de este momento puede ser el de pacificar la Nación y complicarse en soluciones a espaldas del Pueblo y en su perjuicio, están traicionando la misión que nos corresponde cumplir. Si se nos cierran los cami­nos pacíficos debemos prepararnos para obtener el objetivo por los violentos aunque éstos sean todo lo cruento que se pueda imaginar.

En mi concepto este es el punto de partida para poder en­cuadrar el momento que vivimos en la verdadera situación que vive la Patria. Al declarar fuera de la Ley al Peronismo, la dicta­dura que azota al país, ha pretendido anular la voluntad sobera­na del Pueblo para someterla a los dictados de una minoría usurpadora que, en nombre de intereses impopulares pretende dictar la ley a una mayoría absoluta y consciente de la verdad y la justicia que la asiste. Luego, para perpetuarse en el Gobierno o prolongarse a través de un Gobierno que le cubra las espal­das y les asegure el "cogote" en peligro, pretenden dejar sus su­cesores asentados sobre el fraude y la estaba a la opinión públi­ca, sin darse cuenta que se trata de un problema de opinión que no ha de resolverse sino mediante la opinión. La fuerza podrá posponer la solución de ese problema, pero no lo podrá resolver.

Una mayoría que se dejara burlar de esta manera sería res­ponsable de veinte años de anarquía que envolvería a la Nación con las consecuencias previsibles. Por esa razón no debemos consentir que se de escape político a esta dictadura, afirmando ya en 1945 que "la era del fraude había terminado". Ese, que es uno de los derechos del Pueblo, debe merecernos el respeto que nos haga accionar con todo lo que tenemos para evitar el regreso de las peores épocas de la República, aunque para conse­guirlo tengamos que empeñarnos en una larga y sangrienta lucha.

El Pueblo Argentino es justicialista y nuestra doctrina es la suya. Los usurpadores han cerrado el camino para que ese pue­blo pueda imponerla mediante la solución de los comicios como corresponde a la verdadera democracia que dicen defender; en consecuencia, no nos queda otro camino que el de la violencia para hacerlo. La derogación por decreto de la Constitución Na­cional Justicialista, está indicando que la dictadura acciona con­tra el Pueblo y contra su verdadera doctrina, no contra un parti­do o un Movimiento político y menos aún contra un hombre. Pudo haber vetado a un hombre pero no puede vetar a un pue­blo, prohibiendo su doctrina y anulando arbitrariamente la Constitución que este Pueblo se dio en ejercicio de sus derechos más soberanos. Por eso debimos luchar, porque se trata de des­truir al Pueblo y sus conquistas.

No se trata aquí de soluciones para los dirigentes ni de satis­facer ambiciones de poder o de gloria para nadie, porque eso no tiene importancia alguna frente a la tragedia del Pueblo que lo ha perdido todo. Lamentamos como el que más la suerte de miles de compañeros que gimen hoy en las mazmorras de la tiranía y nos solidarizamos con ellos en ese dolor y en ese sacrifi­co Pero el momento impone luchar a los que quedamos en condiciones de hacerlo, con los medios y mediante las formas que se nos presenten como más adecuadas. Sólo así podremos defender al Pueblo y servirlo.

Me han ofrecido soluciones para mí de toda clase desde que salí de Buenos Aires en 1955, pero, hubiera sido una indignidad y una traición, si yo obedeciendo a mis intereses más que a mis ideales, hubiera aceptado alguna de ellas. Yo no tengo proble­ma, el que lo tiene es el Pueblo Argentino y, en consecuencia, la única solución para mí es aquella que devuelva al Pueblo su soberanía sojuzgada, sus conquistas suprimidas y sus derechos conculcados. Creo que todos los peronistas han de pensar de la misma manera porque de lo contrario demostrarían que no son peronistas.

En los primeros días del año 1956, perdidos todos los con­tactos con los dirigentes, mientras estaba exilado en Panamá, establecí conexiones y enlace con el doctor John W. Cooke que, desde la cárcel, me comunicaba que en vista de la disolu­ción del Partido Peronista, él había constituido el Comando Peronista en la Capital, para enfrentar la lucha a que nos lleva­ba la canalla dictatorial. Desde ese día no hemos perdido el mencionado contacto. Fue por su intermedio que pude vivir la situación y hacer llegar mi palabra a los compañeros de todo el país. Por sus enviados supe el estallido de la Revolución del 9 de junio de 1956 y por él he conocido las ulteriores informa­ciones sobre la situación actual. A él le he hecho llegar mis di­rectivas y en él delegué en aquella ocasión mi representación total en el país, ya que era necesario que alguien pudiera resol­ver lo que se presentara con perentoria premura, sin esperar una consulta conmigo. Como los intentos de asesinarme de la dic­tadura, llegaban a mí a través de sus enviados, algunos de los cuales fueron detenidos y otros corridos, ponían en peligro que cualquier día pudieran lograr su intento, mandé al doctor Cooke un documento en el que lo declaraba mi reemplazante en caso de muerte.

El doctor Cooke fue el único dirigente que se conectó a mí y el único que tomó abiertamente una posición de absoluta in transigencia, como creo yo que corresponde al momento qué vive nuestro Movimiento. Fue también el único dirigente que sin pérdida de tiempo constituyó un Comando de lucha en la Capital que confió a Lagomarsino y Marcos, mientras él estu­viera en la cárcel. Fue también el único dirigente que mantuvo- permanente enlace conmigo y que, a pesar de sus desplazamien­tos de una cárcel a otra, pudo llegar siempre a mí con sus infor­maciones y yo a él con mis directivas. Es así que, habiéndose visto en la necesidad de romper los documentos que yo le había enviado para que no cayeran en manos del enemigo, le ratifiqué los mismos en el mes de febrero. '|H

Durante este año y medio me ha sido dado organizar aj todos los exilados políticos que en el mundo deambulan detrás de su comida, en Comandos de Exilados y hoy tenemos una ex­traordinaria organización exterior, que cubre casi la totalidad-de los países que nos interesan y desde allí combaten por todos los medios a la canalla dictatorial, neutralizando la acción de lo paniaguados de su "servicio diplomático" ocupados en ganar buenos sueldos, pasar buena vida y hacer contrabando.

También, suprimido por decreto el Movimiento Peronista una inmensa organización clandestina se ha extendido por todo el país, en la que se ha encuadrado a los peronistas que no defeccionaron y que siguieron firmes en el servicio del pueblo Esta organización distribuida en toda la República se extiende intensifica día a día. Ella es la que realiza la resistencia (moderna forma de combatir a la ignominia) esperando la hora que h de llegar.

El Comando Superior Peronista ha impartido "Directivas Generales para todos los peronistas" y "Directivas General para todos los dirigentes" que habiendo llegado a las organizaciones están en plena ejecución. Nadie puede considerarse pe­ronista si no conoce, no cumple y no hace cumplir esas directi­vas que, por otra parte, no hacen sino repetir lo que el Pueblo quiere y los peronistas anhelan realizar en este negro momento de nuestro destino nacional.

Los que creen que antes que los objetivos del Pueblo, están las acciones de pacificación, han pretendido desconocerlas y su castigo ha sido el que era de esperar: el repudio de las masas populares.

La dictadura, hija de sus propias pasiones, errores y horro­res se ha ido descomponiendo todos los días, hasta llegar al momento en que sólo piensa en "largar" de cualquier manera el Gobierno. Al hacerlo quiere intentar por lo menos dejar a otro que le cuide las espaldas; pero, como no tiene opinión ni siquiera para intentar una elección en la que pueda realizar el fraude, intenta formar un partido oficialista con los recortes y desperdicios de los otros, producidos por la deserción de los que quieren medrar con la dictadura.

Las elecciones de Constituyentes constituirán la prueba y entrenamiento para el fraude de las elecciones generales, si es que se llega a ellas.

¿Cómo es posible que haya alguien entre los peronistas que pueda creer que alguna solución pueda surgir para la justicia y la verdad, en medio de tanta porquería? Y, ¿cómo es posible que, espontáneamente, todo el peronismo como un sólo hombre no repudie semejantes formas de la infamia? Hay que hacer to­do lo necesario para impedir que tales elecciones puedan reali­zarse; impedir así el escape político a la canalla dictatorial que debe sucumbir en el puesto y quedar aniquilada para siempre Por el propio Pueblo que se hará la justicia a que tiene derecho en esta emergencia.

Cualquier otra solución llevará siempre a males peores para la República. Si un Gobierno fraudulento surgiera de esas pseudo elecciones estaría respaldado por el diez por ciento del pueblo ¿Cuánto tiempo duraría, cuando el Pueblo pudiera accionar libremente? En este momento no hay otra solución que la lucha por los medios indicados en las Directivas del Comando Superior Peronista, caiga quien caiga y cueste lo que cueste. Yo veo a través de esa solución, coincidir los intereses del Pueblo con las necesidades de .la Nación y el estado anímico de las masas y cuando estas tres circunstancias coinciden, no hay poder huma­no que pueda torcer el curso de los acontecimientos. Será den­tro de poco, será dentro de mucho, pero será. Y, cuando el odio y el deseo de venganza que estos insensatos han despertado en las masas, salga a la calle en forma de fuerza motriz, no habrá tampoco poder que pueda evitar la masacre que se está preparando mediante la siembra del odio.

Todo eso es favorable a nosotros que, en tanto la canalla dictatorial se descompone, nos "componemos". El ideal, que animó a nuestras masas obreras y peronistas, da continuidad en el esfuerzo, pero no le da intensidad a la lucha. Esa intensidad sólo le da el odio. Si bien nuestro defecto fue no haber tenido odio, hoy todo ha sido subsanado, desde que la dictadura con sus procedimientos y enormidades nos lo ha dado por toneladas. Estamos listos para iniciar la grande y definitiva etapa justicialista en su lucha final. Las revoluciones sociales, como la nuestra, han partido siempre del caos en su consolidación y el caos está cercano, sólo que nosotros debemos acelerarlo y provocarlo y no temerlo. De allí saldrá el pueblo con lo suyo en sus manos y, entonces, ya nadie se lo podrá quitar más.

La descomposición de la dictadura es evidente, el caos eco­nómico que sus despropósitos gubernativos han producido se complementa con la anarquía social que sus abusos han provocado. Las persecuciones sin nombre a la ciudadanía y la acción política interesada en el fraude han llevado este campo a la disolución absoluta. Las Fuerzas Armadas, único sostén de la tiranía han entrado en una etapa de putrefacción indetenible. Mina su disciplina, alterados todos los valores de la jerarquía, contrapuestos al Pueblo, no han de tardar en sucumbir a su propia descomposición ¿Qué le quedará en ese momento a la dictadura? Si la resistencia popular acelera el proceso y la organización clandestina sigue adelante con decisión y con fe, el momento no estará lejano y, cuando llegue el momento, la última palabra es­tará en los labios de quien disponga de una masa organizada y disciplinada en condiciones de obrar con unidad de acción.

Cualquiera que en este momento arrojara a los actuales vándalos que usurpan el poder y los reemplazara, estaría a poco en una situación semejante a la de ellos. Estos "gobiernos espurios" por la propia naturaleza de su procedencia están irre­misiblemente perdidos desde el momento mismo en que usur­pan el poder. El poder es algo así como un hierro al rojo que, para manejarlo, es menester tener las herramientas y estas he­rramientas las da sólo el Pueblo. Por eso no debemos temer a los numerosos "salvadores de la Patria" que en estos momentos pululan por todas partes. Esos son sólo buitres que han olfatea­do el cadáver y se preparan para comer, siempre que los leones se lo permitan. Nada quedará resuelto definitivamente hasta que el Pueblo diga su palabra y nosotros sabemos cuál será la pala­bra del Pueblo. Entre tanto hay que tener buenos nervios y saber esperar. Que la dictadura esté frenética por "largar el go­bierno" es el índice de nuestro cercano triunfo si sabemos mantener una voluntad firme y decidida hasta el fin, como corresponde a una lucha de voluntades, que no es otra cosa la lid política.

La tragedia de todos los que en estos momentos ofician de dirigentes políticos de los partidos permitidos por la dictadura, es la consecuencia de su propia infidelidad al Pueblo: ver a la masa popular, cruzada de brazos, que los observa y espera. Una masa adoctrinada y "plitizada" como la nuestra no es de las que ceden al engaño ni a la concupiscencia. Ella sabe bien que los cantos de sirena son siempre anuncio de tragedia y el Pueblo quiere vivir y resolver su propia tragedia sin la intervención de esas sirenas ya muy conocidas. Podrán haber algunos engaña-; dos, podrán existir algunos felones y tránsfugas, pero la masa popular estará firme hasta el fin. El Pueblo conoce bien sus objetivos y sabe bien lo que quiere, como asimismo quiénes son los que se lo pueden dar. Precisamente el error de los polí­ticos ha consistido en engañarse a sí mismos diciendo que la acción justicialista ha sido sólo demagogia de Perón, sin darse cuenta que la dictadura al cercenar las conquistas, imponer 1 tiranía y despreciar al Pueblo, ha probado precisamente lo contrario. El Pueblo no duda que los dirigentes políticos que acompañaron y dieron respaldo a la canalla dictatorial se confabular con ésta para expoliarlo y escarnecerlo. Por eso ya jamás podrán engañar al Pueblo por más que lo intenten. El mismo Frondizi que ahora intenta "trabajar de peronista", se manifiesta extrañado del repudio de la masa, olvidando que él respaldó 1 masacres de obreros, los fusilamientos, las prisiones y la persecución despiadada y cruel de los ciudadanos, por el delito de n pensar como ellos.

El problema argentino no puede ser juzgado con los conceptos clásicos porque se trata de un hecho nuevo en la historia política argentina. Las soluciones que están a la vista son me mente soluciones políticas, carentes de trascendencia historie Lo permanente es este proceso histórico que los política parecen haber olvidado. Los hechos políticos son meras formas transitorias en tanto el quehacer histórico es el permanente. Por eso nuestro Movimiento es el permanente, en tanto esta revolución reaccionaria es un episodio circunstancial y transito Así, nosotros debemos luchar por la solución permanente y n para salir del paso mediante un subterfugio político.

De acuerdo con las directivas del Comando Superior Peronista hay que organizarse en la clandestinidad y mantener organizaciones de todo tipo que aseguren la cohesión y la meza de nuestras fuerzas. Entre tanto hay que mantener resistencia intensificándola y extendiéndola a todo el país.

Mientras nuestro Movimiento se encuentre excluido de las decisiones electorales debemos seguir insurreccionando el Pueblo en busca de una solución revolucionaria o insurrecionando el Pueblo en busca de una solución revolucionaria o insurreccional. Es menester que todos los peronistas, todos los días y en todo lugar se dediquen a combatir sin cuartel y sin descanso a la tiranía, hasta que ésta caiga aniquilada.

El mantenimiento de una absoluta y cerrada intransigen­cia con firme voluntad de vencer e inquebrantable decisión de llevar la lucha adelante, será el único secreto de nuestro éxito final. El Pueblo no puede ser vencido por las Fuerzas Armadas si él se decide a poner en acción sus extraordinarios poderes naturales. Nosotros los dirigentes, compenetrados de ello, estamos en la obligación de mantener en alto las ban­deras de su reivindicación definitiva. Creo que los momentos que vivimos son de pelea y no de discusión. Por eso no le doy tanta importancia a las relaciones entre los comandos como a la acción que ha de desarrollarse. La organización clandestina ha llevado a la necesidad de descentralizar el mando y la di­rección. Si se tratara de un problema político, cuya solución implicara la necesidad de accionar en ese campo, podría tener importancia la designación de un organismo partidario pero, tratándose de un hecho insurreccional, sólo cuentan los orga­nismos de acción en todos los campos, desde que los bandos, en permanente lucha, sólo necesitan directivas para la acción de conjunto, o que ya el Comando Superior Peronista ha impar­tido.

A los compañeros que están en la cárcel deseo hacerles llegar mi abrazo más afectuoso, con la seguridad de que no dejamos un solo instante de pensar en ellos. Sabemos bien los hechos y conocemos la admirable conducta de muchos de ellos que no han cedido ante las presiones inauditas de la canalla dictatorial: ese será el galardón más digno para su futura actuación al frente de nuestras fuerzas que, conociéndolo valora en toda su gran­deza el sacrificio de esos valerosos compañeros.

Por su intermedio deseo hacerles llegar mi saludo y mi abrazo de hermano, con la seguridad de que en la justicia y la verdad de nuestra causa está el germen de nuestra victoria final Ese día será el de las compensaciones a las penas y los dolores actuales.

Un gran abrazo

Firmado: Pecinco (Perón)

  • Visto: 4809