Carta a las 62 (23-11-1962)
Mis queridos compañeros:
Con los compañeros que regresaron ayer a Buenos Aires he hecho llegar al Consejo y al compañero Iturbe sendas cartas con mis inquietudes sobre los momentos que estamos viviendo y he preferido esperar un día más a fin de enviarles ésta por mano del compañero que sale hoy. No sé si el compañero Matera les habrá leído la carta que le remití, pero yo deseo hacerles llegar directamente mis impresiones.
Cuando le escribía a Iturbe y a Matera, no había salido el famoso "Estatuto Político" aunque descartaba yo su contenido desde hace ya rato porque, por muy confidenciales informaciones, me enteré de su contenido hace ya tiempo. Ello me permitió adelantar el Memorándum número 3, que hace casi quince días tiene el Delegado del Comando Superior allí, para ser puesto en ejecución tan pronto saliera el Estatuto y evitar así toda pérdida de tiempo en consultas.
De esta manera, el comando táctico estaba en condiciones de lanzar sobre el tambor su repudio al Estatuto y a renglón seguido declarar la guerra y empezar la lucha sin más, si ello era lo que convenía mejor a la situación como yo aprecio.
He leído el estatuto en los diarios del 20 que recién llegan a ésta y, como ya conocía, se trata de un intento más de forzar la solución por procedimientos cabalísticos, en forma de poder destruir al Peronismo y conseguir así obtener una mayoría con la minoría a la par que obtener una legalización del fraude con nuestra propia complacencia. En otras palabras, proscribir al Peronismo haciendo, por una reglamentación, imposible su acción. Quien diga que el Peronismo no está proscripto o es un ingenuo o es un sinvergüenza.
Colocadas así las cosas no nos queda más solución que declarar la guerra y empezarla. No creo que debemos dejar pasar esta oportunidad sin lanzarnos a la mayor agitación que se haya producido como preparación de una futura y cercana rebelión que se producirá a poco andar por elementos del Ejército que necesitan nuestro apoyo para producirla. Creo que la masa popular está en esa misma posición y avanzará oportunamente como siempre se ha dicho: "con los dirigentes a la cabeza, o con la cabeza de los dirigentes" que eso lo vayan sabiendo bien los amarillos y los independientes.
La fuerza de nuestras organizaciones ha fincado especialmente en la circunstancia de no haber sido nunca un partido político que, sectoriza política e ideológicamente, sino un movimiento nacional que, por su amplitud, permite aglutinar la mayor fuerza cuantitativa. De ello ha surgido nuestra superioridad numérica y la mayoría que representamos siempre en los procesos electorales desde 1945.
Nuestros enemigos se han dado cuenta de esa circunstancia y ahora traman una reglamentación que imposibilita todo funcionamiento a un Movimiento Nacional de las características del nuestro. Es decir que por vía reglamentaria proscriben al Peronismo sin decirlo. Se agrega a ello la complacencia de los demás partidos políticos, que en esa forma, obtienen la posibilidad de formar un frente reaccionario en el Colegio Electoral, reeditando la Unión Democrática de triste memoria.
La eliminación de los dirigentes obreros de toda participación política electoral desde que no pueden ser elegidos, además de ser inaceptable desde todo punto de vista, es ilegal e inconstitucional, porque ningún ciudadano puede ser privado de su elemental derecho de elegir y ser elegido, tiene por finalidad eliminar la participación de nuestra línea sindical para dejar la línea política, imposibilitando así el libre juego de nuestro movimiento, reducido a un partido político más.
Si los dirigentes sindicales aceptaran semejante aberración, no solo perderían toda participación en la vida nacional sino que quedarían privados de sus elementales derechos como ciudadanos y podrían ser destruidos fácilmente por las fuerzas políticas que por ese procedimiento les arrebatarían toda representatividad dentro de la comunidad argentina para el futuro. Se consumaría un hecho más de los tantos que se han ensayado desde 1955 para destruir y subalternizar a las organizaciones de los trabajadores quitándoles paulatinamente sus conquistas sociales y su preponderancia en la vida nacional, alcanzada merced a las luchas del Justicialismo durante casi veinte años.
El golpe es certero contra la línea sindical de nuestro movimiento y no lo ha sido por casualidad sino porque la reacción sabe que la columna vertebral del Peronismo es la clase obrera.
Este juego descarado no es nuevo, porque es lo que viene tratando de hacer la democracia liberal burguesa, en todos los tiempos. Ha tenido siempre éxito porque los obreros no han sabido comprender ni sus deberes ni sus conveniencias al dejarse quitar sus posibilidades políticas con el cuento de la defensa de los intereses profesionales, que bien sabemos que no se puede hacer si no se tiene también poder político. Si caemos en la trampa tendida, la clase trabajadora argentina retrocederá veinte años en su desarrollo y quedará sometida definitivamente o hasta que otro 17 de octubre pueda revertir el proceso que la reacción ha impuesto en estos siete años de vergüenza nacional.
La historia del proceso liberal burgués es clara al respecto y los trabajadores argentinos politizados por el Justicialismo no pueden caer en trampas tan viejas como conocidas. Este proceso viene desde la Edad Media, cuando las Corporaciones tenían poder gremial y poder político y así llegaron hasta la Revolución Francesa en la que tuvieron gran participación porque Francia entonces era por sobre todo un país agrario. Napoleón, que fue el que con su "bonapartismo" burló la revolución del Pueblo para entregar el poder a la burguesía, fue el verdadero creador de la democracia liberal burguesa amparada por la nueva monarquía por él creada. Es de allí donde se comienza a quitar todo poder político y representación de este carácter a las antiguas corporaciones, que pasan a ser meras organizaciones gremiales encargadas de discutir si debían ganar cinco o diez centavos más de salario, en tanto los partidos políticos allí creados se encargaban de hacer las leyes y regir su aplicación para impedir los avances de toda justicia social.
Nace así la sentencia de la burguesía "el sindicato no debe meterse en la política" pero sí el partido político tenía en sus manos las resoluciones de carácter sindical. En pocas palabras se alejó a los trabajadores de la vida nacional en la que participaban con todos los sacrificios y los esfuerzos pero con ninguno de los derechos. Sin embargo jamás se le había ocurrido a nadie que los trabajadores estuvieran excluidos de los cargos públicos como sucede en la Argentina de nuestros días.
La importancia de semejante barbaridad es de una trascendencia tal que nos lleva a la misma altura de los países semisalvajes de los continentes bárbaros donde se aplica aun el castigo corporal a los trabajadores, lo que no faltará mucho tiempo, si los trabajadores argentinos con su mansedumbre lo hacen posible. Estos "libertadores" no sólo han apartado a los trabajadores de la acción política sino que también han eliminado a sus dirigentes como ciudadanos.
No sé si habrá en la línea política de nuestro Movimiento alguna tendencia proclive a transar con semejantes aberraciones pero, en lo que esté de mi parte, he de combatir a muerte semejantes ignominias. En este sentido ya he hecho llegar mis instrucciones.
Creo que nunca se ha justificado de mejor manera el descargar una agitación sin precedentes en la que nos empeñemos todos a fondo y juguemos la suerte del Movimiento en una "patriada" decisiva, aunque debiéramos preparar la guerra civil que si no viene ahora, no tardará en producirse, porque nada duradero se puede asentar en la injusticia y la arbitrariedad.
Es mejor que combatamos ahora con todo lo que podamos por una decisión justa y no que dejemos pasar estos momentos para que se alargue la etapa desastrosa que está viviendo el país y sufriendo el Pueblo, para llegar después a la misma situación que hoy nos aplasta.
Por eso comparto en todas sus partes la opinión de numerosos compañeros que me hacen llegar la necesidad de lanzar la lucha por todos los medios, persuadidos que por el camino que vamos no tendremos ninguna salida.
Se imaginarán Uds. que mi situación personal es lo que menos me interesa porque, personalmente, nada puedo perder con continuar como estoy, pero yo pienso en el Movimiento y en especial en los trabajadores que tanto sacrificio han realizado en estos siete años de lucha para que ahora, nos entreguemos mansamente simulando que creemos en una verdad que sabemos que es la mayor mentira. Yo soy el hombre de una causa y mi vida me importa poco frente a los objetivos por los que he luchado y lucho, por eso tengo la obligación de decirles la verdad como yo la veo y como yo la siento. El dirigente obrero que en esta circunstancia no tome decididamente el camino de la lucha hasta el sacrificio, perderá ante la masa su predicamento y el dirigente político que no secunde esta lucha desde el campo político no tardará mucho en caer en la misma zanja.
Hasta ahora hemos contemplado hasta lo incontemplable para tratar de encontrar soluciones que permitieran evitarle cuanto antes al país la situación que vive. La falta de grandeza de nuestros enemigos ha neutralizado todos nuestros esfuerzos y anulado todos nuestros sacrificios. Ellos son los culpables de lo que vendrá, nosotros solo debemos ahora pensar en los objetivos que nos hemos impuesto y luchar por todos los medios para alcanzarlos así sea con la cabeza de esos enemigos que de tan poco les ha servido.
Cuando la guerra se declara no hay limitaciones en su ejecución, por eso debemos decidirnos a todo. Si nos faltara valor para hacerlo es mejor que no la comencemos, siempre habrá quien lo haga en nuestro reemplazo.
Debe ser una guerra de habilidad y de trabajo constante: hay que pegar donde duele y cuando duele. Hay que ser sin aparecer, empleando el "olvido universal" que es el punto débil de todo enemigo.
Si en alguna ocasión se ha justificado la rebelión de la masa trabajadora en la República Argentina es precisamente en ésta, que es la culminación de un trabajo minucioso realizado por la reacción que comenzó con la persecución gorila en el desgobierno de Aramburu, la privación de las conquistas sociales conseguidas por el justicialismo durante este "gobierno" y el de Frondizi, que a su vez provocaron la miseria y la desocupación para dominar por ese camino al pueblo y en especial a la clase trabajadora. Culmina ahora con este nuevo despojo de derechos, para convertir al trabajador en un paria sin garantías ni seguridad social a semejanza de los "intocables" de la antigua India y privado de ser ni siquiera un ciudadano de esta factoría colonial en que se ha convertido la República.
Algunos imbéciles han sacado ahora el argumento del mal que se le causaría al país con una larga lucha entre el Pueblo y la reacción, como si ese mal no lo hubiera causado casualmente la reacción en contra del Pueblo.
Les parece ahora muy justo y muy patriótico que ese mismo Pueblo arruinado trabaje sin descanso, que coma la mitad, que no mande sus hijos a la escuela y se muera como un perro sin asistencia médica, para que así los agentes de la reacción, del capitalismo, del imperialismo y de la oligarquía puedan enriquecerse aun más a sus expensas y sus sacrificios. Esa reacción ha empobrecido al Pueblo deliberadamente, ¿qué puede tener de extraño ahora que el pueblo quiera arruinar a la reacción? Al fin y al cabo esa ruina realizaría un acto de estricta justicia: que los verdaderos autores de todas nuestras desgracias fueran los que pagaran sus propios males y no que fuera el Pueblo, su víctima, el que tuviera todavía que pagar culpas ajenas. Al fin y al cabo la ruina de la reacción sólo representaría un cambio de dueño de tantos bienes mal habidos o, por lo menos conseguidos con el hambre y la miseria de los demás argentinos.
Cuando se trata de cuestiones tan fundamentales como las que estamos defendiendo, cuando se trata de la propia existencia de la mayoría de la Nación, las consideraciones de orden material pasan a segundo término porque los remedios no están en seguir consolidando la arbitrariedad y la injusticia sino de asegurar a todos los argentinos una vida digna a la cual no se llegará por el camino de ignominia y la cobardía. Los pueblos que no saben o no quieren defender sus derechos merecen la esclavitud he dicho muchas veces, pero creo que jamás lo he hecho con mayor razón que en las circunstancias actuales.
Nunca les he aconsejado sin prudencia. Jamás lo he hecho con otro propósito que el de ser útil con mi experiencia y mis conocimientos de éstas cuestiones. Si no estuviera hoy convencido de la necesidad de decidirse por la lucha para no pactar o ceder ante la más grave amenaza, no les diría estas verdades que imagino que Uds. ven tan claras como yo. Uds. saben que jamás fui partidario de la violencia y nunca aconsejé sino la lucha sino por medios pacíficos de la política, pero ante las enormidades que se proyectan, no queda otro remedio que reaccionar violentamente.
Tenemos muchos medios para combatir, el primero de ellos es el de organizarnos coordinadamente para una acción con unidad. Yo sé que tanto el Consejo como las "62" marchan totalmente de acuerdo y se entienden perfectamente. Ahora es menester que ese entendimiento se haga efectivo en todo el país a través de medidas que permitan que la resistencia civil se intensifique y se extienda a todas partes. Para ello hay que descentralizar la ejecución confiando en los demás dirigentes especialmente del interior.
Hay que darse cuenta que no todo es la Capital y sus alrededores porque la acción debe producirse simultáneamente por todo el país y preferiblemente desde la periferia hacia el centro.
Si permitimos que se destruya el Movimiento Peronista cuya existencia real es indispensable, para cambiarlo por un partido político con existencia legal, entraremos a debilitarnos paulatinamente. Lo importante es la existencia real y no legal y nosotros debemos afirmar esa existencia real mediante medidas de todo orden que persuadan a nuestros enemigos de la seguridad de que sin el Peronismo ellos no tienen salida. Se han agotado los medios persuasivos y las presiones verbales, ahora no queda otro remedio que dejar obrar a los hechos y para que estos sean eficaces han de ser enérgicos e integrales, lo que implica una conducción bien coordinada y una ejecución con absoluta unidad en todas partes.
También ahora, como nunca, es menester que los compañeros de la línea sindical del Movimiento sepan hilar fino y proceder con la mayor prudencia y sabiduría a fin de no dar golpes en falso, buscando los medios y formas de lucha que sean más eficaces sin exponer a las organizaciones a sanciones inútiles. Deben obrar en absoluta coordinación con la línea política que debe hacer su parte con energía y decisión, lanzando en el campo político la agitación más intensa y activa para que pueda ser acompañada por la línea sindical que, por su parte, hará en el campo gremial lo necesario para que esa agitación política sea apoyada por otra agitación social coincidente.
Las condiciones económicas y sociales del país se prestan en gran forma a ser aprovechadas en la agitación múltiple y en una campaña de desobediencia civil y resistencia civil entre tanto se prepara y se logra la rebelión que ha de culminarlas. Las Fuerzas Armadas están en descomposición y muchos de sus componentes de oficiales, suboficiales y tropa están de vuelta. Los ejemplos que se produjeron en el último levantamiento contra los gorilas están indicando que con poco que nosotros hagamos se puede lograr grandes resultados en poco tiempo. Nuestros enemigos saben que ya no pueden contar con la seguridad de sus propias fuerzas.
En fin, compañeros, estas son mis ideas y mis impresiones. Vistas desde lejos y con la cabeza fría y el corazón en la mano. No sé si las circunstancias que allí se viven son distintas a las que me presentan a mí las informaciones que recibo y que me permiten vivir la situación desde aquí. En todo caso, son honradamente mis pensamientos, Uds. verán allí.
Les ruego quieran hacer llegar mis más afectuosos saludos a los compañeros y pedirles en mi nombre que ahora abandonen toda cuestión o sentimiento secundario para dedicarse con todo a lo principal. Como siempre les he afirmado UNIDOS Y SOLIDARIOS los peronistas no tenemos nada que temer del porvenir que será nuestro irremisiblemente si no aflojamos y sabemos llevar perseverantemente la lucha adelante con energía y decisión.
Un gran abrazo.
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