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HISTORIA DE LA

RESISTENCIA PERONISTA

"Operación Judas"*

Augusto Timoteo Vandor, El Lobo, ex suboficial de la Armada Argentina, nacido en 1923 en Bovril, un pueblo entrerriano donde se aquerenció don Roberto Vandor -y su esposa Alberta-, un labriego francés de ascendencia holandesa. Gran parte de los seis años que pasó como suboficial en la Marina de Guerra transcurrió a bordo del duro celibato en un rastreador (el Comodoro Py). El general Perón llevaba ya un año de mandato cuando El Lobo pidió la baja como cabo primero maquinista (1947).

Tres años después aparece en el plantel obrero de la fábrica Phillips, del porteño barrio de Saavedra y a la vera de la avenida General Paz. Fue allí donde conoció a Elida María Curone, su esposa desde 1963. Para entonces ya era un líder al nuevo estilo, negociador y poderoso. Ya en 1954 había comandado una huelga por mejoras salariales y logrado superar las primeras rencillas internas que resuelve en su favor. Ya estaba en la Unión Obrera Metalúrgica de la República Argentina. La legendaria UOM.

A la caída del peronismo, en las jornadas de septiembre de 1955, la Revolución Libertadora decide su encarcelamiento por seis meses y lo despiden de la Philips. Pero cargado ya con los primeros sinsabores, y de un instinto que le envidiaron quienes le disputaron su poca discutida conducción, creció en un par de años: el poder sindical de Vandor se afianzó desde 1958 (se asegura que conoció entonces a Perón en su exilio de Ciudad Trujillo). Pero, cuando le pareció necesario, desobedeció a su líder en el exilio de Puerta de Hierro, especialmente para el caso de alguna elección de la que esperaba beneficiarse. Aprendió a negociar con empresarios y militares y armó estrategias cambiantes y casi siempre destinadas a conseguir poder o para conservarlo y volcarlo al Movimiento Obrero y a su gremio.

Todo ello hizo de este dirigente sindical de la entonces poderosa Unión Obrera Metalúrgica (UOM) un objeto del deseo. De unos de acercarse y de otros de eliminarlo por suponerlo una obstrucción al regreso del general Perón a su Patria. En esos años la ortodoxia peronista recalaba en gremios como el SMATA (donde operaban grupos juveniles de la resistencia para los cuales la ultima ratio era la eliminación física del Lobo y se contaban anécdotas de mercenarios que cuando estaban por jalar el gatillo aparecía el enviado del dirigente metalúrgico que lo compraba con unos pesos o un puestito de colaborador en alguna seccional). La contrafigura era José Alonso del Vestido (también asesinado por la misma banda armada) que llegó a conformar las 62 Organizaciones de Pie junto a Perón y simbolizaba en extremo la lealtad. Evidentemente muchas de estas opciones de la interna gremial peronista eran relativas y el tiempo les dio la razón. Nadie era tan traidor ni tampoco nadie era tan leal. Era una época muy difícil y dura, en donde todo el peso de la Resistencia Peronista lo llevaba el Movimiento Obrero. Los políticos del peronismo (que habían usufructuado del régimen más que nadie, estaban borrados, dedicados a limpiarse de haber sido partícipes de esa etapa de la vida nacional).

Perón desde su exilio implementaba distintas estrategias para una guerra prolongada y era sostenido económicamente por muchas organizaciones obreras de nuestro país.

El entrismo una nueva forma de infiltración

En el peronismo persistían distintos sectores y algunos tenían muy poco destino. Uno de ellos era el de los izquierdistas que contaban con los que, desde estructuras políticas tradicionales del marxismo querían poner en práctica el llamado entrismo. O sea la infiltración en el peronismo para ser ellos la vanguardia esclarecida que los conduzca a la revolución. Obviamente eran una minoría descalificada. No podían hacer pie en una fábrica, no poseían componentes obreros. Eran todos seudo intelectuales trasnochados. De vez en cuando recibían aliento de ex conservadores y oligarcas como John Willian Cooke, luego devenido en miliciano de la guerrilla marxista leninista de Fidel Castro. Naturalmente estos personajes no tenían consenso en el pueblo peronista.

El movimiento obrero es dinámico y las permanentes pujas de poder lo llevaron a favorecer distintas líneas. Así fue como apareció de la mano de las nuevas tendencias que hacían pie en la Iglesia Católica, grupos cristiano-marxista que imaginaban el libreto político a gremialistas como Raymundo Ongaro o Ricardo De Luca. Sus nombres: Rogelio Pajarito García Lupo (ex candidato frustrado a diputado en el 46 por la Unión Cívica Nacionalista), Rodolfo Walsh con un breve paso por la Alianza Libertadora Nacionalista y hermano de uno de los pilotos navales que bombardeó la plaza de Mayo el 16 de junio de 1955 con un saldo de más de 250 muertos). Uno de los objetivos era tratar de destruir al Lobo Vandor y su obra gremial de cualquier manera. En un diario llamado de la CGT de los Argentinos se empezó a narrar una historia en capítulos que posteriormente se conocería como ¿Quién mató a Rosendo? Haciendo referencia y acusando a Vandor de haber asesinado al secretario general de la UOM Avellaneda, Rosendo García en la confitería La Real en 1966, pese a que la Justicia había sobreseído en forma definitiva al gremialista. Paradojas de la vida: en ese librito el futuro Jefe de la "inteligencia montonera" acusaba a Armando Cabo (padre de Dardo) de haber sido partícipe de la muerte de Rosendo García y gatillero en esa ocasión. Luego Cabo sería uno de los ejecutores del 'Lobo'.

El vandorismo

Vandor había transitado por difíciles caminos pero jamás había traicionado a la base obrera de su gremio que era peronista y pese a que en su momento intentó hacer el peronismo sin Perón, terminó por entender que no tenía futuro lejos del líder. Y como buen entendedor fue y arregló con Perón e inmediatamente lo mataron... ¿qué significativo no? Cuando supuestamente traicionaba a Perón nadie conseguía llegar a él y matarlo y cuando volvía al redil y se ponía al servicio del Líder era cruelmente masacrado por un grupo en donde lo que menos predominaba era el peronismo militante, sino resentidos y antiperonistas, como el mencionado Walsh.

Los asesinos

El grupo que asesinó el 30 de junio de 1969 en la sede de su gremio a Augusto Timoteo Vandor se empezó a conformar un año antes. Su primer miembro fue el periodista y escritor (devenido luego en espía y terrorista) Rodolfo Walsh. Luego vino Raimundo Villaflor, Carlos Caride, Horacio Mendizábal. Una última incorporación fue el fundador del Movimiento Nueva Argentina (desprendimiento del Movimiento Nacionalista Tacuara), Dardo Cabo (a la sazón hijo de un gremialista vandorista: Armando Cabo). Para la operación se contó como grupo de apoyo a Eduardo De Gregorio, Roberto Cirilo Perdía y Norberto Habegger que operaban con el nombre de Los Descamisados.

La Operación Judas

Las primeras reuniones se llevaron a cabo en la sede de la CGT de los Argentinos en Paseo Colón 731. El planificador fue Rodolfo Walsh, (NG Profesor Neurus o Esteban) el fierrrerio (o sea las armas) lo obtuvo Caride y Mendizábal y los planos de la sede de la UOM, en La Rioja 1945, los hizo Dardo Cabo, quien había sido culata (guardaespaldas) del mismísimo Lobo Vandor (y en 1965 jefe de la custodia de Isabel Martínez de Perón que llegó al país para confrontar con el 'Lobo'). Cabo confesaría años después que la planificación hasta en sus mínimos detalles las hizo Walsh, que tenía desde su antiperonismo un odio visceral hacia el Lobo. Cabo estuvo en la parte de acción directa.

El nombre operativo que adoptaron para la orga que operaría fue Ejercito Nacional Revolucionario. A posteriori asesinaron al dirigente del vestido José Alonso y consecutivamente junto con Los Descamisados se fusionaron en 1972 con la OPM Montoneros, pese a conocer el origen espurio de la banda nacida al amparo de la inteligencia militar del gobierno del general Juan Carlos Onganía, que había llevado a cabo el secuestro de Aramburu para culpar al peronismo y detener un inminente golpe del sector liberal. Los miembros de la banda mencionada no sobrevivieron los años duros que ya se vislumbraban, salvo Roberto Cirilo Perdía y Horacio Verbitsky (que hacia sus primeras armas como oficial de inteligencia a las órdenes de Walsh). Siempre es bueno recordar que este oscuro escritor hoy elevado a la categoría de anacoreta y penitente padre del periodismo independiente por la mersa culturosa, fue el que hizo la inteligencia para matar primero a Vandor luego a José Alonso y después a José Ignacio Rucci de los conocidos y muchos más sin tanto renombre.

Este es el relato de los asesinos en la revista El Descamisado n° 41, 26 de febrero de 1974, dirigida por Dardo Cabo (quién se inició en el periodismo en la revista Extra de Bernardo Neustadt, junto a Miguel Bonasso, otro integrante de la banda armada marxista). La nota se titulaba: Quienes y cómo mataron a Vandor en donde se elabora una versión periodística del hecho. Tratando de demostrar que dicho asesinato salió del Movimiento Peronista. Igual actitud habían tomado con el secuestro de Aramburu, asesinado por el onganiato y sus servicios y asumido por el grupito de imberbes que conformaron la banda montoneros:

"La tanga funcionó

Para poder entrar habíamos armado un expediente judicial con los datos del juez y juzgado que entendían en la causa Salazar-Blajakis. Conseguimos los sellos, nombre, todo como el autentico. (Obviamente esto lo había conseguido El empleado judicial Horacio Mendizábal).

Cuando el portero abrió la puerta, uno de nosotros se hizo pasar por oficial de justicia, le mostró el expediente y preguntó por Vandor. esperen un momentito, dijo el portero. Le dije que no, que tenía que recibir el expediente y se le mostró una credencial de Tribunales. Como dudó, otro de nosotros sacó una credencial de la Policía Federal y dijo que era de Coordinación. Entonces abrió la puerta y preguntó por los otros tres. El de coordina respondió que venían todos juntos.

Entramos. Los ocasionales testigos estaban desarmados, nos tenían a los cinco adentro y nosotros les estábamos dando órdenes a ellos. La cosa se les había dado vuelta.
Las metralletas las llevábamos debajo del brazo teníamos pilotos- y una en un maletín. Eran las 11.40 u 11.38.

El portero nos dice que tenemos que esperar a Vandor abajo. Pero nos imaginamos que iba a avisarle que estaba la cana y por eso lo empujamos hacia arriba mientras le contestamos que nos tiene que recibir. Se le pone la 45 en la cabeza y le decimos Vamos juntos. En ese momento se hace todo el despliegue.

Se reduce a las cuatros o cinco personas que estaban abajo. Eso lo hace uno. Otro se va hacia un pasillo que conducía al fondo, porque sabíamos que allí había gente y teníamos que controlar los teléfonos. Los otros tres suben arriba (sic), incluido el compañero que transportaba el maletín con los tres kilos de trotyl; cada uno llevaba un tipo fundamentalmente de escudo por si alguien tiraba de arriba. Hasta el momento nadie se enteraba de nada; había un pequeño revuelo abajo, pero como a esa hora siempre se trabajaba mucho no se percatan de lo que realmente sucede. A los reducidos de la planta baja se los pone panza abajo a un costado de la escalera y estaban en esa tarea cuando por una de las puertas apareció Victorio Calabró... No podía creer que le estaban poniendo un fierro en la cabeza, se quedó mudo, esa era su casa, ¿qué estaba pasando? Mudo, ni una palabra. La puerta de la calle estaba cerrada y la consigna era no abrir a nadie.

¿Dónde está Vandor?

Los tres de arriba le preguntaron al portero en qué lugar estaba Vandor. No sé, no sé..., decía todo el tiempo; no dijo nada fue el único tipo que se mantuvo en la suya.
Uno de los tres empezó a abrir cada puerta que encontraba; cada vez más oficinas y en todas gente que debía ser reducido. En la planta alta había dos especies de vestíbulos con bastante gente: unos treinta en total. A todos se los ponía contra la pared para que no nos junasen la cara, pero tuvimos mala leche, porque en casi todas las paredes de arriba había espejos y pudieron ver todo.

El primero seguía abriendo puertas buscándolo a Vandor y justo cuando se dirige a una que permanecía cerrada, se abre y aparece el Lobo, atraído quizás por las voces de mando que debe haber escuchado. Alcanzo a preguntar qué pasa y vio que lo apuntaba una pistola 45 a tres metros de distancia. Se avivó automáticamente de cómo venía la cosa porque levantó los brazos para cubrirse el pecho. Todo en una fracción de segundos. El compañero disparó y Vandor recibió dos impactos en pleno pecho. Al girar recibió otro debajo del brazo y cuando cae dos más en la espalda. Pero ya estaba muerto. Cayó adentro de la oficina de la que había salido y los pies asomaban por la puerta. Un tipo que andaba escondido adentro, a quien no habíamos visto, empezó a gritar mataron al Lobo, mataron al Lobo.

El compañero del maletín prendió la mecha de trotyl, ingresó a la oficina el cuerpo de Vandor estaba en la antesala- y puso la bomba debajo del escritorio de éste. No entre las piernas como después declaró el peronista Vitali que estaba allí. Eso no es cierto. La mecha del trotyl duraba cuatro minutos más o menos. A la gente que estaba reducida le dijimos que a partir de que nos fuéramos tenían tres minutos para desalojar el local porque iba a volar todo. Estaban todos muertos de miedo, el único que mantenía la lucidez era un viejito que tenía puesto un gabán de lana y respondía ante las instrucciones que dábamos.

Bajamos en orden. En la puerta había un grupo de personas que se presentaron como periodistas, pero desaparecieron apenas vieron armas. Jamás hicieron declaraciones, nunca supimos quienes eran. Nos fuimos hasta Rondeau y el auto seguía en marcha; habían pasado cuatro minutos".

Hasta aquí parte del relato de los asesinos de este dirigente obrero peronista. No se conoce que ningún juez o fiscal de la época haya procesado o al menos llamado a declarar a estos tipos como el mencionado Rodolfo Walsh o Profesor Neurus al que hoy dan su nombre a cátedras, plazas, premios periodísticos, etc.

Como en el caso de José Alonso (asesinado por la misma banda armada) o de José Ignacio Rucci, siempre está presente el mismo siniestro personaje.

Cuando se cumple un nuevo aniversario de este cruel asesinato ni su gremio ni sector alguno del sindicalismo se acuerda del hecho. Es lamentable, pues algunos de los miserables que conservan el poder en la UOM, hoy se abrazan con los asesinos y deciden que "es mejor olvidar".

Ante la mediocridad reinante en el campo del Movimiento Obrero Organizado queremos recordar a este dirigente que supo testimoniar su compromiso con los Trabajadores y la Patria con el sacrificio de su propia vida.

[Gentileza de GAVH y Eugenio Méndez]

DECLARACIÓN DEL ENR (EJERCITO NACIONAL REVOLUCIONARIO)
CON MOTIVO DEL ASESINATO DE AUGUSTO TIMOTEO VANDOR
EL 30 DE JUNIO DE 1969

CARGOS QUE SE LE HACEN.

Al pueblo de la Patria:

I. - Siendo las 11.36 hs. del 30 de junio de 1969, el Comando "Héroe de la Resistencia Domingo Blajaquis" del Ejército Nacional Revolucionario que ocupó el local de la UOM, sito en la calle La Rioja 1945, cumpliendo el "Operativo Judas", procedió al ajusticiamiento del traidor Augusto Timoteo Vandor, complementando la acción con la voladura parcial del edificio para no afectar fincas vecinas. Este objetivo fue dispuesto en razón de los cargos comprobados que se detallan a continuación:

1.Por haberse confabulado con el integracionismo en la entrega de la huelga revolucionaria del Lisandro de la Torre, el 17 de enero de 1959.

2.Por haber aceptado las cláusulas de productividad impuestas por los monopolios metalúrgicos en el convenio colectivo firmado el 30 de octubre de 1959.

3.Por haber formado grupos de matones a su servicio, con apoyo policial en armamento y credenciales.

4.Por haberse constituido en el principal agente del integracionismo frigerista, dentro de las filas del proletariado nacional.

5. Por haber mantenido al movimiento obrero en la pasividad cuando el gorilismo desconoció el triunfo de la voluntad popular el 18 de marzo de 1962.

6. Por haber ofrecido colaboración activa al golpe militar de Campo de Mayo, encabezado por el cipayo general Onganía el 20 de setiembre de 1962.

7.Por su pasividad ante la tortura con la que asesinaron al compañero Felipe Vallese.

8.Por haber formado un aparato de escribas con la misión de enmascarar su traición detrás de frases nacionalistas.

9.Por haber orientado la constitución del llamado frente nacional y popular al servicio del integracionismo frigerista, en la fórmula cipaya Solano Lima-Silvestre Begnis el 7 de julio de 1963.

10. Por haber entregado el Plan de Lucha del 21 de mayo al 24 de junio de 1964.

11. Por sus vinculaciones con la sección gremial de la SIDE.

12. Por ser un elemento vinculado a la CIA, tal como lo denunciara oportunamente el General Perón.

13. Por haberse complotado con el gobierno gorila-radical en mantener pasivo al Movimiento Obrero cuando el General Perón inició el Operativo Retorno el 2 de diciembre de 1964.

14. Por su alianza con el neoperonismo a partir de las elecciones del 14 de marzo de 1965.

15. Por haber orientado la formación del congreso antiperonista de Avellaneda el 23 de octubre de 1965.

16. Por haberse complotado con el gobierno gorila-radical en el hostigamiento a la misión que Isabel Martínez cumpliera por orden del General Perón, contra la alianza vandorista-neoperonista, a partir del 10 de octubre de 1965.

17. Por su enfrentamiento con las "62 de Pie junto a Perón" a las que acusó de trotskystas el 29 de marzo de 1966.

18. Por su alianza con el integracionismo frigerista en las elecciones provinciales, enfrentado al peronismo, en los años 1965166.

19. Por haber participado activamente en el asesinato de los compañeros Domingo Blajaquis y Juan Zalazar el 13 de mayo de 1966.

20. Por haber sido uno de los gestores del golpe antinacional que instauró la actual dictadura de los monopolios apátridas el 28 de junio de 1966.

21. Por haber impuesto la traición a la huelga portuaria de octubre-noviembre de 1966.

22. Por haber impuesto la capitulación en el Plan de Lucha de febrero-marzo de 1967.

23. Por haberse complotado con la dictadura militar de los monopolios para sabotear el surgimiento y la existencia de la CGT de los Argentinos, a partir del 28 de marzo de 1968.

24. Por haber convertido la UOM en un aparato de freno, corrupción y delación, afiliarla a la FITIM y apoyar a la IADSL.

25. Por haber traicionado la heroica huelga petrolera del 25 de setiembre al 18 de noviembre de 1968.

26. Por negociar despidos, por las coimas con retenciones sindicales, servicios sociales, cajas de previsión, compra y construcción de locales, por los negocios de quiniela y chatarra.

27. Por haber preparado la entrega del Movimiento Sindical al Régimen, gestión que desempeñaba activamente, traicionando el paro del 1ro de julio de 1969, hasta las 11.38 del 30 de junio de 1969, momento de su ajusticiamiento.

II. - El Ejército Nacional Revolucionario ratifica los términos de la comunicación cursada en fecha 5 de agosto de 1970 al juez de la causa, al abogado Isidoro Ventura Mayoral y a los diarios La Razón y Crónica. La comunicación de referencia se concretó al solo efecto de detener la tortura a que estaban siendo sometidos los Montoneros Guzzo Conte Grand y Fierro, ambos absolutamente ajenos al ajusticiamiento del traidor Augusto Timoteo Vandor.

III. - El Ejército Nacional Revolucionario resolvió no hacer propaganda sobre el "Operativo Judas" hasta no disponer de una fuerza suficiente para garantizar la continuidad de su acción. Alcanzado ese objetivo decide hacer público el presente Comunicado Nro. 3.

IV - Los traidores al movimiento obrero son doblemente Judas, traicionan al Movimiento Nacional Peronista y traicionan a la propia clase obrera de la que surgen. Está resuelto -y así se hace- que sean los primeros en caer bajo el puño de hierro de la Justicia del Pueblo, los traidores al movimiento obrero son la principal quinta columna enemiga dentro de las filas del proletariado nacional. Es imperioso que la vanguardia de los activistas obreros esté totalmente desvinculada de los lineamientos, organización y conducción traidora. Separar definitivamente del movimiento sindical la línea traidora es una exigencia que ya no se puede demorar más en cumplir. Debe haber una muralla sostenida entre los revolucionarios y los traidores, muralla sostenida en la conciencia nacional, firmeza en la ejecución de las resoluciones, amor a la patria, lealtad para con nuestros mártires y odio a muerte a todo lo que representa al enemigo.

V. - Cumplimos en reiterar la apreciación del General Juan Domingo Perón, sobre el traidor Augusto Timoteo Vandor, en los años 1965/66. Por su acción de "engaño, doblez, defección, satisfacción de intereses personales y de círculo, desviación, incumplimiento de deberes, componendas, acomodos inconfesables, manejo discrecional de fondos, putrefacción, traición, trenza. Por eso yo no podré perdonar nunca, como algunos creen, tan funesta gestión. En política no se puede herir, hay que matar, porque un tipo con una pata rota hay que ver el daño que puede hacer". En coincidencia con esta opinión, el Ejército Nacional Revolucionario, procedió a su ejecución.

VI.- Observamos atentamente a las conducciones sindicales. Nuestro puño es hoy más fuerte que cuando ajusticiamos a los traidores Augusto Timoteo Vandor y José Alonso. Para los Judas no habrá perdón. Elijan libremente todos los dirigentes sindicales su destino.

¡Viva la Patria!

Ejército Nacional Revolucionario Buenos Aires, 7 de febrero de 1971

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Después del asesinato de Vandor

Por Andrés Bufali
Para LA NACION

Ocurrió hace 35 años, cuando el liderazgo de la CGT era un enorme factor de poder, y sirvió para iniciar un baño de sangre, con los impredecibles efectos que aún se padecen. Fue el asesinato de Augusto Timoteo Vandor (el "Lobo"), jefe sindicalista de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), cuyos detalles me tocó cubrir como cronista y que relaté en un libro reciente que se titula Con Soriano por la ruta de Chandler, en homenaje al colega con quien debí compartir aquel helado lunes 30 de junio de 1969.

El episodio sucedió poco después de que el general Onganía (presidente de facto) hiciera encarcelar en Santa Rosa a los gremialistas rebeldes Agustín Tosco, Raimundo Ongaro, Elpidio Torres, Ricardo de Luca y Antonio Scipione, y designara interventor de Córdoba a Jorge Raúl Carcagno, el mismo militar que cuatro años después fuera designado comandante en jefe del Ejército por el presidente Cámpora. Onganía acababa de decretar un aumento de penas para aquellos a los que se les probaran "actividades comunistas". No obstante, con diferencia de horas estallaron bombas en quince supermercados Minimax, uno de cuyos dueños, Nelson Rockefeller, estaba a punto de llegar como enviado especial del presidente Richard Nixon. Y justamente el día de ese arribo, Onganía autorizó la expulsión de extranjeros, con una moderna versión de la detestable ley de residencia. El clima político se enrarecía.

Tres días antes de caer asesinado Vandor, durante una manifestación en Plaza Once, las balas policiales habían acribillado a Emilio Jáuregui, del Sindicato de Prensa. Se avecinaba, además, un paro general decretado por la "CGT de los Argentinos", la opositora al gobierno militar.

Un telefonazo me estremeció en el empleo público en el que todavía estaba atrapado entre las siete de la mañana y la una de la tarde: "Pusieron una bomba en la sede de la UOM, en Rioja al 1900, y parece que mataron al «Lobo» Vandor. Ya mandamos gente ahí y a la casa. Rajate como sea del laburo y andá al policlínico de los metalúrgicos, en Hipólito Yrigoyen al 3300, a ver qué averiguás". Era la voz imperante de Hugo Gambini, por entonces secretario coordinador de Primera Plana.

Me fui a un café a pensar qué haría. Me acordé de Roberto Díaz, un metalúrgico santiagueño que trabajaba en una fábrica de Llavallol. Apenas le hablé, me tiró los nombres de dos amigos suyos en el policlínico de la UOM. Encontré a uno de ellos, quien más rápido que Fu Man-chú hizo desaparecer el billete que le deslicé para que me llevara hasta Cirugía, no sin antes recomendarme fingir ser pariente de alguien al que estaban operando. Eso hice. Me senté en un asiento de madera y paré la oreja. Médicos, enfermeras, camilleros, sindicalistas, todos parecían saber de todo. Ya había trascendido el asesinato. Cerca de mí, alguien susurró a otro alguien: "¿Sabías que el «Lobo», en el 50, antes de entrar en la Philips como matricero, era suboficial de la Marina y que sumaba 27 pirulos cuando pisó por primera vez una fábrica? ¡Pensar que en el 56 ya era un capo y en el 58 mandaba a todos en la UOM! ¡Eso es tener muñeca!" "No tanta -respondió el otro-, era tan ambicioso que se puso al general en contra. ¡Y mirá..!".

De pronto, aparecieron dos morochos pesados, tres camilleros y un par de médicos, que llegaron hasta Cirugía con el mismísimo Vandor ya convertido en historia, medio tapado con una sábana, con sus ojos celestes abiertos. Apenas los pesados empezaron a sospechar de nuestra presencia llegó Elida Curone, la esposa de Vandor, y la atención se desvió hacia ella. Un médico le dijo llorando: "¡Negrita, lo mataron al «Lobo», lo mataron!"

Ella gritó: "¡No! ¡A él, no! ¡A él no lo mataron! ¡Eso es una mentira! Ustedes todavía pueden salvarlo. Venga conmigo, doctor". Y lo obligó a entrar en Cirugía. Más tarde me enteré de que acarició lentamente el cuerpo de su esposo. Luego oí su voz y la del médico. Ella dijo: "Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis. ¡Son seis agujeros! ¿Cuál me lo llevó?" El médico le pidió: "Por favor, no hagas eso, «Negrita». No sufrió".

Cuando llegué a la revista, el "Gordo" Soriano ya había vuelto de la UOM y escribía un informe para Roberto Aizcorbe, jefe de la sección Política. Había tenido más suerte que Carlitos Russo, quien se había metido en el departamento de Vandor de la calle Emilio Mitre para hablar con la esposa, y terminó echado cuando ésta volvió del policlínico, con la hija, sus amigas y los guardaespaldas, para cambiarse e ir al velatorio.

El "Gordo" había logrado que el sindicalista Miguel Gazzera le contara que en una cena reciente con Paulino Niembro, Lorenzo Miguel y Avelino Fernández le habían sugerido a Vandor que se fuera unos meses del país porque las cosas estaban muy calientes y lo podían matar, pero no quiso. "Unos días después -dijo Gazzera- me confesó que si había algo jodido para él, como pensábamos, prefería que ocurriera aquí."

No era lo único que había averiguado. En la UOM le detallaron a Soriano que cuatro tipos habían tocado el timbre y se habían anunciado como oficiales de justicia con una cédula judicial, y que entraron armados hasta los dientes, redujeron a los guardias y dos corrieron hasta el segundo piso, donde amenazaron a Victorio Calabró. "Antes de llegar al despacho de Vandor -contaron-, éste salió a preguntar qué sucedía. Al reconocer a uno de ellos, intentó hablarle, pero lo balearon varias veces con pistolas 45 y le dejaron una bomba en los pies, la que destruyó una pared. Se escaparon en un auto. El «Lobo» murió en la ambulancia que lo llevó al policlínico."

Russo alcanzó a informar que la esposa de Vandor había llegado con su nenita de dos años, Marcela, y Roberto, de uno; luego describió cómo estaban vestidos ellos y sus acompañantes y en qué clase de autos se movilizaban.

En la redacción esculpí en una Olivetti, de aquellas duras, tres carillas bien detalladas con todo lo que había visto y oído. Aizcorbe -con ese acento cajetilla que le había costado el apodo de "Petimetre"- leyó velozmente mis datos, salió de su pecera, y delante de Soriano, Gambini, Osiris Troiani y un tipo de Espectáculos, me preguntó: "¿Usted está seguro de todo lo que puso aquí?" Todos me miraron. Sentí que me ponía rojo y que empezaba a transpirar. Con dificultad, respondí: "Sí, ¿por qué?" Aizcorbe siguió mirando mis papeles e inquirió: "¿Cómo sabe que cuando lo llevaron a Cirugía, Vandor tenía abiertos los ojos celestes?" Expliqué: "Porque lo vi. Yo estaba sentado a un metro de esa puerta". Aizcorbe insistió: "¿Y de dónde sacó que tenía seis agujeros en el cuerpo?" Traté de convencerlo: "Porque se los contó la esposa, que dijo que quería saber cuál era la bala que lo había liquidado".

Todas las miradas se centraron en mi flaca figura. Aizcorbe seguía con su gesto de duda. Troiani, Gambini y Soriano me miraban divertidos e interesados. Gambini expresó: "¿Ves, Robertito? Esto no se aprende en la Sorbona". Todos se rieron. Aizcorbe también. Luego me señaló una parte del informe y preguntó: "¿La esposa dijo que el «Che» lo había recibido en La Habana y que este verano se abrazó con Perón en México?" Asentí.

En el Dorá, un restaurante del Bajo, cerca de Retiro, el "Gordo" decidió contarme lo que se había guardado en el bolsillo. "¿Oíste algo de los tipos que reventaron a tiros a Vandor?" Negué con la cabeza. El "Gordo" miró a los costados y soltó un susurro: "Me parece que conozco a uno de los que subieron a matarlo".

Haciéndome el canchero conmigo mismo, puse cara de póquer. El "Gordo" continuó: "A uno de los guardias le pareció oír que Vandor dijo algo como «¡Hola, Cóndor!» o «¿Qué hacés, Cóndor»". Atiné a murmurar: "¿«Cóndor»? ¿Ese no fue el nombre de un operativo nacionalista peronista que hicieron en las Malvinas?". El "Gordo" recordó: "Sí, claro. Unos tipos bajaron allá con un avión y pusieron la bandera argentina. Y el que sacó las fotos fue Héctor Ricardo García, el dueño de Crónica".

Después de contarme eso, el "Gordo" pensó un poco, se levantó y fue al teléfono. Hizo una llamada y volvió contento. Dijo: "Ya le voy viendo las patas a la sota. El «Negro» Juárez dice que muchos creen que Vandor fue el ideólogo del Operativo Cóndor en Malvinas". Interrumpí lo que estaba haciendo y pregunté: "Si fue el ideólogo de ese operativo peronista, y en marzo se abrazó con el general en México, ¿por qué un cóndor lo deja como un colador?" La respuesta de Soriano fue: "Nada que tenga que ver con el peronismo es fácil de explicar. Yo me conformo con saber quién es ese cóndor", concluyó.

Al día siguiente, Aizcorbe empezó a escribir su nota, en la que se leería que Vandor tenía de enemigos a Perón, por haber osado varias veces desobedecer sus órdenes y disputarle la conducción de los trabajadores; al gobierno militar, por no querer ser totalmente "participacionista", y a los sindicalistas de izquierda, por haberles disparado en la pizzería La Real, de Avellaneda, donde cayó asesinado uno de ellos, de apellido Blajakis y donde murió (¿por error?) Rosendo García, del grupo vandorista. Cuando Aizcorbe se fue a almorzar, con el "Gordo" revisamos rápidamente los recortes de archivo referidos al Operativo Cóndor y copiamos los nombres de sus participantes. Seguimos con los sobres de fotos de Vandor y de otros personajes. Yo encontré el tesoro: una de las imágenes en blanco y negro mostraba al "Lobo" hablando con un tipo joven, para mí desconocido, llamado igual que el jefe del Operativo Cóndor. "Mirá, «Gordo» -lo sorprendí-, en este epígrafe dice que Vandor está con Dardo Cabo, hijo de un sindicalista famoso..."

Nos miramos y supusimos que ése podía ser uno de los asesinos de Vandor, pero no dijimos nada. Era apenas una sospecha. No todo lo que vivimos se publicó, porque allí siempre había que confirmar los datos y las sospechas. Y a los pocos meses, cuando Onganía clausuró Primera Plana y con el "Gordo" habíamos pasado a trabajar en la revista Panorama, vimos varias veces a Cabo reunido con las mismas cinco personas. Recién cuatro años después, la revista El Descamisado revelaría que Cabo, junto con aquellos cinco hombres (que creían en una revolución de izquierda liderada por un general de derecha: Perón) habían integrado el Ejército Nacional Revolucionario, cuya actividad se redujo a un par de asesinatos: el de Vandor en 1969 y el de José Alonso en 1970, para después incorporarse a los Montoneros.

Lo último que recuerdo del caso Vandor ocurrió en 1976, cuando Osvaldo Soriano ya había partido para su exilio. Lo nuevo que averigüé estaba referido a Roberto Vandor, el hijo del "Lobo", que ya tenía ocho años y estaba en segundo grado. La maestra le pidió que dibujara a su familia. Cuando le tocó hacer al padre trazó un rectángulo. El psicólogo vio el dibujo, llamó a la madre y le dijo: "Señora, su hijo hizo un rectángulo porque para él su padre es nada más que una fotografía".
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