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Miguel Miranda y la burguesía nacional en el primer peronismo

Las fotos más emblemáticas de la nacionalización de los ferrocarriles argentinos de aquel 1º de marzo de 1948 son cuatro: el afiche del gaucho con un tren en sus manos; otro poster con la imagen de una locomotora y los slogan “Perón Cumple” y “Ya son Argentinos”, el acto frente a Retiro con el cartel de la Independencia Económica; y un palco en forma de tren con tres ausentes y un hombre de saco blanco.

Los ausentes fueron Perón (convaleciente por una operación), Evita que acompañara a su esposo en el hospital y Raúl Scalabrini Ortíz, tribuno de la Nación mezclado con el pueblo en dicho acto, y Miguel Miranda, aquel hombre entrado en carnes, de peinado gardeliano y ropa clara para el mes final del verano.

Figura casi olvidada del peronismo y de la historia económica argentina fue el impulsor de las políticas de nacionalizaciones y estatizaciones de los servicios públicos durante el primer peronismo.

Figura activa de la Unión Industrial Argentina, junto a Merlini y Lagomarsino y cercano al proyecto del entonces coronel Juan Perón, fue nombrado presidente del Banco Industrial en el marco de los proyectos del Consejo Nacional de Posguerra.

Tuvo en sus manos un instrumento clave: El Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (IAPI), organismo estatal creado por decreto-ley 15.350 el 28 de mayo de 1946  por el Presidente Edelmiro J. Farrell, pero elemento económico clave en la economía peronista que lo  tuvo como su director y principal promotor. Funcionó bajo la órbita del Banco Central, presidido por el propio Miranda, con el fin de centralizar el comercio exterior y transferir recursos entre los diversos sectores de la economía argentina.

Amparado por lo establecido en la Constitución Nacional de 1949, inspirada por Arturo Sampay, blanqueó en lo jurídico la audacia de Miranda y Perón en materia económica y de justicia social llevada a cabo por el I Plan Quinquenal.

Denostado por la oposición por su intervencionismo y aventurismo, siempre caricaturizado por Tristán en las páginas de La Vanguardia como una naranja que fumaba habanos al servicio del “Nerón”.

El propio Perón explicó el acercamiento de Miranda a su proyecto: “Comenzamos a estudiar la realización de la primera etapa de la independencia económica: la recuperación de la deuda y la compra de los servicios públicos. Llamé a una reunión privada a los técnicos en economía más calificados. Me perdí diez horas explicándoles mis planes... Confieso que me quedé defraudado pues, conversaron mucho, no dijeron nada y lo poco que trajeron no lo entendí (…).

Me convencí que no era asunto de técnicos, sino de comerciantes, y llamé a mi gran amigo don Miguel Miranda, el “Zar de las finanzas argentinas”, como algunos le llamaron. El había empezado como empleado con noventa pesos de sueldo y en diez años había levantado treinta fábricas. Le conté el incidente con los técnicos y me dijo: “¡General!, ¿usted cree que si fueran capaces de algo estarían ganando un sueldo miserable como asesores?” -Pero Miranda, le dije, vea que hay que comprar mucho y no tenemos dinero! -Esa es la forma de comprar, sin dinero, me dijo. ¡Con plata compran los tontos! -Este es mi hombre, pensé para mí… Fue allí mismo que entregué a Miranda la dirección económica, creando el Consejo Económico Nacional y nombrándolo Presidente. El fue desde entonces el artífice de esa tremenda batalla que se llamó la recuperación nacional  que culminó con la independencia económica argentina”.

Junto a José Ber Gelbar, impulsor de la Confederación General del Trabajo, dieron alas al sueño peronista de una “burguesía nacional” que debía tomar las riendas económicas en conjunto con los trabajadores organizados.

Su muerte en 1953, cumpliéndose 60 años de su desaparición, marcó un tiempo de replanteos económicos y planes que el golpe del ‘55 abortó y que con idas y vueltas se intenta reencausar.

Pablo Adrián Vazquez: Politólogo; Docente UNLZ y UCES; Miembro de los Institutos Nacionales Eva Perón, Rosas y Manuel Dorrego

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