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LA NACIÓN ARGENTINA: UNA VISIÓN INTEGRAL DE LA GESTACIÓN, DERROTERO Y DESTINO DE LA NACIÓN ARGENTINA

PRIMERA PARTE

EL NACIMIENTO

6.   El concepto de Nación

Dejemos claramente establecido, en primer lugar, que una Nación no es un Estado, no se funda por un acto de la voluntad del conquistador, del héroe o del tribuno; una Nación es la obra de creación de los habitantes de un territorio determinado, de una cultura, de una comunidad, tanto de sentimientos como de intereses, de aspiraciones como de necesidades, de particularismos como de universalidades.

El concepto que de ella se tiene ha evolucionado a lo largo del tiempo y de la historia. Siempre estuvo ligada a la unidad idiomática, a un conglomerado mestizo o no mestizo, pero con una unidad cultural y en general a una suerte de ritos que en muchos casos tienen que ver con la religión, aunque en otros no.

Muchas veces estos ritos son ritos civiles. Por ejemplo, las costumbres, que forman parte de la cultura, pero también de un ritual. No todas las costumbres son una elaboración cultural, sino que ex profeso tienen un contenido ritual. Por eso los romanos dentro de lo que se podría llamar su religión, tenían un aspecto jurídico ritual civil.

El derecho es también una producción social, una producción cultural y una producción nacional. Es el genio de un pueblo el que crea un derecho determinado. Cada pueblo ha creado el suyo, de la misma manera que ha construido y desarrollado su propia cultura. Lo ritual es una afirmación conciente de la personalidad, una distinción respecto del otro, del que no participa del rito y por lo tanto no está incluido. En principio no es en contra de los otros sino de afirmación de lo que es propio.

La ciudadanía romana, en una época, era no sólo un problema jurídico, un problema de primera magnitud respecto del Estado, sino también un problema ritual, o sea del que está incluido y del que no lo está. Esto separaba a los ciudadanos romanos de los demás, aunque también había ciudadanos romanos entre aquellos que no eran latinos, ni italianos siquiera. Se confería la ciudadanía romana en principio a ciudades, luego a todo un territorio, más tarde a provincias y por último a personas, a las que les era conferida como un honor.

Un ejemplo es el caso de San Pablo que era ciudadano romano porque lo había heredado de su padre que también lo era.

7. Patria, Estado y Nación

Estos tres conceptos que son muchas veces usados indistintamente tienen significados diferentes que debemos distinguir. El concepto más antiguo es el de comunidad. Una comunidad cuando llega a determinado grado de su desenvolvimiento requiere de un estado, simplemente por un problema de organización. Los primeros grandes estados del mundo han sido los estados basados en el riego, que requería además de una vasta organización exacta, para que la comunidad siguiera existiendo. El estado era la organización del riego, de la distribución del agua y del acopio y la distribución de la cosecha, del cobro de impuestos, de la división del trabajo.

A los conceptos de comunidad y de estado, sigue el de la patria, que es una palabra romana que deriva de “patrimonio” (lo que pertenece al Padre), de allí que a los senadores romanos se los llamaba “Patris Patriae”, padres de la Patria. La patria surge cuando una comunidad que tiene una organización determinada, un estado, se siente dueña de un territorio. Aún el nómade se siente dueño de un territorio, que es el que recorre. Es un territorio impreciso, pero es el territorio de sus correrías, que son generalmente cíclicas. Porque el nómade no circula por territorios eternamente distintos y siempre diferentes, sino que desarrolla un circuito en un área determinada, generalmente la llanura. Ese circuito lo lleva por caminos conocidos, en un ámbito geográfico determinado. Lo que no tiene es un asentamiento fijo, pero sí tiene un hogar. Que es, por un lado, sobre ruedas, o sobre animales o en cada campamento, y es, por otro, un lugar geográfico, un paraje adonde llegar y desde donde partir. Recorre, entonces, un circuito establecido, de pasturas, de caza, aún incluso de agricultura durante un período del año. Ese territorio es un territorio que está marcado como marcan los animales su territorio. Todos los animales lo hacen y también el hombre. La patria es ese patrimonio de una comunidad que tiene una organización. No una organización social, que según los casos puede ser tribal, clásica, gentilicia o finalmente ciudadana como fue en Grecia o en Roma, sino una organización que la abarca, por encima de la organización social, que es el estado.

Siempre, también, tiene un territorio. Ese territorio puede ser imaginario, real, de carácter circular o de asentamiento.

La patria es el patrimonio de una comunidad y el estado es la administración de ese patrimonio, y relativamente, de las relaciones de esa comunidad.

¿Qué es la Nación? La permanencia de una misma comunidad (comunidad de idioma, de cultura, de niveles determinados de mestizaje tanto cultural como racial) en un terreno, en una geografía, en un paisaje, terminan finalmente por acumular una particularidad. Una particularidad que es estrictamente propia primero, de esa comunidad en ese lugar y con esa organización, y que culmina a lo largo del tiempo siendo una particularidad de lo universal. Es decir, teniendo un grado de reconocimiento en el contacto con otros pueblos que han seguido un curso similar.

La existencia de una comunidad, la existencia de un territorio, la existencia de una organización que podríamos llamar estado, y finalmente la existencia de estas particularidades transferidas a un universal reconocible, mutuamente reconocible, es el curso natural de los asentamientos humanos y de la existencia misma del hombre a lo largo de la historia. Este último tramo, este particular que se crea a partir de una comunidad establecida y organizada, ese particular que termina participando de un universal reconocible, esto es la Nación.

Pero nosotros hablamos hoy, en 1987. Evidentemente es distinta la idea que tenemos nosotros de Nación de la que tenían los antiguos, o de la que tenían en la Edad Media, o la de los indígenas de América, nuestros antecesores. Podría estar resumida en el emperador, en el rey, en una casta, en una religión o en el estado abstracto, llámese éste la corona, el imperio o el reino. En última instancia, en lo profundo, estaba el reconocimiento de cada individuo en una comunidad y el rasgo individual de una comunidad frente a otras comunidades. La conciencia que el hombre tiene frente a esto ha evolucionado con el tiempo. Y modificándose la conciencia que el hombre tiene de esto se ha ido modificando también su contenido final, afinando el concepto y adaptándose en cada estadio a esta afinación del concepto de nación.

Finalmente podríamos decir que es la patria el patrimonio físico de la comunidad, que no es separable de la comunidad, sino que es quizás en algunos casos indistinguible de la misma porque el patrimonio físico es el ámbito geográfico, geopolítico y también geoestratégico, determinante esencial del curso histórico de esa comunidad y de la conciencia que esa comunidad tiene de sí y de los demás. La interrelación con el paisaje forma parte del hecho cultural y también de la conciencia individual. Entonces el patrimonio físico es inseparable de la comunidad. Eso es la patria.

El estado es la administración de ese patrimonio, es decir, la organización pública del mismo. Y la nación es el espíritu que ha forjado esta comunidad a lo largo de este proceso y que la informa.

Este particular universalizable tiene, indudablemente, elementos de otras comunidades dados por el intercambio. Ninguna comunidad está aislada, en ningún caso de la historia. Pero la nación es el producto final y más acabado, tanto de su cultura, como de su geografía, de su interrelación con el paisaje, de su idioma, como de las relaciones de la sociedad y de la organización del estado. Es el producto final de ese conglomerado. Es decir, de la patria, del pueblo y del estado, que han creado ese producto final, el más acabado, el más universal, pero también el que posee el rasgo más particular: es su identidad. Es su personalidad, que es intransferible y única, como toda personalidad. La nación se crea mediante un proceso de autoconciencia de su existencia, de cobrar conciencia de la propia existencia. Lo mismo que la personalidad del hombre, que cobra conciencia de sí por el otro. Por la interrelación. Por eso es erróneo el Robinson Crusoe. No hay ningún “buen salvaje” porque no hay ningún salvaje independiente, solo, aislado, como no hay ningún individuo solo y aislado. Es imposible genéticamente y desde todo punto de vista. Desde la Creación el hombre no está solo.

La comunidad de naciones en la Tierra tiende así hacia una comunidad global. Este es un proceso ininterrumpido, limitado por las mutuas voluntades de estas naciones, de estas personas. No todas son buenas ni todas son malas. Son buenas, como decía Perón, cuando existe una comunidad de naciones en igualdad relativa de condiciones y de posibilidades, igual que en una sociedad. Donde impera la justicia, la libertad y también la soberanía, es decir la posibilidad de la persona de expresarse. Son malos aquellos que creen, o son obligados a creer que, para poder seguir siendo, deben hacer lo posible para que las demás naciones no sean.

8.   Gestación de la Nación Argentina

El proceso de gestación de la Nación Argentina fue determinado primeramente por la existencia de una comunidad signada de antemano por un nombre: el de aquel poema larguísimo que se llama La Argentina, de don Martín del Barco Centenera, de alrededor de 1600. Él ya llamaba “Argentina” a este territorio. Esta comunidad descubre la existencia de un patrimonio, de un paisaje, de unas relaciones que le son propias.

Y viene el proceso de la independencia que intenta, primero, asegurar el patrimonio de los argentinos. San Martín es el hombre, la fuerza, en el sentido de tensión más que de violencia, la energía, que asegura para los argentinos un patrimonio. Es decir, un ámbito geográfico y un territorio. Esto más allá que él pensaba que había algo superior, que eran los americanos, como lo pensaron la mayoría de los próceres de la independencia. Queda finalmente de ese proceso el territorio de los argentinos.

Inmediatamente se abre la discusión por la administración de ese patrimonio. Hay algunos que quieren administrarlo “Pro domus sua”. Es decir, para su propio beneficio, se “apropian” del patrimonio común. Entonces aparece la resistencia “de los pueblos”, al decir de los caudillos federales. Como dicen Facundo, Rosas o Estanislao López, los pueblos quieren ser federales. Expresan así su pugna por participar de la administración de su patrimonio, de lo que es de ellos, de lo que les pertenece. Es éste el problema con Buenos Aires, más en particular con la burguesía comercial porteña. Para los liberales, éste es el problema de la “organización nacional”. Que en realidad no es tal, sino que es el de la organización del estado para que ellos administren el patrimonio común. Y ahí está la discusión: el estado o es federal o es unitario. En rigor de verdad y en lo profundo, se trata de quiénes y cómo van a participar en la administración. De si van a participar todos o no. O de si van a participar algunos y los demás obedecen.

La dictadura septembrista, después de Pavón, impuso el estado unitario con una Constitución que no es ni federal ni unitaria. De todos modos, la verdadera Constitución vendría después con la sanción del Código Civil y la organización de los tribunales. Esta era la verdadera Constitución de los vencedores. Porque la realidad es que el Estado Nacional se organizó sobre la base de una derrota de los pueblos. Y esta derrota se mide en quiénes y cómo organizan la administración del patrimonio y en beneficio de qué y de quiénes. Si hubiera sido en beneficio de todos, no hubiera habido problema, aunque finalmente lo manejaran pocos. Pero no fue así. Fue en beneficio de unos pocos, y manejado por unos pocos. De tal modo que el Estado Nacional tomó esa forma y ese sentido.

Resuelto esto, inmediatamente aparece el problema subsiguiente. Primero, la lucha por participar, después de 1880, de ese Estado ya organizado. Simultáneamente al aferramiento de la oligarquía a este aparato estatal que construyera a su semejanza y también a imagen y semejanza de los hechos ocurridos antes que ellos capturaran el Estado. Es decir, el proceso que los llevó a organizar, construir y manejar el Estado, está plasmado en capas “arqueológicas” en el Estado mismo.

Está presente en los textos constitucionales provinciales, en los pactos preexistentes, de los que habla el preámbulo constitucional y finalmente en la Constitución de 1853. Este es un problema que los argentinos todavía estamos discutiendo.

Pero mientras esta discusión seguía emergió otra discusión. Hubo unos hombres que libraron su Guerra de la Independencia, que determinaron su patria y que organizaron la administración de su patrimonio de una determinada manera. Dicen ser los argentinos. Ahora, estos argentinos, ¿quiénes son? ¿Quién es argentino y quién no lo es? O sea, ¿quién participa de ese patrimonio y quién no? Y este no es un problema jurídico, de quién es ciudadano y de quién no lo es, como podría haber sido para los romanos. Ni es un problema de habitar o no habitar, como era en la Edad Media. El problema es otro. Un poco más complejo. Porque el ser argentino ha definido las pautas de éste su ser argentino, de esto que lo hace ser argentino y no otra cosa. En última instancia, es una serie de avatares del ser, de transformaciones del ser, mediante las cuales el ser se hace a sí mismo, se autoconstruye, y construye el ser y la personalidad, la individualidad, de todos aquellos que lo componen. Y a su vez, todos estos que lo componen construyen el ser que es un ser colectivo, un espíritu colectivo. Pero ese espíritu colectivo ha sido constituido fundiendo el espíritu personal de cada una de las personas concurrentes y en la creencia en su futuro y en Dios Nuestro Señor. Este espíritu colectivo adquiere definitivamente su carta de nacimiento el 17 de noviembre de 1972.

9.   Cada Nación un proceso singular

Es muy difícil la parición de una Nación en la historia. Siempre fue muy difícil. El hombre puede parir carne, para parir un espíritu debe violar las leyes de la naturaleza. Y debe hacerlo sin pecado. Y por lo tanto se requiere la intervención de la Providencia.

Por ejemplo, Francia no es una nación con Carlomagno, ni con Hugo Capeto. Es una nación cuando alguien dijo “franceses” y los que escucharon entendieron a que se refería. Allí se produce su nacimiento. Y la primera que dijo “franceses” y la entendieron fue Juana de Arco. Francia en esa época estaba destruida. Invadida por Inglaterra en la guerra por la sucesión de la corona francesa. Juana de Arco salva a Francia de la partición, incluso de la desaparición. Es una intervención providencial. Por eso Juana es Santa Juana. También es un militar en otro sentido, porque éstos son los medios de que la providencia se ha valido para que la nación francesa exista. La nación. No la corona. No el reino. La nación, una cosa, como decíamos antes, que distingue a los franceses de todos los demás: la Nación francesa.

Podemos decir lo mismo de los italianos, aunque con otro tipo de forja y con otro orden de estas cuestiones. Hay un algo que son los italianos, más allá que sean del sur, del norte o romanos. Esto se forjó a lo largo de más de 2000 años y tuvo su concreción moderna en 1870, en el Rissorgimento.

Italia ya era una nación antes. Una nación antigua desde Roma porque toda la península tuvo ciudadanía romana desde antes de César. El reconocerse en la ciudadanía era una culminación de haberse reconocido en el cumplimiento de las obligaciones del ciudadano: participar en el ejército, participar en el tributo y participar en la política, en las decisiones, en cierto grado de las de una comunidad completa, que no es la ciudad de Roma, sino en este caso de la península itálica. Esta nación sufrió diversos avatares. Pasó por su división. Pasó por la existencia de distintos estados. Pero la imposibilidad de construir un único estado en las condiciones medievales, del siglo VIII en adelante, no hacían que la nación no existiera. Es precisamente esta persistencia de los italianos y su reconocimiento como tales lo que permite el surgimiento del estado nacional en 1870. Pero la nación existía desde antes. Ahí hubo también una intervención providencial que mantuvo a los italianos reunidos, aunque estaban totalmente separados desde el punto de vista del estado, con multiplicidad de estados como en la Italia renacentista.

No es entonces una secuencia siempre igual. Los mismos elementos están siempre, pero ordenados de una manera distinta. España, por ejemplo, se forja en la Reconquista. España termina de ser España recién cuando termina la Reconquista. Cuando ha integrado también el conjunto de elementos árabes, mozárabes, judíos, francos, godos, sobre un piso celtibérico original. Hay un producto final que es la corona española y el estado español. Allí también se desata inmediatamente una discusión de cómo se organiza el estado. La reconquista termina en 1486 con la toma de Granada y en 1517 los comuneros estaban combatiendo en Villalar.

 Combate cuyo trasfondo era precisamente esta discusión de cómo se organizaba el estado y que enfrentaba a los partidarios del estado de la Reconquista, que estaba basado en las comunas democráticas y combatientes en el sentido de la democracia social, orgánica y directa en su propia medida histórica y a aquellos que querían construir un estado centralista y absolutista. Finalmente se impusieron estos últimos. La nación alemana ya existía en el siglo IV, en la época de los Otones (Otón I, II, III y IV). En esa época ya es el imperio la nación de los alemanes, de los germanos en realidad. Pasó por diversos cambios. Su estado sufrió diversas divisiones hasta que terminó dividido en dos fundamentales: Austria y Alemania, con pequeñas porciones alemanas en otros estados. Finalmente se produjo su unidad. Ahora están divididos de nuevo, aunque seguramente van a pelear por su unidad. Poco va a durar esta división, porque una de las necesidades del ser es la unidad, no puede encontrarse dividido. Todo lo que sea fundado sobre la base de la división del ser nacional está condenado al fracaso. Por ello la unidad alemana se ha realizado sobre una base económica; luego apareció la política.

10. El 17 de noviembre de 1972

La Argentina siguió la frecuencia que describimos antes: comunidad, patria, estado, nación. El problema nacional llega a ser el problema central cuando el conjunto del pueblo es autoconsciente de este, su rasgo de argentinidad. Y este su rasgo de argentinidad está condensado en un punto.  El pueblo argentino peleó 18 años por el retorno de Perón. Aún ante el conjunto de las fuerzas externas a la Nación, que le decían que aquello que era su voluntad era imposible. Es decir, trataban de demostrarle que su voluntad y por lo tanto su ser no existían. El retorno de Perón no era el retorno de un hombre. El retorno de Perón era el retorno al ser nacional, del ser nacional. Era volverse a ver, era reconocerse, era existir. Esta era una fundamental lucha nacional. El último acto de la lucha por el reconocimiento y la definitiva constitución y adecuación del Ser Nacional.

El acto de retorno de Perón, el hecho en sí mismo, independientemente de sus connotaciones de carácter político, ideológico o lo que se quiera, es un acto milagroso. Pero hay un aspecto de este hecho que está en sombras. ¿Por qué verdaderamente volvió Perón? Y no me refiero a las posibilidades llamadas vulgarmente objetivas. Porque de acuerdo a ellas podría haber dicho sí o no. Podría haber vuelto o no. Sin embargo, volvió. Y no nos olvidamos que estaba solo con 30 valijas contra 35.000 hombres armados. Así fue como llegó y así salió de Ezeiza, sin ninguna otra fuerza más que esta voluntad y el conjunto del pueblo que estaba rodeando a estos 35.000 hombres armados. El acto del retorno, que es el acto del milagro, es similar al de Juana de Arco.

Por eso él dice "argentinos", no compañeros. "Para un argentino no hay nada mejor que otro argentino". Porque en realidad esto era lo que él era. El encarna en un momento ese espíritu, que es el espíritu de la Nación. Por primera vez ocurre esto. Porque por primera vez se entiende. El conjunto de elementos que se conjugan en este decir y en este comprender están por primera vez reunidos en un solo punto, en un solo momento en un solo diálogo.

Porque mucho antes se dijo argentinos, desde Martín del Barco Centenera. Ahora, ¿quién lo entendía y qué quería decir? Quería decir cosas distintas para todos. O era meramente exhortativo o era un título o era una carta de ciudadanía, un documento, o indicaba donde uno había nacido, pero no era esto que digo, hasta el 17 de noviembre de 1972, donde sí es esto que digo. Donde cada fibra del ser de cada hombre y cada mujer estaba en la misma vibración. En esta frecuencia que permitía que al decir argentino se entendiera una cosa distinta de todo lo demás y de todos los demás.

Por un lado, es cierto que esto dejaba afuera a todos los demás, pero por otra parte era la única posibilidad de que esta porción de humanidad se incorporara a la humanidad en tanto persona y no en tanto cosa, que es lo que los liberales quieren que seamos. Por eso ellos son "ciudadanos del mundo", que en esos términos es ser ciudadanos de la nada. Sin ningún marco de integración sin acepción de personas.

Yo creo que en este proceso reside el milagro. Creo que interviene la providencia porque no puede ser de otra manera. Como en todo milagro hay una violación de las leyes de la causalidad. Por este motivo tampoco la razón puede alcanzar globalmente a este fenómeno. Aunque uno no sea un conformista y exija de la razón todo lo que se debe exigir a la razón, o sea, que agote el fenómeno. La razón puede conformarse, pero no agotarle. Cuando la razón no puede agotarle es que hay leyes que escapan a ella. No se trata de datos o información que no se posee, sino de leyes que escapan a ella, que es otra cosa.

Es entonces cuando aparece el milagro. A esto se llama milagro. A una violación de las leyes causales del universo. El retorno de Perón es una flagrante violación de alguna de esas leyes causales de la política, de la sociología y todas esas cosas que manejan tanto los marxistas como los liberales con tanta soltura y con tan terrible conformismo. Si exigiendo a la razón todo lo que puede dar de ella no se consigue explicación es que hay otra explicación u otra comprensión. Es esta comprensión de que el ser nacional tiene su partida de nacimiento el 17 de noviembre de 1972 y su viabilización en este diálogo entre Perón y el pueblo argentino, que es en realidad un diálogo del pueblo argentino consigo mismo, un ensimismamiento de esta persona de la cual redunda la existencia misma del ser. Para mí esto fue lo que sucedió ese 17 de noviembre.

La historia argentina está dividida, entonces, en dos partes: antes del 17 de noviembre de 1972, que visto su significado, nos hace comprender es historia como una historia concurrente hacia ese punto, donde todos los factores se fueron ordenando hacia ese punto de confluencia para que este hecho se produzca, y después del 17 de noviembre de 1972 vemos que una vez producido el hecho irradian una cantidad de factores o vectores de energía que ya son la construcción o la expresión de este ser nacional vivo, existente. Comienza a desenvolverse la demostración de su existencia. Es ya su avatar vital. Tanto los liberales, entre los cuales incluyo a los marxistas, como los llamados revisionistas, que son terriblemente dependientes de lo mismo que revisan: "por eso son revisionistas", tienen una conciencia anterior a este hecho. Pero además una vía de razonamiento por la cual les es imposible descubrirlo. Su propio razonar les oculta el hecho que ha pasado en la realidad.

El movimiento nacional

11. La filiación

En el período que va desde 1830 a 1850, o sea el del federalismo en el poder, hay una característica común en el lenguaje de sus tres máximos exponentes: Facundo Quiroga, Estanislao López y Juan Manuel de Rosas. Los tres hablan de "los pueblos". No pertenecen a su lenguaje los vocablos "provincias" o "estados". Cuando hablan de “los pueblos” lo hacen en el mismo sentido en el que hoy nosotros decimos “pueblo”. Los federales blancos posteriores a 1853, sean orientales o entrerrianos, utilizan también esta misma palabra. Es el lenguaje artiguista, lenguaje a su vez heredado. Ese "los pueblos" suena como sonaba en Castilla "las comunidades". También Juan de Padilla en 1517 decía "los pueblos". Y antes el Cardenal Cisneros.

Hay una relación íntima entre lo que fue el partido popular en América Hispánica y los conflictos y las tendencias políticas, ideológicas y por lo tanto de lenguaje en España.

El catolicismo popular español, el "juntismo", está en el origen del partido popular o de los movimientos populares en América Latina. Este catolicismo popular, este comunalismo, engendra una determinada organización, tanto de la iglesia como de la sociedad civil. El catolicismo popular no es la Iglesia Católica Borbónica, ni la Iglesia Católica habsburguesa, que son italiana una, y alemana la otra. La Iglesia Católica Española es otra cosa.

Estaba expresada en el Cardenal Cisneros, que era representante de un sistema político y de un sistema de ideas. Eran las comunidades de Castilla y del sur de España, fundamentalmente. Era este sistema que 50 o 60 años después está presente en El Alcalde de Zalamea y en Del Rey abajo ninguno, en las obras de Calderón y de Lope de Vega. También en Cervantes.

 

Es la idea de que la monarquía es la representación de la Nación y de que la Nación se autogobierna mediante los núcleos organizados en los pueblos.

Esta es la fundamentación profunda de todos los levantamientos populares en España y en América, incluso el de 1810, al grito de "Viva el Rey, muera el mal gobierno", que era la forma de explicitar el autogobierno en la monarquía. Entre Juan de Padilla en 1517 y los hechos de 1810 habían pasado trescientos años y el problema seguía siendo el mismo.

Estas ideas se conservaron, en particular, mucho mejor desde el punto de vista de la forma, de la tradición, de la metodología, en la Banda Oriental y en la Argentina. Pero no nos olvidemos que entre 1580 y 1780, en esos doscientos años hubo, 60 o 70 levantamientos comuneros en América Hispana. Se llamaban también comuneros porque o bien eran los mismos que habían emigrado de España, o bien sus herederos ideológico-político-culturales. Emigraron con todo el bagaje, con toda la experiencia histórica de lo que eran depositarios.

El Municipio indiano es hijo del Municipio castellano y éste a su vez es hijo de la Reconquista. La Reconquista fue un proceso, no una guerra, sino un estado inestable, que duró ocho siglos, desarrollados sobre una franja amplia y móvil, que se llamó "La Frontera". En esa franja se combinaron elementos árabes de origen, mozárabes, godos y celtibéricos. El municipio español de esa época era un municipio democrático y combatiente. Democrático en serio, en el sentido de la democracia social, orgánica y directa, lógico es para su época.

Ese modelo era también el del municipio del norte de África. Que es anterior a la invasión. Los norteafricanos, que son los primeros que invaden y que no son árabes sino magrebinos o bereberes, como dicen los españoles, llevan consigo sus instituciones. Y hoy están presentes, por ejemplo, en el Libro Verde del Coronel Khaddafi. Los consejos populares de Libia no son otra cosa que una versión del municipio original que los mismos berberiscos llevaron a España con Tarik.

Hay un ciclo evolutivo y de desarrollo de las instituciones, por lo tanto, también de su nombre, de su mecánica y de su desarrollo político e ideológico. Si nosotros escarbamos en la filiación vamos a llegar a estos puntos, a estos filamentos. Por eso este proceso se expresa en aquel "Viva el Rey, muera el mal Gobierno", por eso el cuño de la monarquía constitucional en España no es liberal, sino católico y popular. Los afrancesados eran sus enemigos y ellos eran los liberales.

Por eso también, para la época de la Independencia, no hay dos partidos sino tres. Uno es el partido de los franceses, que están al lado de José Bonaparte, en el campo antinacional. El campo nacional está dividido en dos partes: los absolutistas partidarios de Fernando y los constitucionalistas que son católico-juntistas y que es donde vuelve a aparecer el elemento comunero otra vez. La constitución de 1812 de Cádiz no es una constitución liberal, es una constitución popular. Liberales eran Floridablanca o Aranda, ministros de Carlos III. Pero la Constitución de 1812 era antiabsolutista, que era también libera absolutista, (que no es contradictorio) y nacional, popular y católica (Melchor Gaspar de Jovellanos). Había diputados de América en aquella Asamblea Constituyente porque la intención del juntismo era precisamente, reconstruir la unidad. Para ellos el reino era todo, no había diferencias entre metrópoli y colonia -que era la diferencia que sí hacían los liberales para los que todo era de Inglaterra o de Francia, y los absolutistas, para los cuales todo era propiedad de la Corona. Y la Corona ¡era un títere británico! ¿Qué es si no Don Juan Carlos de Borbón?

12. El desarrollo en América

El proceso de la independencia en América es parte del desarrollo de una tendencia (partido) política en esta unidad que es el Imperio Español. Este partido triunfa en la parte americana y pierde en la metrópoli. En la Junta de 1810 en Buenos Aires están ambos dos: los afrancesados y los nacionales o juntistas. Liniers, aunque de origen francés, es un hombre del juntismo. Él y sus amigos son fusilados en Cabeza de Tigre por Castelli. Es el intento de liquidación de un partido que sigue siendo español. Pero el problema para el pueblo en general no era España sino el régimen de gobierno. En principio la disputa nada tiene que ver con la Independencia.

Por eso los más importantes hombres de la Independencia se resisten a la independencia porque se resisten a la división sin más ni más. Quieren conservar la unidad que, de ser conservada, convierte a esa unidad en la primera potencia del mundo. Potencia además, antibritánica. Es popular y católica, lógicamente entonces es antibritánica.

Por eso Inglaterra tiene mucho que ver con la independencia. Sostiene a los afrancesados que son afrancesados de cultura por localizar en Francia la matriz cultural del iluminismo, pero son británicos en su organización, en sus contactos y en sus intereses. Políticamente los sostiene Inglaterra y no Francia que no estaba en ese momento en condiciones de sostener a nadie, ni a sí misma, después de la derrota de Napoleón. Por veinte años Francia desaparecería del proceso de colonización mundial cuya nueva onda había comenzado después de la colonización de América. Se reincorpora más tarde y se enfrenta con Inglaterra en Canadá y en la india, en 1740-1750, y se vuelve a enfrentar en 1850-1870, por la colonización de África y Asia, por la posesión de los mares y en la lucha por los estrechos, hasta que finalmente ambas potencias llegaron a un arreglo: Inglaterra hacía el gasto y Francia pagaba las cuentas.

Entonces la filiación política y su evolución nos muestran que los fusilados en Cabeza de Tigre están más próximos a los federales que a los unitarios. No porque fueran federales, que no lo eran (lo hubieran sido unos años después, quizás), sino porque no formaban parte de la élite intelectual de la aldea de barro que era Buenos Aires. En este grupo juntista, hay que incluir a Saavedra, a Campana, a Grigera. Eran los caudillos de las orillas de Buenos Aires. Populares del mismo cuño de Dorrego. Y mientras aceleradamente los liberales eran organizados en logias, éstos se organizaban en las iglesias.

13. La Iglesia Católica y el Movimiento Nacional

En los únicos lugares donde sobrevivió la Iglesia española del cardenal Cisneros, la iglesia juntista y popular, fue en el Virreynato del Río de la Plata. En lo que hoy es la Argentina, la Banda Oriental y Bolivia, Sur del Perú (alto Perú). En el resto de América la Iglesia era la Iglesia limeña, la Iglesia habsburguesa y borbónica. De raíz ítalo-germánica, no española. Una Iglesia jerárquica e institucional estrictamente. En el Río de la Plata esto no fue así y por eso cuando sobreviene el proceso de la Revolución, la Iglesia Católica en estos lugares la apoyó. Apoyó el "Viva el Rey, muera el mal gobierno", porque apoyaba la unidad del imperio y el juntismo. No eran liberales, eran católicos populares.

Esta posición comienza filosóficamente con Vives y sigue con Vitoria y el Padre Suárez. Su origen debemos buscarlo en San Agustín. Es la teoría de la legitimidad del alzamiento popular frente a la tiranía y por lo tanto de la ilegetimidad de todo gobierno tiránico. La Iglesia que estaba en la Argentina pertenecía a esta corriente del catolicismo popular. Esta Iglesia desapareció en 1853. No quedaba nada después de 60 años de guerra en la cual habían participado todos: la jerarquía, los sacerdotes y los fieles, inmersos en un proceso popular de construcción.

Esto es a tal grado así que en 1865 se vuelve a crear la Iglesia en la Argentina mediante la venida de un legado papal. Roma tiene que crear nuevamente. Pero esa Iglesia ya no es la misma. Es una Iglesia italiana. Una Iglesia inmediatamente anterior al rissorgimento, una Iglesia a la defensiva y en repliegue.

No nos olvidemos que Garibaldi, eje del rissorgimento, peleó contra Rosas aquí en el Río de la Plata antes de ir a Italia con sus camisas rojas, con los liberales y los primeros socialistas, anarquistas y carbonarios. Curiosamente vinieron a auxiliar a los sitiadores anglo-franceses, era la "lucha mundial contra la tiranía" que en buen romance significó lo mismo que la "lucha por la democracia y los derechos humanos" de hoy, la recolonización de los pueblos de la periferia del Mundo por el Norte, la instalación de la hegemonía británica. De las logias masónicas en los regimientos del Ejército Británico, nacieron las logias en este lugar del Planeta. Eran hermanos de los carbonarios, de los liberales y de los que fundarían el marxismo.

Esa Iglesia era entonces una Iglesia a la defensiva, institucional, encerrada dentro de los muros del Vaticano. Entre 1870 y 1930, hasta el Pacto de Letrán que hizo Mussolini con Pío XII, los papas, la cabeza de la Iglesia, estuvieron encerrados en los muros del Vaticano. Fueron cincuenta años de una Iglesia encerrada en sí misma. Éste no había sido el modelo de la Iglesia que estaba en la Argentina y que desapareció en 1853.

Nosotros tenemos hoy una Iglesia que es esta Iglesia recreada a posterioridad, con esta nueva raíz y no aquella Iglesia. Aquella siguió viviendo en el pueblo. A ésta los argentinos llevamos ciento veinte años intentando nacionalizarla. Es un proceso en el cual tanto el pueblo argentino como la Iglesia van haciendo su camino. Y es posible, porque la Iglesia, aunque desde el punto de vista de construcción es una Iglesia extraña, desde el punto de vista de su composición es, obviamente, una Iglesia argentina. Está compuesta por argentinos. Por eso es también permeable a la influencia del pueblo argentino. Pero también tiene serios problemas para comprender en profundidad el proceso argentino porque hay un hilo que se ha cortado, que se ha roto. Entonces, por ejemplo, son víctimas de la modernidad, de las diversas modernidades. De la de 80, de la del onganiato o de la del alfonsinismo. Es el producto de su construcción europea y de la desconexión de las raíces culturales de la Nación.

Desconexión que va modificándose a lo largo de estos ciento veinte años. Van comprendiendo cada vez más y esto comporta un desgarramiento de los católicos, del cuerpo místico de la Iglesia, de la Iglesia institución y de las personas. Es una cosa difícil, pero el pueblo argentino ha permanecido siendo católico, siendo fiel a su cuño. Ahora estamos recibiendo un ataque terrible por parte de las sectas. Es un ataque del Imperio, en una situación que favorece la penetración. La Iglesia pareciera no atinar a enfrentar esto con la decisión con que debería hacerlo. Porque para tener éxito debería hacerlo desde sus raíces, raíces con las que intenta empalmar. Pero esto también es una búsqueda. No se puede exigir más de lo que es posible. Pero esto va a ocurrir. Es un proceso que acompaña al conjunto del proceso de construcción de la Nación, de la independencia, de la soberanía popular y de la vuelta a la democracia social, orgánica y directa de acuerdo a la época. No como en el siglo pasado, lo que es imposible. De acuerdo a la época hay que montar un nuevo estado y crear las instituciones mediante las cuales nuestro pueblo pueda ejercer esta democracia social, orgánica y directa y contribuir así a la nacionalización del conjunto de los factores de la sociedad. El Peronismo es entonces, heredero directo de todas estas tendencias, es el heredero y el custodio de las raíces culturales de nuestra Patria, que no es una cuestión folclórica, como pretenden algunos disfrazados, sino algo vivo y actuante.

Y quienes no comprenden al Peronismo es porque no comprenden las raíces profundas que esto tiene. Profundas porque se hincan en el pasado, en nuestra historia. Pero profundas también porque son profundas en cada argentino. Llegan hasta la constitución de la personalidad de cada uno de nosotros.

14. El sistema de decisión

Para 1860 se cambia en la Argentina al cabildo por el modelo liberal de municipio: la municipalidad. El cabildo tenía sus raíces en aquel municipio combatiente de la Reconquista Española. Eran órganos de la democracia del pueblo, de los pueblos, al decir de Facundo, de Estanislao López, de Artigas. De esa democracia real que definimos como orgánica, social y directa. Por eso son abolidos y reemplazados, para la misma época en que había concluido la revolución de Flores, de los septembristas, y de los brasileros en la Banda Oriental. En la idea artiguista, los pueblos merecían ese nombre si eran, a la vez, soberanos y por lo tanto nacionales: es decir, sólo en la medida en que pudieran decidir.

Adjunto a la categoría nacional estaba ya desde entonces una determinada organización política y social con determinadas instituciones. Es el liberalismo el que vino a separar forma de contenido. Para los pueblos la organización era una y se autorreconocían y reconocían a los demás por vía de esta estructuración institucional o de esta forma de la toma de decisiones en la cual el caudillo, mal nombre, pero usémoslo para que se comprenda, no era más que el vértice de este sistema.

Porque los liberales han transmitido, y los revisionistas han permitido que así sea, otra idea, al transmitir el nombre "montonera" como símil de amontonamiento que tiene un único jefe, como forma organizativa en la cual no existen estamentos intermedios y en la que la toma de decisión no se realiza mediante un proceso colectivo. Y esto no es cierto.

Lo que han transmitido los liberales es su propia idea de que la jefatura es la suplantación de la voluntad del todo o del conjunto y de cada uno por la voluntad personal (idea británica-los tiranos griegos). Lo cual es una estupidez proveniente de las necesidades políticas y de la guerra psicológica o propagandística en la lucha contra la monarquía absoluta, en Francia y en toda Europa. Aunque, obviamente, tampoco era así en la monarquía.

Porque nunca es así, en ningún caso y en ningún lugar del mundo, ni en ningún momento de la historia. La sociedad en tanto tal y desde el momento que es sociedad, aún la familiar desde que es tal, tiene un sistema de toma de decisión. Y este sistema nunca es la voluntad de un individuo, siempre es una voluntad de conjunto, compuesta, aunque la exprese uno, que eso no importa. Siempre es una composición de voluntades, de ánimos, de sueños, de ilusiones, de opiniones. En el caso de la montonera, los liberales septembrinos desde su conciencia organicista, veían en la caballería gaucha una acumulación de hombres y caballos. Por eso la llamaban montonera. Veían un montón, no veían un orden. Pero eso era porque ellos estaban incapacitados de comprender un orden que no fuera el orden del racionalismo decimonónico del iluminismo. Llamaban desorden a lo que no conocían. Pero éste es un defecto griego. Ya los griegos llamaban "bárbaros" a los que hablaban una lengua que ellos no podían entender.

Hay una ceguera profunda y una contradicción importante en un pensamiento que se considera a sí mismo universal.

Y seguimos pagando por esa ceguera. Es un pensamiento que, considerándose universal, excluye a todo aquello que no sea sí mismo. Obviamente, entonces, no es universal. Es en realidad un achicamiento de la realidad, que se hace cada vez mayor. Es esto un pensar, como una idea del ser, producido y manejado por las oligarquías. Abarca tanto la política como la organización de la sociedad o la economía.

Este estrechamiento es el ámbito o el círculo adonde llega la luz de la bujía. Lo demás es oscuridad. Por eso son iluministas. Es la luz "de la razón". Pero esta luz de la razón era una linterna de dos elementos. ¡Naturalmente, poco iban a iluminar! Veían un círculo y todo lo demás era sombra. Ahora que fuera sombra para ellos, es decir, que fueran ciegos como topos, no quiere decir que nosotros lo seamos. Ellos viven en esa frecuencia, captan una frecuencia muy estrecha, y por lo tanto ven muy pocas cosas. Los pueblos que no tienen este defecto óptico, ven las cosas como son. Los ven a ellos en su ceguera, y también pueden, y es lo que hacen, verse a sí mismos, expresarse. En definitiva, Ser. Pese a esa ceguera y, por lo tanto, oponiéndose a ella.

El revisionismo forma parte de ese montón de topos que hurgan en los papeles de la historia como ratones, iluminándose a veces con un círculo más amplio o más pequeño, pero dejando de ver lo que la realidad indica todos los días, como si la historia fuera una cosa del pasado y no fuera una cosa del presente, perceptible, en capas sucesivas hasta el último de los individuos que componen esta sociedad. Esta es también una demostración de que la Argentina es una Nación, porque a partir de cualquier argentino se puede reconstruir su historia. Está presente en las capas de su personalidad desde las más superficiales hasta las más profundas.

Así trabaja la historia y así trabaja la Providencia. Irremediablemente en el fondo o en la superficie de todo esto también está Dios. Es decir, la conciencia que el hombre tiene, que el hombre guarda, sobre la Creación y sobre la divinidad. Independientemente de todas estas cáscaras, ópticas, artilugios, que en realidad no iluminan, sino que oscurecen.

15. Perón y el Movimiento Nacional

Perón explica con toda claridad que la masa es un conjunto poblacional sin organización, sin dignidad y sin doctrina. Dotarlas de estas tres características hace a su transformación en pueblo. Para él esa transformación forma parte indisoluble del espíritu nacional. Forma parte de ese proceso que a él históricamente le tocó cumplir. No porque lo eligiera, sino porque lo encontró. Ésta era su tarea histórica y él la asume. Si no lo hubiera hecho, dicha tarea hubiera quedado postergada. Y la asume de la única manera que la podía asumir, como un proceso de recuperación de una organización, de una dignidad y de una doctrina perdidas en el siglo pasado. Organización que era la organización de las comunidades. Dignidad que era la dignidad del hombre a caballo o incluso del hombre de la ciudad ligado a su terruño. Y la doctrina que era la doctrina federal, católica y nacional.

Las tres se habían perdido en 1853, después de Caseros. Destruida la organización, desaparecida la dignidad y también liquidada la doctrina, reemplazada por esta especie de ensalada aguachenta del liberalismo y después, del liberalismo y del marxismo. Durante sesenta años, entre 1880 y 1945, imperó otra cosa. Ya pasadas tres generaciones, había que volver otra vez a reconstruir las bases fundamentales de la edificación de un pueblo, sin las cuales era imposible que prendiera el Espíritu de la Nación.

Vivimos un proceso similar de desorganización, de indignidad y de vituperación de la doctrina nacional, con el ánimo de matar definitivamente a la Nación. Pero se encuentran con un problema más grave, porque ahora la Nación ya existe. Por eso las medidas que se toman son mucho más drásticas. O como a nosotros nos toca vivirlas, nos parecen más drásticas que las medidas que tomaban los Mitre o Sarmiento junto con los generales uruguayos, con los Paunero, los Sandes, los Irrazábal, literalmente asesinos.

Y con los aliados brasileros, que hoy vuelven a ser aliados del liberalismo otra vez. Nuevamente, como en la época del Ejército Grande. Y para atestiguarlo, ahí están los boletineros. En aquel entonces el boletinero era Sarmiento, el que editaba las órdenes de cada día del Ejército Grande. Ahora hay un montón. Vázquez, El Periodista, El Porteño, casi todos los medios de difusión. Son los que reemplazan lo que hacía Sarmiento, en un principio solo y después con algunos otros, cuando se posesionaron de los mejores medios y de créditos del Estado.

La construcción del Estado

16. La estructura de poder

Producida la victoria de Caseros por los unitarios, éstos imponen al conjunto del país la Constitución de 1853. Lo que llamaron así no es más que un versito para instrumentar definitivamente su dominio. Es decir, afirmar el poder de la burguesía comercial porteña por sobre el país. Victoria que finalmente consiguen en Pavón. La Constitución, entre Caseros, en 1852, y Pavón, es la fijación de las condiciones de la rendición.

En efecto, es el pacto entre la Confederación y Buenos Aires. Por eso contiene elementos unitarios y elementos federales. Pero contiene los suficientes elementos unitarios como para imponer la organización del Estado, de una buena vez, en el sentido de los unitarios. Después de Pavón, con la revolución septembrista, la Confederación termina desapareciendo, y pasa la capacidad de decisión, con esa Constitución o con cualquier otra hubiese sido lo mismo, a manos de aquéllos que la construyeron verdaderamente, y a su imagen y semejanza.

Se trataba de la administración del patrimonio de todos en beneficio de un grupo: la burguesía comercial porteña y los terratenientes de la provincia de Buenos Aires. También incorporan al proyecto a otros dos grupos de terratenientes: el de Salta y el de Corrientes, que son los que se convierten en gendarmes de la oligarquía de Buenos Aires, que había derrotado al federalismo punzó de Rosas, respecto del federalismo negro del norte que había encarnado Facundo y del federalismo blanco del litoral que habían encarnado Artigas, López, Ramírez y López Jordán.

Este triángulo de poder oligárquico -Buenos Aires, Salta y Corrientes- es el que construye el Estado Nacional en un reparto donde la oligarquía de la provincia de Buenos Aires se lleva la parte del león y donde estos dos grupos oligárquicos, el de Salta, los dueños del Valle de Lerma, que es la parte habitada de la provincia, y por consiguiente de todos los valles, y el de Corrientes, se llevan una parte en el festín mientras contribuyen a la opresión y eliminación del "gaucho", trabajador rural, soldado del a independencia y de pura cepa mestiza.

17. La organización jurídico-administrativa

El Estado Nacional se construye de esta forma, pero con una conciencia liberal. Es una conciencia juridicista que no contemplaba para nada la realidad de los pueblos, sino que por el contrario independizó la estructura jurídica de esa realidad. Es una ficción que consiste en transferir, como ha hecho el liberalismo en todo el mundo, la institución del derecho de familia (civil y patrimonial) de tutela, al derecho político.

Las instituciones políticas son las únicas instituciones civiles en las cuales el poder-dante no puede revocar el poder dado. El apoderado es irrevocable, caso que no se acepta en ninguna otra situación jurídica de ningún tipo. Fundamentalmente en los contratos, que es la única institución jurídica de la burguesía y el único concepto jurídico que ella tiene. Salvo entonces en el derecho político, en todos los demás el apoderado es apoderado para un solo acto, para un sólo hecho específico. En las instituciones políticas resulta que el apoderado es no solo apoderado, sino que además se apropia del poder-dante.

Hay una contradicción flagrante, incluso desde el punto de vista estrictamente jurídico, en aplicar la misma institución jurídica a dos situaciones, de manera totalmente opuesta. Claro, acá se trata del pueblo. Entonces el poder que otorgan los pueblos es irrevocable. Los mandatos son irrevocables y además inespecíficos. De modo que vienen a configurar verdaderamente una tutela. No hay mayoría de edad. Hay una especie de "capitis diminutio", de disminución de la capacidad, del que otorga el poder, que sólo tiene facultad de otorgarlo. Por eso "el pueblo no delibera ni gobierna sino a través de sus representantes". Cosa que estaría relativamente bien si se reglara correctamente quiénes y cómo son sus representantes y las condiciones de su revocabilidad. Pero en realidad no se indican condiciones de revocabilidad para ningún caso sino más bien de irrevocabilidad de la representación. Entonces hay una apropiación de la voluntad de los pueblos en general por parte de un grupo que se arroga la categoría de "representantes".

El Estado se construyó así, desde el punto de vista de la representación. Desde el punto de vista de la administración, se estructuró como una administración centralizada y tendiente a globalizar todo, a reglarlo, es "normalotodo".

Esta voracidad no es nada más que una petición de principios (desde el punto de vista de ellos). Porque para los liberales el Estado que ellos crean lo es todo. Del mismo modo en que el "ciudadano" lo es todo. El Hombre es un ciudadano. Pero no todos los hombres son ciudadanos en el mismo nivel. Es la "polis" griega de nuevo. Somos todos iguales, pero hay algunos más iguales que otros.

Estos que son más iguales son los que en realidad tienen la potestad de decidir. Son los que resumen la voluntad a los efectos de tomar la decisión y después, al que le guste le guste y al que no que se jorobe. Ésta es la democracia liberal de cuño ateniense. Un juego de ficciones. Una democracia de unos pocos.

Cada vez menos, porque la conciencia del pueblo ha crecido, porque la Nación existe y entonces ellos en realidad están sitiados. Quieren seguir ejerciendo este tutelaje, pero el pueblo argentino ha llegado ya a la mayoría de edad y la Nación también. Debe decidir el pueblo argentino qué es lo que quiere verdaderamente, sin embargo, se le imponen otras condiciones.

Éste es el problema del Estado. Es por un lado un problema de origen y por otro el problema de su total y radical transformación. Por eso no hay problema constitucional en la Argentina, porque en realidad no hay Constitución, hay que crear una Constitución. Ellos quieren volver a hacer una Constitución de 'papel', un compromiso que mantenga y asegure el sistema de tutelaje, que es un sistema de tutela desde el punto de vista de la voluntad, y un sistema de curatela, desde el punto de vista de los bienes. Es decir, son tutores y curadores.

En esta concepción, el pueblo argentino es menor de edad e incapaz de manejarse con su voluntad y de decidir sobre sus bienes. Esto en los términos jurídicos del liberalismo, incluso o aún en los términos jurídicos del derecho romano.

Esto no ha sido siempre así. En los períodos en los que el pueblo gobernó, el Estado fue transformado, o mediante el aditamento de otras instituciones o mediante la creación de otras instituciones de toma de conciencia, de toma de decisión y de práctica social.

18. La crisis del estado liberal

El Estado liberal creado en 1880 entró en crisis en 1930. A partir de 1880, excluido el pueblo argentino de las decisiones, derrotado y no significando ya peligro, los círculos de poder se permiten la dialéctica bipartidista. Uno de esos partidos, el que representa Alberdi, impone sobre el otro la decisión que provoca la inmigración masiva de fines del siglo pasado y comienzos de éste.

Es Alberdi un enemigo del establishment dentro del establishment, es el crítico de los septembristas dentro de determinados márgenes. Es un crítico tolerado. Pero es un argentino profundo en una época de superficialidad y enriquecimiento ilícito.

Esta decisión que provoca la inmigración es en realidad un arma política contra la oligarquía, en tanto ella no puede controlar el proceso. El otro sector tampoco lo puede controlar, pero ellos son oposición, no poder. Lo que sucede es que al mismo tiempo es una necesidad de la oligarquía. Se necesitaban más brazos para trabajar más tierras, para exportar más y así obtener más dinero. Era una forma de dominar más el país, pero esto conlleva naturalmente su contrapartida.

Para los años 1905-1910, en la época del Centenario, de acuerdo al censo había en el país más extranjeros que argentinos. Y la oligarquía no puede absorber este proceso. La Argentina como después vimos, sí pudo. Pero el sistema de poder en ese momento no pudo absorberlo en su propio beneficio. Esto lo puso en grave crisis. Aquí es cuando aparecen, como expresiones de esta crisis, el partido radical y de algún modo también el partido socialista.

El modelo entra en crisis cuando entra en crisis el Imperio que lo permitió y lo sostuvo. Lo permitió y lo sostuvo de una manera muy particular, negociando con él. Porque los integrantes de la oligarquía tampoco eran agentes británicos. Eran comerciantes, por lo tanto, discutían los precios, no siempre se llevaban bien, no siempre fueron buenas las relaciones. No eran un apéndice, eran una necesidad del Imperio. Tenían ese poder, el poder de la necesidad de sus clientes y amos. De modo que negociaban a favor de sí mismo, sobre todo con el Imperio Británico; a favor del Imperio Británico relativamente, relativamente en contra del país, pero relativamente a favor de la Argentina. Porque los intereses de la oligarquía estaban radicados en este suelo. Sus vacas, sus tierras, su trigo, estaban aquí, no fuera de aquí. El modelo que ellos imaginaron se basaba en un Imperio Británico que iba a durar mil años tal cual estaba. Pero no duró mil años, escasamente cincuenta.

El conjunto del sistema mundial entró en crisis en 1929. Ya había pasado por una crisis importante en 1890. Todas, en rigor, crisis de acumulación de capital. Es decir, crisis producidas, inducidas. El capitalismo a nivel mundial tenía que poner su dinero en otro lado, tenía que recambiar, relimitar la producción, porque si no, dada la acumulación, el reparto era inevitable. Se produce la crisis para poder digerir y reordenar el sistema productivo. Así sucedió en 1890 y de nuevo en 1930.

Esta crisis hizo que entrásemos en crisis nosotros también. En la Argentina produjo, paradójicamente, una mayor adhesión al Imperio Británico y un "keynesianismo" económico sobre la base de una dictadura política. Es el gobierno de Justo, un gobierno espurio desde todo punto de vista, el que hace, paradójicamente, las primeras nacionalizaciones. Se crea la Junta Nacional de Granos, el Banco Central, la Concentración del Crédito, el control de cambios, la Corporación de Transporte y hay un esbozo de industrialización. Los que aconsejaban eran los keynesianos de aquel entonces, los "socialistas independientes": Pinedo, Prebisch, Di Tomaso, Del Valle Iberlucea. El hombre de moda era Keynes, un inglés.

Esta crisis es también el reconocimiento del fracaso del sistema representativo. La oposición del partido Radical, que es tolerada por el régimen mientras el régimen funciona, ya no es aceptada cuando el régimen no funciona, Lo que está en crisis es el sistema de conducción del país y el sistema de conducción política. Los ataques a Yrigoyen no son contra Yrigoyen, ni contra el partido Radical, sino contra el futuro de eso, que es donde la oligarquía ve el peligro. El peligro no está en Yrigoyen, en Luna, en el clan radical o en el diario Crítica, ni mucho menos en Alvear. El problema está en lo que viene después, en cómo sigue.

Entonces cortaron por lo sano antes que siga, porque lo que preveían era la radicalización cada vez mayor del radicalismo. Pero el radicalismo no iba a seguir la ruta de la radicalización, sino la otra ruta, la de la alvearización y la concordancia. Esto fue, en rigor, lo que pasó. Es lo que consiguieron con el golpe. Adecuar nuevamente el sistema de representación al modelo de la polis griega con la exclusión de los esclavos, los metecos y los ilotas. Así surgió el "fraude patriótico".

Pero esto no resolvía en profundidad la crisis. El aprovechamiento de la misma lo hace Perón con la revolución de 1943. Perón reforma verdaderamente el sistema de representación, no el de la Constitución, sino el de la representación real. El tercer partido, los excluidos, los que no existían desde la muerte del jordanismo, reaparecen con Perón. Porque no es cierto que la línea sea Rosas-Yrigoyen-Perón. Es mucho más correcta la línea San Martín-Rosas-Perón. Después de casi cien años de exclusión, el tercer partido aparece con más vigor, otra vez... No es radical ni conservador. No son el partido de su Majestad o la oposición de su Majestad. Es muy antiguo y a la vez totalmente nuevo, es el futuro.

19. El agotamiento del estado liberal y las bases del nuevo estado

Este nuevo proceso incluye a las instituciones del país realizadas más otras instituciones que son las organizaciones sociales. La plaza y el funcionamiento en sí de este sistema. También la democracia política. Con voto masivo y además "monoblock" del voto. Otorgado no por Perón, sino por cada uno de los votantes.

Cuando se vota a Perón "votando a sus candidatos", cada elector se vota a sí mismo, en realidad. Eso significa votar a Perón; no es votar a un hombre. Eso sólo es así para los liberales, o para los sinvergüenzas. El "block" del voto del Peronismo tiene estas características y se mantiene así hasta 1976. Votar a Perón era votar por cada uno, que es lo inverso de la democracia política liberal, donde de lo que se trata es de votar por figuritas, que son todos funcionarios de lo mismo y donde a todos les pagan el mismo sueldo, las mismas "cajas". Aquí el elector se convierte en espectador.

De la otra manera el elector es actuante, es protagonista. Aparentemente es una paradoja que cuando el voto es masivo en un mismo sentido es cuando más protagonista es el elector. Ahí está la presencia del ser nacional, que es la presencia central en toda elección donde el Peronismo ha ganado. Este proceso fue construido así porque no había otra manera correcta de hacerlo. Había otras maneras incorrectas que hubieran significado asimilarse a uno de los otros dos partidos. Perón siguió permanentemente la vía del desenvolvimiento de la personalidad del tercer partido y de la edificación del ser nacional, por entre medio de estas cuestiones que se le planteaban como tentaciones, como caminos más cortos, o como dicen algunos, como atajos más eficaces. Cabría preguntarse ¿más eficaces desde qué conciencia y desde qué eficacia?

Entonces el Estado Peronista ya no es solamente el Estado liberal. Es también el conjunto de las organizaciones de la sociedad. Es el funcionamiento conjunto de todos los miembros de la sociedad, con la democracia política y el voto en "block", con el voto en el sindicato, con la Plaza, con el voto en otras organizaciones de la sociedad, con la Fundación, con mil formas de participación. Todo eso es el sistema decisorio.

¿Era esto, como sostenían los ideólogos liberales y marxistas, la "inflación" del Estado para abarcarlo todo? Desde luego que no. Era un avance de la comunidad que reorganiza y decide por sí misma, sobre el Estado liberal, que se achicaba en decisión día a día. Pero estos teóricos, ideólogos y pseudo-políticos en realidad aspirantes a funcionarios, sí han desarrollado un Estado omnipotente y omnipresente, desde luego en sus manos, a la par que hambrearon, desorganizaron y destruyeron las organizaciones del pueblo dejándolas raquíticas para mejor cumplir su designio antinacional. De este artilugio intelectual de una falsedad, extraen los “ismos” colgados en el cuello del “Movimiento Nacional” para edificación de los timoratos y lengua de los tontos.

Hasta llegar a 1949 donde ya se plantea y se realiza el cambio constitucional. Cambio que es gradual, incorporando los derechos sociales y un sistema de participación en la decisión. Sistema de participación que no es como piensan los liberales, para quienes participar significa que el hombre esté presente, oiga y hable. Sistema de participación donde participar es decidir, verdaderamente.

Acompañaba a esto un proceso de reemplazo de las categorías jurídicas fundamentales del Estado del 80 por las del nuevo Estado. Para el Estado del 80 la categoría jurídica principal es el contrato. Es su institución fundamental. Después de la revolución septembrista, a la oligarquía la Constitución deja de importarle. Una vez que la burguesía porteña y los terratenientes de la provincia de Bs. Aires consiguen su dominio sobre el país, lo que les importa es el Código Civil, que era el marco en el que arreglaban sus relaciones, las relaciones de la “polis”. Su relación con el resto, con el pueblo, necesitó años después un Código penal. Hasta que esto ocurrió se manejaban con la policía de campaña, el juez de paz y los jefes políticos, el asado político, la taba y la ginebra; y de no, la frontera y el ejército de línea.

Desde esta realidad surgen las líneas de progresión del nuevo Estado. “Lo nuevo nace de lo viejo”. Era una gradual transformación del Estado preexistente por el aditamento de nuevos elementos. No se puede cambiar este Estado de la noche a la mañana. Es un trauma imposible, independientemente que ahora debemos hacerlos en esta situación actual. El cambio es progresivo. Perón lo define con su idea de evolución. Un proceso de adaptación a la realidad, en rigor.

Y que es revolución en ese momento en que se acumula la adaptación suficiente para cambiar. Porque no mutan los inadaptados, mutan los que se adaptan. La mutación es el producto de un exceso de adaptación, no el proceso de la inadaptación. El producto de la inadaptación es la muerte. Habitualmente se piensa al revés. Que el inconformismo es la base del cambio. Y ese no es ningún cambio. Generalmente es, desde el punto de vista de los pueblos, el cambio de todo para que todo siga igual.

Tanto la revolución protestante, como la Revolución Francesa o la Revolución Soviética, no fueron tales…Fueron en realidad procesos de involución, en contra de la evolución…Pero como la evolución es más fuerte el proceso de adaptación sigue igual. Se llama revolución a la mutación y una mutación se produce por un proceso conciente. En el caso de la sociedad, por la acumulación de adaptaciones cada vez más perfectas. Entonces un pequeño cambio en el ecosistema muta a todo el sistema en conjunto. Los voluntaristas del cambio en realidad no cambian nada, cambian algunos aspectos superficiales de la forma.  Además de colocarse ellos en lugar de los desalojados.

Pero la profundidad requiere otro tiempo. Y requiere una conciencia de lo que es verdaderamente la evolución de la sociedad. También del destino y de los principios fundamentales, que son eternos y de cómo a través del cambio estos principios se conservan igual a contrapelo. Le pasó a la burguesía francesa y le pasa hoy a la “nomenklatura” soviética, como le pasa al universo transideológico en todo el mundo.

Ese curso del voluntarismo iluminista tiene un destino que es desaparecer. El problema es el desastre que produce mientras existe. Y la hecatombe con la que amenaza cuando se ve en peligro, la gente que mata y las cosas que destruye, el daño que hace.

En este proceso evolutivo Perón agotó definitivamente el Estado liberal burgués del 80. Lo agotó, no lo destruyó. Se proponía agotarlo y lo agotó, a tal grado que después nunca más anduvo. Había que reemplazarlo por otro gradualmente, en ese proceso natural, es decir acompasado, en fase con el conjunto del proceso argentino. Desde la conciencia individual hasta la colectiva y desde las cuestiones económicas y sociales hasta las organizativas, políticas e institucionales, en un todo que debe ser armónico.

A contrapelo de ese proceso se reimplantó el Estado liberal, como no podía ser de otra manera, mediante una dictadura, en 1955. Una dictadura que fue civil o militar, pero siempre con la exclusión del peronismo. Por esa vía sólo se podía avanzar hacia el actual Estado Burocrático Transideológico del que hablamos más adelante. Mientras tanto quedaba abierto y vacante el proceso de construcción del nuevo Estado que la Nación hoy reclama y cuyas bases sentó el General Perón.

20. El destino de la argentina

La Argentina evidentemente tiene un destino. No es el del águila imperial. Idea que podría pertenecer al nacionalismo tradicional y al nacionalismo europeo, donde las naciones eran por contraposición a otras. La Argentina es Nación no por contraposición a nada sino en virtud de sí misma. El crecimiento de las naciones europeas se debió a las fronteras idiomáticas, raciales, políticas o económicas.

Lo nuestro se parece más a la autodeterminación. Es como nació Castilla, un día en que Fernán González se enfrentó con Sancho y decidió dejar de tenerlo en cuenta. Realmente, no había ninguna pulsión política o económica. No era en contra de los árabes ni en contra de León. En principio era a favor de Castilla y de los castellanos. Una especie de independencia por pactos de frontera. La “marca” también era, por cierto, una situación confusa.

Las naciones europeas en general y también los E.E.U.U., nacieron por el juego de las presiones y contrapresiones, con la Argentina no fue ese el tema. Aunque el principal problema que enfrentamos es el colonialismo. Nosotros no queremos nuestra patria para esclavizar a nadie, ni para extenderla territorialmente, lo que sería una estupidez. La queremos para vivir. Para construir el hogar, como decía Perón: “la Argentina es el hogar de todos”. Es como aquél que se hace una casa. No la hace contra el vecino sino para vivir él…Compra el terreno, trabaja, le paga a otros para que trabajen. Después tiene vecinos, malos y buenos. Es una cosa bastante simple desde un punto de vista.

Desde otro punto de vista también está el reconocimiento implícito de que si hay una Nación es América. Una Nación que merezca ser como las otras. Cuatrocientos millones de personas. De lo contrario sería una republiqueta de cuarta. Por eso la Argentina tiene un rol central en la Unidad del Continente. Ese es su destino. La Argentina nació para morir y volver a renacer. En una Confederación de Naciones Soberanas, que es la forma en que puede ser. No como la potencia rectora ni ninguna de esas cosas, que son de otra época y de otro mundo, sino porque pareciera tener el potencial económico, político y geopolítico, y de circunstancias, posible y suficiente. Y porque es portadora en este caso de una verdad más profunda, que es universal. Como fue Prusia para Alemania, Prusia siguió siendo Prusia, pero Alemania fue Alemania. Lo nuestro es cumplir esa función, salvando las distancias, porque nosotros no somos los prusianos de América, cosa que quisieron ser los chilenos. ¡Veleidades de vascos! Pero sí cumplir esa función, la función del aglutinamiento, de la organización, del orden.

Esto que hoy es la Argentina también se agota para renacer en otra cosa más grande y más integrada también. Ésta es la misión. Es una misión más grande que la de construir este pequeño país. Pero, indudablemente, primero hay que construir este pequeño país. Paralelamente a su construcción es la otra construcción. No creo que sea después. Es ya, es coetánea…Los signos, lo que pasa en América está indicándolo. En tanto el Imperio pierda el desfasaje a que nos somete, en tanto los diversos procesos no se den aislados o separados en el tiempo, en cuanto podamos entrar en fase con uno o dos países de América Latina, la reacción se desencadena. Es el efecto “dominó”. Cae una pieza y caen todas.

La cuestión es crear un polo con posibilidades. Los caminos del Tahuantinsuyu, las rutas imperiales de los incas, que eran los caminos que partían del Cuzco hacia las cuatro partes del mundo: uno hasta Quito, otro hasta la costa, otro hasta la selva y otro a Tucumán. Eran lo más lógico, lo más exacto. Ahora sigue siendo así. San Martín nos preparó el camino. La Constitución Peruana obliga al gobierno peruano a ser aliado de la Argentina. Es una cosa importante, rara.

La Argentina está a caballo de las fronteras. Chile, Bolivia, Perú, Paraguay, Brasil y Uruguay. Cada área geofísica de la Argentina tiene correspondencia con esos países, salvo el límite con el Océano Atlántico. Las fronteras son ejes en realidad, no delimitaciones. Esto permite que una línea que une Ecuador, Bolivia y Uruguay, que une la Cuenca y el Ande, el Pacífico y el Atlántico, sea el verdadero eje de integración del continente. No hay otro eje de integración. Cualquier otro es imposible para los pueblos. No lo es el Amazonas. No lo es el Orinoco. Ni lo llanos venezolanos. Por eso el Imperio se preocupó en el siglo pasado de hacer de Ecuador, de Bolivia y de Uruguay estados tapones y distribuyó su influencia sobre este eje. Al sur inglesa, al este también, siguiendo la línea de su relación con Portugal a través de Brasil y al norte E.E.U.U. y también los ingleses a través de sus neocolonias.

La integración entonces es fácil. Una Confederación de Naciones Soberanas, siguiendo las integraciones regionales sobre las fronteras. Se acaba la Argentina en un sentido. En otro sentido se expande. No como conquista. Se expande el espíritu nacional que se creó aquí. Quinientos años de pobreza.

Hace ya algunos años se habla de las apariciones de la Virgen en San Nicolás. Está testimoniado en dos libros que han aparecido. La mujer que la ve es una semianalfabeta, que casi no sabe leer ni escribir, pero cuando tiene las apariciones escribe con una letra y una ortografía perfectas. La Virgen habla de la Argentina, del pueblo, de América. La Iglesia, que en esas cosas es muy desconfiada, ha hecho y sigue haciendo innumerables pruebas. Es mucho más fácil convencer a uno de estos racionalistas que andan por ahí que a la Iglesia. El cura del lugar cuenta de una experiencia con un grupo, un abogado, un psicólogo, un sociólogo y él. Habían ido a la casa de esta mujer por una de esas pruebas y en el momento que están ahí tiene una visión. El olor en el aire era a rosa y a jazmín, un olor fuerte. La mujer en trance comenzó a escribir y cuando terminó hubo una luz potentísima.

La Virgen dice que la Argentina está protegida por su manto. Una cosa insistente, durante mucho tiempo. Es la Virgen del Rosario. Todo esto tiene que ver con el destino. Dentro de este destino colectivo nosotros tenemos un curso vital, un destino individual que descubrimos y elaboramos. Enfrentamos, como decía Marechal, una batalla celeste y una batalla terrestre. El tema es que no hay que pedir ayuda. Lo que hay que pedir es la fuerza y la claridad suficientes para seguir. El asunto no es solicitar el auxilio celeste sino construir, y no es soberbia.

 

 

 

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