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“La Revolución de los Orilleros” del 5 y 6 de abril de 1811

En la Junta de Mayo de 1810 se registraron graves y riesgosas desinteligencias para la revolución. Y una revolución con un pueblo se asegura con la determinación de un Caudillo. Saavedra, dada su popularidad, pudo serlo, pero moderado al extremo, no lo fue. El otro protagonista, Moreno, que se hizo de la revolución por su carácter y energía, no era hombre de multitudes.

En otro desencuentro por la incorporación de los diputados del interior que formaron la Junta Grande, Moreno renuncia y solicita se le nombrase agente en Londres para solicitar de la gran potencia la adhesión a la revolución y de paso adquirir armas. Se embarcó en el buque de guerra inglés Misletoe y se fue hacia un trágico destino. En Buenos Aires los grupos morenistas reclutados en el regimiento de La Estrella y los jóvenes intelectualizados que formaron El Club (apócope del club de los jacobinos franceses) y que se llamó Sociedad Patriótica y Literaria iniciaron una conspiración que tenía como objetivo la disolución de la Junta Grande y la destitución de Saavedra.

Conocida la intención por los alcaldes de los barrios incondicionales resueltos de Saavedra, conducidos por Joaquín Campana y Tomás Grigera,  pergeñaron un movimiento para neutralizar los propósitos destituyentes de los morenistas.

 

LA NOCHE DEL 5 DE ABRIL

Sorpresivamente a las 11 de la noche del sábado 5 de abril grupos de quinteros, matanceros, arrabaleros, orilleros todos, con sus caballos convergieron desde los corrales de Miserere, de los pagos de Palermo, de los mataderos de San Telmo hacia la Plaza de la Victoria. Cuatro mil jinetes que no se habían visto en las jornadas del 25 de mayo de 1810, ocuparon en silencio la plaza ante el desconcierto de los jóvenes intelectuales y ante el estupor de los vecinos del centro que se atemorizaron ante la presencia de la chusma de las orillas. Aquello fue una reacción del pueblo bajo y medio donde se mantenía el verdadero patriotismo sin limitaciones de la Convención francesa y en contra de la gente “de posibles” y la juventud dorada de la “Sociedad Patriótica”. El historiador López, nada simpatizante de este movimiento recuerda que “eran pequeños propietarios, poseían caballo y con tareas habituales…Dorrego fue su Graco, Rosas su César…”.

 

LOS ORILLEROS EN EL PODER

Después de reemplazar en la Junta a los vocales morenistas, exigieron que de ahí en más la designación de los miembros del gobierno se efectúe por consulta popular. Enfrentaron al Virrey Elío que desde Montevideo exigía ser reconocido como Virrey del Río de la Plata. Al Embajador inglés Lord Strangford, que pidió mediar en la controversia ante el peligro que para el comercio inglés y su disminución ocasionaban las aguas revueltas del Río de la Plata,  se le respondió “…Estas provincias exigen solamente mantenerse por sí mismas y sin los riesgos de aventurar sus caudales a la rapacidad de manos infieles…para que el gobierno inglés pudiese hacer los oficios de un mediador imparcial es preciso que reconociese la independencia recíproca de América y la Península, pues ni la Península tiene derecho al gobierno de América ni ésta de aquella…”. Fue un documento admirable por su dignidad y concepción patriótica.`

Además la Junta prohibió la remisión de géneros ingleses al interior y otras medidas que perjudicaban al comercio inglés a favor de los intereses argentinos. Si los orilleros tenían como enemigos a la gente “decente” y a los jóvenes del Café de Marcos a los que se agregaron los comerciantes ingleses y el embajador Strangford, no tenían muchas perspectivas de perdurabilidad y futuro.

 

FIN DE LA EXPERIENCIA ORILLERA.

En julio llega la noticia del desastre de Huaqui que contribuye el desprestigio de la Junta y a su oráculo Joaquín Campana. Además, Saavedra, que no aceptó el poder “único” ofrecido por los orilleros, se desentendió de ellos y se fue a reorganizar al ejército del Norte. Esta ausencia será aprovechada por la gente “principal” para “trabajar” a los cuerpos militares que han quedado en Buenos Aires acusando de ineficaz al gobierno y de prepotente a Campana que siempre se lo ve rodeado por gentes que visten chaqueta y usan trencilla. La destitución de Campana en su cargo de Secretario de la Junta es inminente. El Cabildo preparó las listas de los vecinos que debían elegir diputados. Airadamente Campana sostuvo que la convocatoria fuera general y en la plaza pública. El 16 de septiembre, con la pasividad de los regimientos y la ausencia de los habitantes de las orillas entran a la Sala Capitular un grupo de jóvenes de la Sociedad Patriótica pidiendo la destitución de Campana. El Cabildo accede y notifica a la Junta de Destitución. Campana que es llevado preso al fortín de Areco, no pudiendo regresar nunca más a Buenos Aires.

De las elecciones convocadas por el cabildo surge el 1er. Triunvirato, la agonía de la Junta orillera y de la Juta Grande y el final de la revolución orillera del 5 y 6 de abril.

Jorge Oscar Sulé

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