Skip to main content

HISTORIA ARGENTINA

| Tomás Trapé | Volvió Peron (1972-1976)

El asesinato de José Ignacio Rucci, acribillado a balazos dos días después del triunfo de Perón en 1973, marcó un punto de inflexión en la historia del peronismo.


El 25 de septiembre de 1973, a pocos días de la asunción de Juan Domingo Perón tras 18 años de exilio y proscripción, y luego de la contundente victoria de la fórmula Perón-Perón por el 63% de los votos, la Argentina se despertó con un crimen que marcaría un punto de no retorno. José Ignacio Rucci, secretario general de la CGT, fue acribillado con 23 disparos cuando salía de su casa en el barrio de Flores. En ese momento, el país entero celebraba el regreso del líder, pero la fiesta duró poco. Su asesinato encendió la llama trágica que terminaría devorando al movimiento.

La escena más recordada de ese día no fue la del cuerpo en la vereda, sino la reacción de Perón. El hombre de hierro, el viejo general que había sobrevivido a la cárcel, al destierro, a los intentos de asesinato, se quebró frente a la noticia. “Me mataron a un hijo”, dijo. También confesó: “Esos balazos fueron para mí, me cortaron las piernas”. Y esa vez lloró. Por primera vez en público. Lloró en el velorio y durante el entierro, visiblemente consternado y derrumbado sobre el cajón. El día que Perón lloró fue también el día en que el peronismo entró en una espiral de fracturas que no tendría vuelta atrás.

Rucci, más que un hijo político

¿Quién era ese “hijo” por el que Perón derramó lágrimas? José Ignacio Rucci no era un burócrata gris como se intentó pintar sino un obrero metalúrgico de origen humilde que había escalado a fuerza de militancia sindical. Empezó como delegado en la UOM, participó de las jornadas del frigorífico Lisandro de la Torre en 1959, disputó con Vandor en los 60, y fue uno de los pilares de las “62 organizaciones” que mantuvieron viva la resistencia peronista cuando las banderas y el apellido estaban prohibidos.

En 1970 llegó a la conducción de la CGT, y tres años más tarde jugó un papel decisivo en la negociación del Pacto Social entre la central obrera y la CGE de José Ber Gelbard. “Yo sé que con esto estoy firmando mi sentencia de muerte, pero como la Patria está por encima de los intereses personales, lo firmo igual”, había dicho tres meses antes de ser asesinado. Porque ese pacto —una tregua entre trabajadores y empresarios para sostener el proyecto de Perón— chocaba de frente con las concepciones de la “izquierda revolucionaria”.

El crimen y sus justificaciones

Ninguno de los que jalaron el gatillo se atrevió a reivindicar su asesinato. Todo quedó cubierto de silencios y medias palabras. En cambio se fabricaron leyendas negras para justificarlo. Se dijo que Rucci fue responsable de Ezeiza, aunque ni siquiera estuvo allí. Se insistió en el supuesto vínculo estrecho con López Rega, aunque su relación era pésima. Se lo ligó a la “Triple A, aunque esa infame organización apareció después de su muerte.

Toda esa construcción fue un relato funcional a cierta línea intelectual —la de Bonasso, la de Verbitsky— que necesitaba acomodar las cuentas con su propia historia. Pero lo cierto es que aquel crimen marcó un antes y un después entre Perón y Montoneros. Aunque el General intentó recomponer con las bases juveniles y la “orga” quiso acercar posiciones con el “viejo”, el daño fue irreparable.

La incomodidad de recordarlo

¿Por qué sigue siendo provocador recordar a Rucci? ¿A quién le incomoda su nombre? Medio siglo después parece retorcido que se considere “provocador” recordar a un hombre asesinado por la espalda. En los años 70, a los dirigentes sindicales se los descalificaba como “burocracia”, pero muchos de ellos habían sido héroes de la resistencia peronista en los 50 y 60. Esa caricatura buscaba ocultar la importancia del sindicalismo en la supervivencia del peronismo en los años de proscripción.

Hasta sus rivales políticos lo lloraron. Agustín Tosco, líder de Luz y Fuerza y referente del sindicalismo combativo, declaró: “Lamento profundamente la muerte de Rucci, aunque hayamos tenido diferencias”. El padre Mugica fue todavía más explícito: “Un gravísimo error, una cagada tremenda”.

En una charla con jóvenes en Chivilcoy, Mugica lo explicó con claridad: “Le quitaron al pueblo la alegría de experimentar a Perón presidente dos días después de haber sido elegido…”. Sus juicios iban más lejos, hacia el núcleo de la violencia política: “Creo que la guerrilla tiene pleno sentido durante la dictadura militar y ningún sentido durante el gobierno constitucional. No tienen que actuar como organizaciones armadas. ¡En este momento, para nada las armas!”. Y sentenció: “Los grupos que pretenden arrogarse una representación popular para perpetrar actos violentos no solo se oponen gravemente a la ley de Dios, sino que, además, desprecian a un pueblo que ha manifestado claramente su voluntad”.

Medio siglo después

Rucci murió hace medio siglo pero todavía seguimos discutiendo qué hacer con su figura. Y quizás sea porque lo que está en juego no es un mártir, sino algo más incómodo que es la pregunta por la lealtad, por la política y en definitiva por quién escribe la historia de nuestro país: si el pueblo trabajador o la “juventud” como vanguardia escindida, tal como lo planteara Ernesto Laclau en pleno siglo XXI. El asesinato de Rucci no fue un mero hecho policial. Fue un crimen a la causa popular, un ataque a traición al corazón del movimiento y al propio Perón. Paradójicamente, quienes habían entrado al peronismo entregando la cabeza de Aramburu, se iban de él asesinando a Rucci.

El día que Perón lloró debería ser recordado como el día en que se rompió una ilusión. La esperanza de que después de 18 años de lucha y exilio el movimiento podía recomponer su unidad sin pagar un precio de sangre. Medio siglo más tarde, lo que sigue en disputa es el derecho a narrar esa historia. Los peronistas tenemos derecho a contarla con nuestras palabras, y no dejar que otros —desde afuera del movimiento— decidan qué significan nuestros muertos.

En memoria de José Ignacio Rucci

Asesinado por argentino y peronista

HISTORIAS

DE LA COLONIA A LA CONFEDERACION
| Pablo Adrián Vazquez | Condeferacion Argentina (1828-1852)

“La suerte de las armas ya estaba decidida al filo del mediodía sobre la llanura de Caseros, – sentenció Francisco Hipólito Uzal en El incomprensible fusilamiento de Chilavert (1968) – confirmándose lo que unos y otros intuían por anticipado sobre el resultado de la batalla. Sólo quedaba un pequeño foco de resistencia, un grupo de trescientos hombres rodeando al coronel Martiniano Chilavert. En efecto, el jefe de la artillería de Rosas, en el centro del dispositivo del ejército de la Confederación no quiso salvarse. Disparó hasta el último proyectil, haciendo blanco sobre el ejército imperial (del Brasil), y cuando ya no le quedaron balas, hizo cargar con piedras sus cañones. Luego recostado displicentemente sobre uno de ellos, pitando un cigarrillo, esperó que vinieran a buscarlo”.

HISTORIA EN EL PERONISMO

| Pablo Adrián Vazquez | Peronismo (1943-1955)

Tras más de 70 años del fallecimiento de Eva Perón, acaecido el 26 de julio de 1952, en las inmortalizadas 20.25 hs, su figura aún genera interés y polémica. El estreno de la serie “Santa Evita” por Star/Disney, un par de años atrás, sobre el derrotero de sucuerpo embalsamado, secuestrado por quienes derrocaron a Perón en 1955, reavivó el interés por su figura, en particular por este tema escabroso, que, paradójicamente, tuvopoca repercusión. Sea por la culpa de los responsables, triada conformada por los militares que secuestraron, profanaron e intentaron destruir el cuerpo; civiles colaboracionistas (antiperonistas y hasta algún peronista que intentó sacarse de encima al mito incómodo de la “Jefa Espiritual de la Nación”) que hicieron “la vista gorda”; y clérigos que, con supuestas buenas intenciones, facilitaron el traslado del cuerpo a Italia.

RESISTENCIA

| Pablo Adrián Vazquez | Peronismo (1943-1955)

La Argentina accede a la modernidad gracias al Peronismo como movimiento nacional, de orientación socialcristiana con base en el movimiento obrero organizado, que impulsa un Estado industrialista que hace hincapié en la Justicia Social y que ejecuta un modelo revolucionario de inclusión social amplio, donde las mujeres van a desempeñar un papel central de sus políticas.

| Aldo Duzdevich | Peronismo (1943-1955)

Los Comandos Civiles los guerrilleros de Barrio Norte

En mi nota anterior me referí a los Comandos Civiles que actuaron contra el gobierno de Peron en 1955. Dije allí que, la guerrilla urbana no la inventaron ni Montoneros ni el ERP en 1970, sino los Comandos Civiles en 1953. Y fueron jóvenes de familias patricias y apellidos ilustres. Es muy poco lo investigado y escrito sobre el tema. Por eso insisto en profundizarlo, porque sin pretender llegar a conclusiones rápidas y fáciles; hay elementos comunes entre los guerrilleros de la “libertadora” y los guerrilleros de los setenta. En 1955 la actitud contestataria casi normal en jóvenes del estudiantado secundario y universitario los inclinaba a militar en el antiperonismo. En los setenta muchos jóvenes fundadores de los grupos armados van a pertenecer a sectores de clase media y alta. En notas posteriores voy a relatar algunos casos de militantes que participaron de ambas experiencias. Pero, hoy volvamos a los comandos civiles que actuaron en Buenos Aires.

| Francisco Pestanha | Peronismo (1943-1955)

Antes de iniciar esta conferencia, quiero expresar un profundo agradecimiento a los integrantes del movimiento entrerriano peronista, y en especial, al compañero Tito Alanis. Un reconocimiento además a los compañeros Alfredo y Maximiliano que siempre nos brindan su afecto.

| Rolando Marcelo Guruceta | Resistencia (1955-1972)

FOTOGRAFIA TOMADA EN EL CAMPO DE DEPORTES DE LA CARCEL DE CORONDA (PROVINCIA DE SANTA FE), DE LOS DETENIDOS UNIFORMADOS MARCIAL ALBERTO RAMIREZ Y ROLANDO MARCELO GURUCETA, CON BIRRETE.- AÑO 1962Estas historias anecdóticas vividas dentro de los penales que estuvimos, tiene que ver con la necesidad de seguir alimentado nuestro cerebro con elementos valorativos introyectados en el área prefrontal, que supimos hacerlo antes de conocer y vivir estos momentos impredecibles. Como todos sabemos, en la medida que sepamos introducir y cultivar altos valores humanos éticos, será la referencia permanente para poder tener una conducta y una praxis coherente con la vida.

Carta de Bernardo Alberte a Perón (25-03-1957)

Río de Janeiro, 25 de marzo de 1957.

Al Señor General

Juan Domingo Perón

Caracas - Venezuela

De mi más distinguida consideración:

Tengo el honor de dirigirme a Ud. y de manifestarle que estaba dispuesto a no escribirle, puesto que no quería apartarme de vuestra norma "mejor que decir es hacer", y porque yo no soy hombre de palabras o discursos: además de gustarme la acción me reconozco con una manifiesta incapacidad para aquello.

Pero ya cuando los hechos y los acontecimientos no están bajo el propio control, sino de otras personas a quienes separa la distancia que acostumbra a menudo a deformarlos, pues ellos se presentan cargados de la subjetividad del relator, cuando no de la pasión y del interés personal, se hace necesario el discurso.

No pretendo con el distraerlo de su tiempo, que tanto necesitamos esté libre de perturbaciones, ni tampoco molestarlo con lo que diga. Sólo hacerle llegar mi opinión, sobre ciertos aspectos del movimiento que pretende recuperar el país, para el pueblo todo de la Patria y reconquistarlo de las manos asesinas que lo desgobierna y lo sume en la desesperación, en la vergüenza, en la esclavitud y en la injusticia.

1. PERONISTAS Y COLABORADORES Aquí existe un grupo de asilados argentinos, todos ellos muy peronistas, luchando cada uno como puede y como sabe. El único problema es que algunos se sienten demasiado peronistas, al punto de interpretar que ellos, y sólo ellos, con Ud., por supuesto, son los únicos que dan fisonomía al peronismo. Basta divergir con ellos para adquirir el titulo de "antiperonistas", puesto que en efecto, ellos son el peronismo.

No comprenden que los hombres no son nada, y menos en este movimiento que ya liberó al país de la ignominia y del Imperialismo y que despertó a su pueblo del largo letargo en que lo había sumido la oligarquía para mejor satisfacer sus planes de entrega, de colonialismo y de satisfacción de sus exclusivas necesidades y apetitos. Y que tanto lo recuperó, que resultarán vanos los esfuerzos de los traidores que pretenden sumirlo nuevamente en el estado primitivo en que lo encontró el Justicialismo.

De ese movimiento que está sustentado por tan grandiosas obras que, todo él, y hasta alguna de ellas aisladamente ha sobrepasado la estatura de sus artífices. Incluso la suya, mi General, para su gloria.

Y ellos creen que para servirlo mejor a Ud. no deben hacer otra cosa que mantener permanentemente la mirada en Perón, sin reparar que su luz los deslumbra y los enceguece y, hasta, la generalidad de las veces "pensar con la cabeza de Perón". Ellos viven preocupados en averiguar cuál es su opinión con respecto a algún asunto, y cuando lo descubren, felices, se dedican a servir ese pensamiento con todas sus energías. Y así lo hacen, no porque sean especuladores u obsecuentes, sino porque creen sinceramente servir mejor, ya que al considerarlo a Ud. infalible, ellos al proceder así se sienten seguros de no fallar. Si alguna vez divergen en algo, con el pretexto de la disciplina, proceden en contra de las ideas propias. Y lo hacen con tanta naturalidad, que creen posible y fácil "disciplinar" el pensamiento de todos y obligar a todos a regir su conducta, a alguna idea que, algunas veces, hasta se duda de su origen.

Y con este concepto hasta se nos aparecen "peronistas extranjeros*, como si a ellos les preocuparan, o tan sólo les interesaran, los problemas del pueblo argentino.

Por eso considero que el concepto "peronista" ha sido desvirtuado o no ha evolucionado al par de su doctrina y de su obra. Se olvidan que Ud. dijo un día que "iba a ser el Presidente de todos los argentinos", y no ya tan sólo el jefe de un partido político. A este término ya lo considero anacrónico y hasta perjudicial porque se lo ha utilizado y se lo sigue utilizando para crear una división, a veces malintencionada y otras especuladora, de los argentinos.

Ese es el motivo por el cual, así como algunas personas abogan por un "peronismo con Perón" yo, sin discutir este concepto que no admite discusión (como el caso del "guiso de liebre") abogo por un "peronismo sin peronistas".

Su doctrina, mi General, ha sobrepasado los límites de un partido o de un sector y así corno pretendemos que esa doctrina dicte normas para una más feliz convivencia entre todos los pueblos del mundo, no podemos finalizar con que ella no deba o no pueda dictarlas para una feliz convivencia de todos los argentinos.

Le aclaro que no soy partidario de la paz cuando la guerra es el medio inevitable para conquistar el objetivo, que luego de un concienzudo análisis se haya determinado orientador de la acción. Y que menos dejo de ser partidario de la guerra sin cuartel, a muerte, cuando el enemigo así lo impone o se lo merece.

De lo que no soy partidario, es de ciertos procedimientos para realizar esa guerra. Y ante la posibilidad de que alguien me salga al cruce, intentando recordarme aquél conocido principio de la conducción "los fines justifican los medios", le respondo que él también tuvo sus restricciones y que las "leyes y usos de la guerra" lo limitaron a un campo bastante bien circunscripto de la ética y de la moral.

Quizás ellos no conozcan aquella anécdota, que yo bien conozco y que mucho me impresionó: cuando alguien a Ud. le propuso que hiciera rehenes a las familias de los marinos que amenazaban bombardear Buenos Aires y destruir la Destilería de Eva Perón, el 19-IX-55, para tomar con ellos represalias si así lo hacían, Ud. les contestó: "eso no lo hago yo; yo la guerra la hago con los procedimientos éticos a que estoy acostumbrado".

Por eso me alarmó, mi General, cuando alguien (a quien no ataco personalmente), respaldándose en la autoridad que Ud. le dio al nombrarlo jefe de un comando regional, lanzó en directiva escrita la sorprendente orden de "raptar niños, y cuanto más pequeños mejor''. Y el inconsciente lo hizo precisamente invocando una doctrina que hizo célebre el concepto de que "en Argentina los únicos privilegiados son los niños". Escalofriante símil de "Doctrina Monroe" para los niños de nuestra Patria.

Pero más me alarma, mi General, que Ud. no los desautorice ni los sancione y tan sólo se limite o manifestar que esos son conceptos que no son suyos y que la responsabilidad corre por cuenta de quienes así se pronunciaron. Por supuesto que ellos son responsables; pero la mayor responsabilidad le cabe a Ud., por cuanto Ud. es quién orienta y dirige un movimiento inspirado en elevados fines y, además, debe cuidar que esos fines no se desvirtúen por la acción de quienes deben llevarlos a la práctica, o acaso, ¿no es un fin del Justicialismo hacer "únicos privilegiados" a los niños de Argentina?

Este es sólo un ejemplo, en el que he utilizado a estos actores solamente para poner de manifiesto una falla que siempre tuvo el peronismo: colaboradores y funcionarios desprovistos de razonamiento y de conciencia propios, y tanto, que ha fundamentado bastante bien la crítica de nuestros opositores de que el peronismo estaba plagado de "obsecuentes y chupamedias" (perdóneme la licencia, pero he querido mencionar la crítica literalmente). ¡Desconfíe, mi General, de los que todo asienten y en todo están de acuerdo con Ud.! No serán obsecuentes, condición degradante en el hombre, pero se hacen sospechosos de inservibles, de faltos de carácter o de juicio independiente.

Creo que esta carta será leída por muchos de sus colaboradores que le secundan. También sé que ellos a veces han discutido con Ud. Si el temor de caer envueltos en este ataque, por causas que sólo son atribuibles a la condición humana, los hace más prevenidos y atentos y un poco más "discutidores" habré cumplido con lo que me propuse al escribirle así.

2. ATAQUE A MILITARES Hay otro concepto que en parte salió de Ud., que sigue siendo utilizado y pregonado pata sarisfacerlo exclusivamente a Ud., en la creencia que pregonar todo lo que Ud. dice es hacer "Peronismo" y sin pensar que pudo haber estado errado cuando lo emitió o que pudo haber cambiado de opinión en el presente.

Se ataca y con bastante insistencia a los militares, sin discriminación de ninguna clase, manifestando que "tocos son ambiciosos y sectarios y no persiguen otra cosa que el poder, el lucro y la ostentación" o que son antiperonistas, como los que intervinieron en el movimiento revolucionario del 9-VI-56.

Se olvidan los que así lo hacen, que fueron militares los que sofocaron los movimientos subversivos que ocurrieron durante su gobierno; que fueron militares los que atacaron a la marina rebelde d 16-VI-55 y tomaron el Ministerio de Marina; que fueron militares los que defendieron la Casa de Gobierno ese día y se aguantaron el bombardeo artero y criminal de la aviación naval; que militares eran los constituían la masa del Ejército que le permaneció leal hasta el último día de su gobierno, pese a las defecciones y traiciones conocidas, de las que no se escaparon de cometerlas también civiles; que ese Ejército que le era leal, con la cooperación del pueblo, con la que siempre se sintió estimulado, pudo haber vencido a los rebeldes si se hubiera dispuesto enfrentar la guerra civil y sufrir los bombardeos y destrucciones que estaba dispuesta a realizar la Marina. Guerra civil y destrucciones o algo similar que ahora, muy probablemente tengamos que aceptar como única solución para librar a la Patria de los sátrapas que la quieren gobernar.

Ellos no saben lo que Ud. no olvidará, que fueron militares los que le propusieron continuar la lucha a costa de todo eso, cuando estaba por disponerse la "capitulación".

Se olvidan que fueran militares, junto a civiles, los que continuaron después de la derrota esa lucha sorda que llevó al gobierno de los criminales a la desesperación que ahora los perturba y los aterra. Que fueron militares, también, Los que murieron frente a pelotones de fusilamiento vivando a Dios, a Perón y a la Patria.

Que son militares junto a civiles, quienes llenan las cárceles de la Patria y que en ella se mantiene la misma fe y la misma intransigencia que los impulsó a esta lucha, ajenos a la injusticia que ahora intenta cometerse, quién sabe respondiendo a qué designio inconfesable.

Que fueron civiles de probada e insospechada fe peronista los que secundaron a aquellos héroes-mártires del 9-VI y que, como muchos de estos, ellos también murieron gloriosamente o fueron a parar a la cárcel, ante el fracaso provocado en gran medida, por las traiciones y defecciones de quienes no tuvieron el coraje de jugarse la vida y que ahora intentan justificarse con la infamia y la calumnia.

¿Qué otro objetivo que no sea satisfacer a quien dice ser su amigo puede perseguir ese "peronista extranjero" que invoca como única prueba de su ataque contra los militares del 9-VI, una carta que dice haber recibido de Ud. en la que un mes antes Ud. manifiesta que ese movimiento no era peronista? Esa es su única prueba. A Ud. lo considera infalible y no considera necesario investigar la verdad antes de lanzar el infundio que a esta altura de los acontecimientos ya se transforma en calumnia y perjudica la causa del pueblo de la Patria , por injusta y desconcertante.

Él no piensa, que muy probablemente Argentina necesita de Pueblo y Ejército unidos para librarse del flagelo que la azota o que, en caso de que tal cosa no fuera necesaria, que Perón para gobernar, cuando regrese necesita de fuerzas armadas leales a la causa del pueblo. Posiblemente crea que la solución será borrar de un plumazo esas instituciones, armar milicias y que la Argentina dé al mundo el espectáculo de esas republiquetas que a la postre caen bajo las garras de cualquier imperialismo.

Pese a ese ataque, no trepidan en manifestarse amigos de los militares que circunstancialmente están a vuestro lado, olvidando que ellos también son militares y que, además intervinieron en el movimiento del 9-VI.

¡Cuidado con esos "peronistas", mi General! Son respetables como personas y, en especial, como amigos vuestros y así los respeto yo. Pero como "peronistas" los desconozco. No le serán traidores a Ud.; por el contrario han dado ya acabadas muestras de su lealtad y las seguirán dando. Pero, no son "peronistas"; han personalizado tanto el concepto que sólo piensan en lo que Ud. hace, piensa, escribe, cuando se levanta o se acuesta, qué come, dónde vive y cómo vive; pero no piensan ni les interesa todo eso del pueblo de Perón (sus descamisados).

¿Cree Ud. por ventura, que cuando Ud. desaparezca, ellos demostrarán el mismo entusiasmo por el "peronismo" o se enrolarán en la causa del pueblo argentino?

Por eso, ellos no son "peronistas", salvo que crean que ser amigos de Perón es suficiente para merecer ese título, que sólo corresponde a los que sienten, viven y luchan por la causa de ese pueblo. Tan acertado como ellos estaría yo. si por considerarme amigo de algunos brasileños me creyera con derecho a sentirme también brasileño

3. GENTE NUEVA Todos estos "peronistas", nacionales y extranjeros, han dado, sí, una fisonomía al peronismo, pero que conviene liquidar.

Por eso, creo, mi General, que Ud. debe recurrir a gente nueva, no "quemada" pues no sé qué diría el pueblo si viera o se enterara que junto a Ud. están aún aquellos que ni siquiera estuvieron para empuñar un arma cuando había que pelear (pese a que habían prometido mil veces dar la vida por Perón) o a aquellos a quienes repudió por su inoperancia o por su falla de idoneidad.

4. LA REVOLUCIÓN DEL 16-IX-55. SUS CAUSAS O PRETEXTOS La revolución del 16-IX tuvo sus causas: injustificadas o no; no entro a analizar este aspecto del problema. Ud. mismo lo reconoció, cuando a un grupo de sus colaboradores que quedábamos con Ud. en aquella triste noche del 19-IX nos expresó: "Yo debo irme; no quiero para mi Patria ni la guerra civil ni la destrucción, y estos bárbaros van a destruir lo que tanto sacrificio y trabajo me costó para levantar. Yo he sido durante 10 años la solución para el país; ahora ya no lo soy más. Hay mucho odio en el pueblo. Alguien vendrá que solucionará el problema" El poco tiempo transcurrido demostró que Ud. no tenía razón. Ni vino alguien que solucionara el problema, ni Ud. dejó de ser la solución para el país. Así lo considero, pero, considero también que hay que corregir los factores que dieron lugar a aquella desgraciada revolución.

Repito que serán o no justificadas las causas, pero me mantengo en que fueron causas, o por lo menos pretextos para llevar a una parte importante del pueblo a luchar contra nosotros. Quién tendrá la razón, la historia lo dirá, pero si vuelve al gobierno del país como todo lo hace prever, repare en esas causas y elimínelas.

No crea que el aniquilamiento físico de la oposición será posible.

Por otra parte, no lo creo a Ud. capaz de hacer lo que hicieron los asesinos que ahora detentan el poder, y a pesar de ello observe Ud. los resultados.

Por eso considero que es hora de encarar y de hablar de aquellos problemas. No basta con criticar la obra funesta de la camarilla, ella habla por sí sola. Debemos planear también la acción para solucionar aquellos problemas que la oposición tan bien empleó para combatirnos.

Uno de ellos, el más antiguo, y contra el que debió luchar desde los primeros días de su gobierno, fue el de los funcionarios que se enriquecieron, pese al ejemplo de austeridad que Ud. siempre les dio. No tome partido por ellos, no se deje gobernar por su corazón y deje que sea el pueblo quien decida su suerte. No los imponga favoreciéndolos con su amistad. Habrán sido muy leales, pero pienso si esa lealtad no tenía el precio de aquel enriquecimiento.

Toda regla tiene su excepción, pero ella podrá concretarse luego del análisis y no al impulso de los sentimientos, siempre propensos al perdón.

¡Cambie los hombres, mi General!

Brasil nos dio un ejemplo reciente. Vargas volvió pero rodeado de la misma gente. Y volvió a caer.

Otro asunto conmovió al país. El asunto religioso. Fue explotado en nuestra contra e influyó poderosamente en el estallido de la revolución del 16-IX.

¿No cree Ud que seguirá influyendo para evitar que Ud. regrese al país? Yo creo que sí. Por eso considero debe encararse de frente el asunto y poner en práctica la solución que su corazón de católico le dicta. Por lo pronto, no se muestre ateo, porque no lo es. Yo podría hacerlo, Ud. No.

¿Acaso no recordará la Iglesia todos los beneficios que Ud. Le otorgó antes de que se planteara el conflicto?

Mi incapacidad me impide hablar de la solución, Ud. ya la tenía pensada cuando ya no había tiempo de corregir errores que fueron más de procedimientos que de objetivos, y que no fue producido por causas que tenían que ver ni con la religión, ni con la fe ni con la Iglesia.

Reconstruya aquellos días, piense en quienes lo aconsejaron, más aún en quienes lo impulsaron, repare en las consecuencias y en los resultados.

Creo haberlo distraído bastante y muy probablemente molestado un poco. Pero tenía necesidad de desahogarme así. Sé que tengo muy pocos derechos para esto, pues no considero suficiente aún, haberme jugado por el "peronismo" durante 12 años; haber entrado en las cárceles ya un día antes de que a Ud. también lo encarcelaran, en 1945, por la misma causa; haber luchado siempre por esos principios a costa de bastantes dolores de cabeza; haber sido su edecán y haberlo acampañado hasta el último minuto de su gobierno; haber estado luego preso en cuanta cárcel flotante y de tierra firme crearon los asesinos; continuar teniendo fe en Ud.

Por ello le pido mil disculpas.

Se también que me echaré encima a muchos "peronistas" influyentes, pero ellos no me preocupan, aunque soy consciente de las consecuencias.

Pero, por sobre todas las cosas, creo haber cumplido con mi deber y con eso me basta.

Le abraza

Bernardo Alberte

  • Creado el .
  • Visto: 3160