17 de octubre de 1950
Mis queridos descamisados:
Han pasado cinco años, y de la misma manera que en el corazón de los descamisados se han multiplicado la confianza y la fe en la doctrina y en la obra de Perón, entre el Líder y su pueblo el tiempo ha sellado, con la unidad de propósitos, la unidad de esperanzas y la unidad de acción.
Somos hoy, como queríamos ser en aquel atardecer de octubre de 1945, un pueblo libre, justo y soberano.
Un pueblo que, siguiendo a su conductor, reordenó la economía, dignificó al hombre, rescató de la negación política a la mujer y creó la más perfecta democracia social de la historia contemporánea.
Somos una comunidad organizada y progresista, solidaria y unida. Disponemos de una doctrina que se nutre de las mejores reivindicaciones populares.
Tenemos un único conductor, genial e insobornable, que ha puesto su vida al servicio del pueblo y de la grandeza de la Nación.
Tenemos el mejor pueblo del mundo, sumergido de las sombras a que lo condenó una oligarquía caduca y cuya vida se ilumina con la luz justicialista de Perón.
Tenemos, finalmente, esa vanguardia descamisada de octubre que, hoy como ayer, expresa su absoluta lealtad e identidad, gritando a los restos despreciables de la antiargentina que está dispuesta a dar la vida por Perón.
... Reiteramos ante los ojos de América y del mundo nuestra inquebrantable fe justicialista.
Las conquistas sociales, que son el patrimonio de todo el pueblo trabajador y por cuya progresiva efectividad velan Perón y los descamisados, abren los amplios senderos que nos conducen al porvenir.
Somos, en un mundo convulsionado, la palabra de paz.
Somos, en una sociedad carcomida por las luchas sociales, el ejemplo de la cooperación social.
Somos, en una época de inmensos adelantos técnicos, pero que no ha querido superar aún la infamia y la vergüenza de explotación del hombre por el hombre, el ejemplo de un mundo de perfección que es el justicialismo, basado en la trabajo, en la cultura social y del capital.
Yo pregunto a mis queridos descamisados, si el. pueblo y si Perón no deben sentirse satisfechos del camino adelantado.
Yo pregunto a los explotados de ayer, a los negados de siempre, si la transformación social argentina no es el pedestal que nos eleva sobre la indignidad de los gobiernos entreguistas, que vivieron de espaldas al pueblo y de cara a los halagos y a las propinas del capitalismo internacional. 1
Yo pregunto a los vende patrias -derrotados en aquel luminoso 17 de Octubre de 1945-, cómo no se sienten avergonzados ante la diferencia de nuestra Patria Justicialista y la que ellos encadenaban a los privilegios, al feudalismo y al capital colonizador.
Yo pregunto, finalmente, al pueblo, a los descamisados -libertadores de aquel 17 de Octubre inolvidable e histórico-, si Perón no cumplió todos los anhelos y si el Justicialismo que concreta su política y su obra redentora, no es el camino seguro hacia la dignidad colectiva y la grandeza de la patria.
Uno de los clásicos retratos de Evita vestida de gala.
En cada una de estas preguntas, compañeros, están las bases de un balance que enorgullece porque su saldo positivo significa, en síntesis, las conquistas populares. Ese balance proclama, por la violencia de los contrastes, la grandiosidad de nuestro presente frente a la pequeñez de nuestro pasado.
Si lanzamos una mirada retrospectiva sobre el campo argentino, nos encontramos con las murallas de los trusts y de los monopolios, transformando en una condena a trabajos forzados las tareas agropecuarias del pueblo trabajador. Allí, bajo el dominio de hierro de la oligarquía terrateniente y de los monopolistas, los trabajadores del agro estaban atados a la coyunda del semi-feudalismo más cínico y más expoliador... sus derechos se regulaban por la voluntad y el capricho de las policías bravas, la prepotencia y la violencia de los propietarios y de las sociedades anónimas ... Hoy, bajo el gobierno justicialista y al impulso renovador de las vanguardias descamisadas, el campo argentino alcanzó la mayoría de edad social exigida por su capacidad de Producción, por su conciencia laboriosa y por su pasión peronista. La tierra va dejando de ser bien de renta para transformarse en bien de trabajo, los precios compensadores encienden un faro de luz y de esperanzas donde hasta ayer sólo se veían tinieblas; decenas de miles de pequeños propietarios van dando la solución a los viejos problemas del agro.
Derribamos jubilosamente los oscuros orfanatos para levantar las paredes blancas y alegres de la Ciudad Infantil, de los hogares escuelas, de los policlínicos, de los hogares de tránsito, de los hogares de las Empleadas y -de Ancianos, de la Ciudad Estudiantil, de las ciudades universitarias, colonias de vacaciones, maternidades, escuelas y comedores populares. Barrimos con nuestra escoba justicialista los ranchos y taperas y elevamos los barrios obreros, exigidos por la dignidad social de nuestras masas laboriosas. Desterramos la limosna para exaltar la solidaridad como obra de justicia.
Yo he dicho en otra oportunidad, cuál es, en mi concepto, la significación social del descamisado, que es la palanca que encontró el sueño patriótico del general Perón para mover el mundo de injusticias, de negación y de miserias que pesaba sobre los argentinos.
El descamisado, compañeros, ha dejado de ser elemento de explotación humana para convertirse en factor de progreso, de unidad nacional, de bienestar colectivo. En esto reside su fuerza y su virtud. Su fuerza, porque responde a los imperativos político-sociales que valorizan el rol de los trabajadores en la sociedad moderna. Su virtud, porque para los descamisados sus propias reivindicaciones se confunden con la Patria se, encontró a si misma y mira confiadamente hacia el Porvenir, que ha de ser, aunque tengamos que morir por ello, económicamente libre,- socialmente justa y políticamente soberana.
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