UNASUR: no embarrar la cancha
Un calificativo de historia más bien reciente está siendo utilizado para designar a los habitantes indígenas americanos como "pueblos originarios". San Martín los llamaba "nuestros paisanos los indios".
Por supuesto, se continuarán ensayando más apelativos. No es menester oponerse a la libertad de bautismos, pero es aconsejable que algunos intelectuales no generen polémicas inoportunas sobre cómo debemos llamar al UNASUR. ¿Alguien supone prioritaria esa discusión cuando urge la consolidación práctica cuando comienza a dar sus primeros pasos?
Circulan opiniones diversas y no faltan quienes las defienden con exagerada vehemencia. Hay para todos los gustos y caprichos, pero pocas lo suficientemente abarcativas. En cuanto al panel de orígenes humanos que buscaron en América su destino, Hugo Chumbita, como un atendible reconocimiento, nos señala que "debemos saldar la historia de nuestra identidad con nuestros cuatro abuelos: el abuelo indígena, el abuelo español, el abuelo negro, y el inmigrante italiano, árabe, polaco o de las demás inmigraciones". La síntesis será obra de todos integrados.
Ya tiene nombre Suramérica
Los mayores Libertadores, los generales Simón Bolívar y José de San Martín, coincidieron en que "La Patria es la América". Y Manuel Ugarte, el gran americanista, hablaba de "Nuestra América".
Por el camino del "encuentro de culturas", son de uso corriente apelativos como Indoamérica, Hispanoamérica, Iberoamérica y Latinoamérica; pero en ese tren podríamos llegar hasta Grecia y aun más atrás. ¿Y porqué no Afroamérica?, cuando son mayoritarios en el Caribe y abundantes en muchos países suramericanos. Recientes estudios de la Universidad Nacional de Buenos Aires afirman que los argentinos tenemos más del 50 % de compatriotas con probadas muestras de llevar sangre de indígenas o negros. ¡Dios nos libre y guarde si en la polémica entran a jugarse cartas religiosas o raciales! Acordemos por lo menos que científicamente se reconoce una sola raza, la humana.
Téngase en cuenta que para arribar a un acuerdo sobre el nombre de la Unión de Naciones Suramericana (UNASUR) se requirió discutir el tema en cinco (5) cumbres de presidentes: Cuzco (diciembre 2004), Brasilia (setiembre 2005) y Cochabamba (diciembre 2006). En esta última ciudad boliviana, se designó una Comisión Estratégica de Reflexión que se expidió ante la cumbre de la Isla de Margarita (abril de 2007). Por fin, los jefes de estado reunidos en Brasilia (mayo de 2008) firmaron el Tratado Constitutivo de la Unión de Naciones Suramericanas.
En estos tiempos se utilizan los diversos nombres citados, a veces inspirados intolerantes argumentaciones, respondiendo a ciertas realidades pero cayendo, en mayor o menor proporción, en la discriminación y exclusión en enfáticas polémicas, lejos de la realidad imperante.
A pesar de los avances de las ciencias aplicadas a las investigaciones del origen del hombre, nadie puede afirmar aun, categóricamente, de qué lugar proviene el primer bípedo implume, al decir del griego Academus. Las hipótesis han ido cambiando lugares de origen del hombre con sucesivos descubrimientos e investigaciones. Por ahora, lo sitúan en África, en el extremo centro oriental.
En el caso argentino, hay quienes se orientan con ciertos estudios prometedores, afirmando que los primitivos pobladores de la Patagonia, llegaron de pueblos insulares del Océano Pacífico.
Esencialmente, en la Patria Grande debemos cuidarnos muy bien de no complicar las discusiones y diferencias de criterios en cuestiones que embarren la cancha al UNASUR donde se está disputando la postergada concreción de la unidad que nos hará fuertes e independientes frente al decadente capitalismo salvaje.
(*) CEES (Centro de Estudios Estratégicos Suramericanos).