Nixon y Sarmiento: esclavitud y racismo
En esa oportunidad, "estampó su firma al pie de una cláusula que establece que al adquirente no podrá vender ni alquilar dicho inmueble a ninguna 'persona de raza u origen negro' o 'de raza u origen judío'". La copia fotográfica de dicho contrato fue publicada por el diario Compass de Nueva York, el 1º de octubre de 1952. así lo anunció Clarín de Buenos Aires al día siguiente.
No obstante esa gravísima acción, casi nadie cuestionó a Nixon por ello al ser reelegido como vicepresidente, otra vez con Dwight Eisenhower. Luego ganó las elecciones como presidente en 1968 y en 1982 fue reelecto por otro período hasta 1986, pero debió renunciar dos años antes de cumplir su mandato a causa del escándalo del Watergate.
El racismo como patrioterismo
El racismo contra negros y judíos, como contra todo otro tipo de raza, religión o nacionalidad, se muestra hoy como un salvavidas anglosajón. En la actualidad esta forma de pensar no ha cambiado mucho en el norteamericano medio y alto. Ahora está de moda dedicarle especial desprecio a otras categorías que se agregan a las anteriores y día a día influyen más en la sociedad yanqui.
Ellas son "latinos" e "hispanos". Como si los británicos y germanos no le debieran nada a la cultura romana y a España, cuyos nombres fueron los descubridores del continente y los primeros explotadores y colonizadores del actual Estados Unidos.
Es que las palabras e ideas de la Guerra Revolucionaria de la Independencia, y trece años después repetidas por la Revolución Francesa, no pensaron en los negros como seres humanos iguales; ni siquiera semejantes. Y cuando hablaban de derechos, se referían al derechos de los blancos. Luego, ninguna de las dos terminaron con la esclavitud. Con distintas palabras, la consideraron "indispensable" (a los blancos, por supuesto).
Después de la emancipación de Estados Unidos, ni Washington ni Jefferson, este último redactor de la Declaración de la Independencia, seguían teniendo muchos esclavos como un derecho de propiedad indiscutiblemente legal. El primero, solo por testamento, liberó sus 300 esclavos, una gran fortuna para la época. Y Jefferson, cuando escribió aquello de que "todos los hombres nacen iguales", no incluyó a los negros como hombres.
La esclavitud y los yanquis según Sarmiento.
En el viaje que Domingo Faustino Sarmiento hizo a Estados Unidos en 1848, trece años antes de la Guerra de Secesión, escribe: "La esclavitud de los Estados Unidos es hoy una cuestión sin solución posible; son 4 millones de negros, y dentro de 20 años serán 8.
Rescatarlos, ¿quién paga los 1.000 millones de pesos que valen? Libertos, ¿qué se hace con esa clase negra odiada por la raza blanca?... La esclavitud es una vegetación parásita que la colonización inglesa ha dejado pegada al árbol frondoso de las libertades. No se atrevieron a arrancarla de raíz cuando podaron el árbol, dejando al tiempo que la matase, y la parásita ha crecido y amenaza desgajar al árbol entero...".
La oportunidad perdida de deshacerse de los esclavos puede ser una referencia de Sarmiento a la propuesta de Jefferson de hacer algo "combinado": liberación de los esclavos y su deportación al mismo tiempo. Este fue el engañoso intento ya ensayado por el presidente James Monroe (1817-1852) inventando una república en la costa occidental de África, llamada Liberia y bautizando a su capital como Monrovia. El plan de poblar ese país con esclavos liberados, fracasó. Hoy Liberia, de casi 100.000 km2 y 2.600.000 habitantes descendientes de esclavos "liberados y deportados", esuno de los cinco países más pobres del mundo.
Más sigamos con el razonamiento del sanjuanino: "Si una parte de la Unión defiende y mantiene la esclavitud, es porque en esa parte la conciencia moral en cuanto al extranjero de raza, aprisionado, cazado, débil, ignorante, está en la categoría del 'enemigo' y por tanto, la moral no lo favorece...".
"Después de haber recorrido las principales naciones del mundo cristiano sigue diciendo Sarmiento estoy convencido de que los norteamericanos son el único pueblo culto que existe en la tierra, el último resultado obtenido de la civilización moderna... estos yanquis tienen el derecho de ser impertinentes...". Algo parecido repite Sarmiento en el diario inglés Neighbour durante su exilio en Valparaíso: "Contra la violencia y la injusticia de los yanquis, no hay apelación en la tierra...".
Impiedad sarmientina contra negros, gauchos y pobres.
Nadie se explica que el ciertamente instruido Sarmiento no haya expresado algún sentimiento humanitario hacia los esclavos, cuando él tenía rostro negroide, por antepasados negros de su madre. Todo lo contrario, se ensañaba contra los negros, diciendo en un discurso de 1866, dos años antes de asumir la presidencia: "Cuando decimos pueblo, entendemos los notables, activos, inteligentes: clase gobernante. Somos gente decente. Patricios a cuya clase pertenecemos nosotros, pues, no ha de verse en nuestro Congreso ni gauchos, ni negros, ni pobres. Somos la gente decente, es decir, patriota".
Según un reciente estudio publicado por el diario La Nación, no todos los argentinos somos o descendemos de rubios de ojos celestes y las mezclas sanguíneas con indios y negros, tienen mucha más incidencia en la población que los puros descendientes de inmigrantes blancos. En verdad, diciendo la pura verdad, nadie puede demostrar la existencia de razas o países que puedan calificarse con pureza de sangre.
La también impertinente actualidad de estos razonamientos nos sugieren un interrogante a meditar con cierta urgencia: ¿qué ocurrirá de seguir creciendo los ya universalmente mayoritarios pueblos amarillos y negros, tanto dentro como fuera del Imperio?