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ENRQUE OLIVA
"Françoise Lepot"

La cuarta ocupación de Haití por los yanquis

Haití (Ayiti, en lengua indígena quiere decir tierra de altas montañas), forma parte de la isla La Española, como la llamó Cristóbal Colón al tocar suelo americano. Es uno de los países más pobres de la tierra. Fue la primer colonia en Latinoamérica en independizarse y abolir la esclavitud, pero la más sufrida por múltiples invasiones europeas colonialistas y esclavistas. Las fuerzas armadas de Estados Unidos ocupan hoy esa nación de 95 % de negros y el resto de mestizos y, como en otras oportunidades, la acompañan en esa campaña «humanitaria» contingentes de Gran Bretaña y Francia. Estos europeos, como los norteamericanos, ya tienen otras experiencias en el lugar, que han marcado la historia de Haití a sangre y fuego. Ahora se les une España. Si, la madre patria con el gobierno socialista que llegó al poder por prometer la retirado de Iraq, por la mayoría de su Parlamento, acaba de autorizar el envío de soldados a Afganistán y Haití. Decimos bien: Afganistán, cuyo atropello no se diferencia en nada a Iraq. También decimos Haití, donde a medio siglo de llegar Colón a esa isla, ya habían exterminado a la mayoría de los indígenas y debieron importar esclavos de África para explotarlos al extremo.

La heroica vida de los haitianos está marcada por calamidades venidas del colonialismo europeo, que trajo enfermedades entonces mortales como la viruela y la sífilis, entre otras. También la naturaleza la ha golpeado duro con ciclones y terremotos (uno de estos destrozó a Puerto Príncipe, la capital). Pero las peores plagas sufridas por el pueblo de Haití fueron las repetidas y largas ocupaciones de colonialistas, filibusteros, piratas y traficantes de esclavos, venidos todos de Europa y Estados Unidos.

Esta última ocupación yanqui se cubre con la forma de «coalición» dispuesta por las Naciones Unidas, ente internacional que nada tiene de democrático, pues allí los vencedores de la Segunda Guerra Mundial (Rusia, Estados Unidos, China, Gran Bretaña y Francia) poseen derecho a veto en su principal organismo ejecutor, el Consejo de Seguridad.

La UN otorga una desfachatada máscara de legalidad al operativo yanqui presionando a sus miembros a enviar contingentes a Haití. Así se ha asignado a Brasil la comandancia de una fuerza latinoamericana donde, por ahora, entramos también argentinos y chilenos.

En nombre de la democracia, en 1994 las fuerzas armadas norteamericanas llevaron de regreso a Haití al presidente constitucional Jean Bertrand Aristide, derrocado por un golpe del general Cedrás. En el 2.000, Aristide gana otra elección para un nuevo periodo presidencial y tres años después, mediante un operativo de desestabilización ejecutado por mercenarios, vuelven a desembarcar tropas de Estados Unidos; lo secuestran abandonándolo en la República Centroafricana, imponen un «gobierno transitorio» títere y simulan blanquear la ocupación con el siempre dócil apoyo de las Naciones Unidas.

Es el mismo fallido juego de apoyar a los talibanes en Afganistán, darles el gobierno y luego, al negarse los nativos a entregarles el gas, los declararan «terroristas enemigos de la humanidad», encarcelando y torturando a millares de ellos y dejando el tendal de muertos de civiles inocentes, y el país en caos progresivo.

La trágica aventura de Iraq para manotearle su petróleo, ya no resiste la menor justificación, pero se quedan allí los norteamericanos y su «coalición», ésta para cuidar los difíciles de proteger largos oleoductos y gasoductos para abastecer en especial a los ricos países industrializados, pasando la especulación la barrera de los 40 dólares el barril.

Pero el caso de Haití es desconcertante. ¿Cuál es el interés de las grandes potencias en ese país en la peor miseria, del que ya no pueden sacarle nada?. Hasta el negocio de comprarle sangre humana, médula espinal y órganos se terminó por el peligro cierto de graves contagios.

Un pedazo de territorio también es imposible. De su isla originaria, en 1844 le separaron las tres cuartas partes para crear la República Dominicana, quedándole solo 27.700 K2., donde sus 7 millones de habitantes sobreviven a razón de unos 252 por K2. Y un analfabetismo del 54%, se complica más con dos lenguas oficiales: Créole y francés.

En 1891 tropas yanquis desembarcan en la isla Navassa (a 48 kilómetros de Haití) para ahogar en sangre un movimiento de protesta de trabajadores negros y se quedan definitivamente hasta hoy, sin más discusión. Ahora Navassa, de solo 5 K2, está casi deshabitada y bajo administración de la Guardia Costera norteamericana. Esta fuerza mantiene una permanente y extorsiva vigilancia marítima en un Caribe desarmado, pero sembrado de paraísos fiscales, protectores de la corrupción.

La ocupación más larga de Haití por Estados Unidos, también para dar seguridad y terminar con un desorden provocado, en especial en beneficio para sus propias empresas, y previo uno de los tantos bombardeos navales, comenzó en 1915 y se prolongó hasta 1934. Estas experiencias justifican pensar que la actual no será corta ni tampoco fácil. Además, como siempre, Haití quedará más pobre que nunca antes.

¿Y la OEA? Esta Organización de Estados Americanos, con base en Washington, sigue siendo una dependencia del Departamento de Estado. No se puede esperar nada de ella, como sucedió con Malvinas en 1982. En vez de solidarizarse con nosotros, Estados Unidos, la mayor fuerza militar del mundo, se alió a una potencia colonial extracontinental.

Finalmente, debemos reconocer que esta última ocupación del pobre Haití, comenzó con el secuestro del presidente constitucional Aristide, cuando se negó a privatizar los servicios públicos y romper relaciones con Cuba. En segundo lugar, según lo ya admitido por diversos analistas: Usar a ese trozo de isla como una base más para preparar la invasión de las rebeldes Cuba y Venezuela. ¿Tenemos otras explicaciones?

Nota al margen: Haití y la Argentina

¿Hoy debemos resignarnos a olvidar lo que Argentina y América del Sur le debe a Haití? Sin su protección y ayuda a Simón Bolívar, refugiado allí luego de lamentable derrota, talvez no hubiera terminado la obra libertadora encarada con su compatriota suramericano General San Martín.

Los peronistas memoriosos y agradecidos, siempre recordaremos la valiente y decidida defensa que el poeta y embajador haitiano Jean Brière y su esposa Thérèse brindaron al general Tanco y un grupo de argentinos, cuando fuerzas armadas asaltaron la sede diplomática para llevarse a nuestros compatriotas refugiados allí, para fusilarlos. Fue una violación gravísima al obligado respeto de la extraterritorialidad y el derecho de asilo. Movilizando esa terrible noche la legal solidaridad de los jefes de misiones extranjeras en Buenos Aires, protestando con energía y razón ante la Cancillería y la Casa Rosada, el matrimonio Brière logró la devolución del grupo a su residencia y luego la salida del país.

¡Dios guarde al sufrido, cristiano y heroico pueblo hermano de Haití, nuevamente bajo el yugo del imperio de las multinacionales!