Guatemala: a 50 años del golpe de la CIA
Aquel golpe descarado y con el fin anunciado de impedir un proceso revolucionario que venía realizando una justiciera reforma agraria en Guatemala, donde el mayor terrateniente era la multinacional United Fruit que dominaba el mercado continental de frutos tropicales.
Tres meses antes se había realizado en Caracas la Décima Conferencia de Cancilleres de la OEA. Ese ente continental, creado en 1948 en Bogotá, coincidiendo "casualmente" con los sangrientos disturbios provocados por el asesinato del líder popular Jorge Eliécer Gaitán. La OEA reemplazó a la Unión Internacional de Repúblicas Americanas, nacida en 1890 durante la Primer Conferencia Internacional Panamericana. Estos organismos se inventaron y fueron siempre funcionales al Departamento de Estado, y sus intereses políticos y económicos, sin el más mínimo provecho para los pueblos no yanquis del continente.
Cuántos tuvimos el privilegio de integrar la delegación argentina a aquella Conferencia de Caracas, nunca olvidaremos como los venezolanos defendieron la verdad histórica, y en vez de llamarla Décima exigieron y consiguieron, al menos durante el desarrollo del evento que se la llamara Undécima. ¿Por qué? Porque no debía pasarse por alto que el primer Congreso Anfictriónico de Repúblicas Suramericanas, donde no se invitó a Estados Unidos, fue convocado por el Libertador Simón Bolívar, iniciando sus sesiones el 22 de junio de 1826 en Panamá y sin la participación del Gran Hermano. Es decir, se había efectivizado 64 años antes, cuando Panamá era parte de la Gran Colombia y Colombia era suramericana.
Otra ironía. A raíz de la reunión de la OEA de 1954, se inauguró el entonces principal hotel de Caracas, el llamado Tamanaco, en honor al cacique que tanto luchó contra los españoles por la independencia de su pueblo y su Río Orinoco. En aquella oportunidad se nos mostró en el Lago Maracaibo, un lastimoso grupo de casuchas lacustres ocupadas por supuestos indígenas descendientes del valeroso Cacique. Ya no tenían tierras pues sus viviendas estaban montadas sobre pilones de madera en pleno centro petrolero multinacional del Lago Maracaibo.
Pero volvamos a la Reunión de Cancilleres de la OEA de 1954. La delegación argentina fue encabezada por el canciller del General Juan Perón, Jerónimo Remorino. Allí viajamos, como todos, sabiendo que el objetivo marcado por Estados Unidos era sacar una resolución de condena al gobierno "comunista" guatemalteco de Jacobo Arbenz. Su delito consistía en ser un patriota popular que tuvo la osadía de formalizar la necesaria reforma agraria en su país. Eso iba contra la "sagrada" propiedad privada.
La delegación yanqui estuvo dirigida por el Secretario de Estado John Foster Dulles, quien era el principal accionista y "ex" abogado de la todopoderosa United Fruit. De esa empresa había sido presidente Allen Dulles, quien abandonó ese cargo, pero no su condición de accionista, en conducta similar a la de su hermano, para ocupar las funciones de director de la CIA.
La conferencia duró más de lo previsto a causa de la dura batalla de discursos con acusaciones de los norteamericanos, desmentidas documentadamente, una por una, por el joven y brillante canciller de Guatemala Guillermo Toriello asesorado entre otros por un gran luchador contra el imperio, amigo sincero de la Argentina que le dio refugio, un indio maya, quien 13 años después mereciera el Premio Nobel de Literatura de 1967, Miguel Ángel Asturias. Contra la seriedad de los argumentos que se le oponían, en dos oportunidad John Foster Dulles se descontroló. Desahogó sus nervios quebrando un lápiz que siempre tenía entre sus manos y lo arrojaba fuera de su sitial, remplazándolo por otro. En el momento de la votación, agitando su lápiz llamó a un colaborador y le ordenó que corriera a despertar a un anciano canciller de un país centroamericano, quien pronto se informó que debía votar en contra de Guatemala.
Al fin, Dulles logró la resolución condenatoria de la OEA con las solas abstenciones de México y Argentina. Y 3 meses después la fuerza mercenaria organizada y armada por su hermano, caía destructora sobre la progresista Guatemala.
Aquel Secretario de Estado del entonces presidente Eisenhower, fue un siniestro personaje demasiado influyente en la política exterior norteamericana. Hombre de modales groseros, impetuoso y poco culto, marcó su época con numerosos errores diplomáticos cuyas consecuencias se sufren hasta hoy. Otro halcón furioso, el Secretario de Defensa Forrestal, contemporáneo de Dulles, fue también un loco de la guerra; cuando le pidieron la renuncia se desestabilizó debiendo ser internado en un hospital de la Marina, en California, y a los pocos días salió semi desnudo de su habitación, corrió por un pasillo gritando desaforado: "¡Vienen los comunistas!...¡Vienen los chinos!" y se arrojó al vacío desde un piso 16.