FRANCISCO: la extraordinaria decisión de la Iglesia Católica
La decisión de la Iglesia Católica de designar al Cardenal Jorge Bergoglio como Papa, es un verdadero milagro. Es una decisión extraordinaria, tanto desde el punto de vista religioso como político.
Desde la perspectiva religiosa, la Iglesia universal reconoce que el centro de la Cristiandad se ha desplazado desde la vieja y corrompida Europa, a la tierra de la esperanza, que es América. Desde el Norte imperial, colonialista, materialista e individualista, al Sur del mundo, donde anida el afán de la verdadera Liberación.
Para Europa y para el Norte, hace tiempo que Dios ha muerto. Los templos dejaron de ser los lugares de Fe, para convertirse en sitios de paso turístico o simples museos. Las únicas catedrales son los bancos, y los únicos valores se cotizan en la bolsa de Londres, o en el Budensbank
América, en cambio, es donde se encuentra la mayor feligresía católica, producto de la tan denostada evangelización española.
Por primera vez en más de dos mil años hay un Papa americano. Es un hecho de consecuencias inconmensurables.
Desde la perspectiva política, recurriré a las enseñanzas de ese gran maestro católico americanista que fue Alberto “Tucho” Methol Ferré para explicarlo. Creo que nadie mejor para echar luz sobre el asunto.
Decía Tucho que la construcción de la Unidad de la América mal llamada “Latina”, en realidad sólo era posible en la América del Sur, ya que el Caribe y Centroamérica ya se había convertido en el prostíbulo de EE.UU. México, por su proximidad al gran hegemon del Norte, también había sido derrotado. Sólo quedaba como esperanza en nuestra América, la construcción de la Unidad Suramericana.
Pero para que esta unidad fuera posible, debía ser producto del equilibrio entre la parte luso-parlante (Brasil), y la parte hispano-parlante. Tucho Methol hacía referencia a una teoría de las proporciones. Brasil es por sí mismo la mitad territorial, poblacional, económica y política de la América del Sur. En cambio, la Suramérica española somos varios Estados dispersos, divididos por la ingeniería británica en pedazos fácilmente manipulables.
Para que esos pedazos dejen de estar dispersos, es necesario que la Argentina –siempre siguiendo las afirmaciones de Tucho-, se haga cargo del liderazgo que le corresponde. Comparaba la Unidad Suramericana con el proceso de unidad europea. Ésta fue posible cuando las dos potencias continentales de Europa decidieron la unidad: Francia y Alemania. En América, esas dos potencias son Brasil y la Argentina.
Pero Brasil tiene, por herencia cultural y política, dos visiones contrapuestas de su rol mundial. Una, la predominante, es su vocación imperial, derivada de la Corte de los Braganza, aliada tradicionalmente a la corona británica. Hoy, ese sueño imperial lo encarna la burguesía paulista, y se proyecta como un nuevo Virreinato, donde Brasil cumpliría la función disciplinadora – y explotadora-, de sus países vecinos, mientras se sienta a negociar con las grandes potencias.
La otra mirada, que tiene su anclaje en vastos sectores de Itamaraty, es que la propia supervivencia y trascendencia de Brasil, solo será posible en la medida en que exista verdadera unidad en Suramérica, en un pie de igualdad y equilibrio con la parte española de Suramérica. Para, de esta manera, todo el subcontinente unido poder sentarse en la mesa de las grandes potencias a defender la dignidad de sus pueblos.
La decisión de la Iglesia Católica, viene a intervenir en este complejo tablero geopolítico, aportando un marco de esperanza no sólo a América, sino al mundo.
Desde la lucha espiritual, se afianza esta nueva identidad en la Fe, tan vituperada y negada desde los centros del poder mundial – y mundano-, de la vida en el orbe.
El Papa es argentino. Y aunque es cierto que ahora habrá de representar a toda la feligresía católica, no es menos cierto que lo hará desde su propia identidad americana y argentina.
Sin embargo, no es lo mismo que hubiera sido brasileño. Es argentino. Y eso ayudará en ese camino necesario para la unidad.
Desde hace más de medio siglo, el imperio anglo-americano, muerto para ellos Dios y entronizado el dinero en su lugar, vienen trabajando para destruir la Fe en la América hispano y luso parlante. La proliferación de sectas, desde las protestantes hasta las falsamente orientalistas, el new age, las ideologías decadentistas, el ambientalismo trucho, el matlthusianismo disfrazado de humanismo, el narco-control que describía Aldous Huxley, etc., etc., tratan de minar esa fortaleza espiritual que constituye la Fe. Todo eso que estamos viviendo y que los aparatos de la guerra psicológica y de destrucción espiritual intentan “naturalizar”, es producto de una fina planificación y operación concreta del Imperio, desde la Comisión Trilateral en adelante. De los “think thank” anglo-americanos, cuya vasta red de agentes coloniales se ha desparramado por todo el continente para asegurarse el dominio cultural, paso indispensable para apropiarse del dominio material.
Francisco I, hombre sencillo y de enorme formación doctrinaria, que supo privilegiar la opción por los pobres sin caer en las vulgatas pseudo-marxistas, es el líder espiritual que la Iglesia ha elegido para renacer de las cenizas a las que el proyecto mundialista y sus agentes locales quieren enterrarla.
¡BIENVENIDO, FRANCISCO I!
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