El Pueblo ¿Dónde está?
Todo pasa y nada pasa. La hiper comunicación nos abruma con información que no es noticia, todo es puro bait. La necesidad de salir del nicho para volver a ser un movimiento. Volver al Pueblo para volver a la ofensiva.
“Que semana movida políticamente entre lo del PJ, Villarruel con Isabelita y los actos del 17. Pasan cosas todos los días” me planteaba un compañero hace unos días. Mi primera reacción, mientras ponía más carbón a los choris que iban a servir de excusa para conmemorar un nuevo 17 de octubre, fue decir que era verdad. Aunque, rápido, agregué: “Pero al mismo tiempo no pasa nada”. La gente que busca comida en las pocas ollas que logran sobrevivir aumenta y no observamos que, de forma inversamente proporcional, disminuya el apoyo a Milei o por lo menos el odio que generó la dirigencia peronista en los sectores más pobres de la sociedad.
La política es un reflejo de la cultura social que, a su vez, es un reflejo de los cambios económicos preexistentes. La realidad de supervivencia hiperfragmentada donde cada vez más se convierten en sus propios jefes/esclavos encerrados en sus casas nos llevó, inevitablemente (“redes sociales” mediante), a una sociedad de nichos ¿No observaron que existen consumos hiper masivos de los cuales ustedes no tenían la más mínima idea? Por ejemplo, hace un tiempo me encontré de casualidad con un streaming de cumbia y me pareció bastante novedoso. Resulta que esta hace varios meses, ningún video baja de las 5 millones de reproducciones y nadie de mi entorno sabía de qué se trataba “Un poco de ruido”.
En la política pasa algo similar. Hace rato que, balcanizados geográficamente y divididos socialmente por clases, edades y sexos, ninguna fuerza política logra sintetizar un proyecto nacional. Pero el declive es cada vez mayor, y ha llegado a tal grado la fragmentación política que los distintos espacios de construcción/representación no pueden salir de sus nichos. El conflicto universitario es un ejemplo de esto.
Milei eligió como enemigo a un movimiento inorgánico que opera por reacción, a sabiendas de que grandes sectores de la población ven la educación universitaria como algo lejano y que otros tantos, que pueden acceder, apenas si les alcanza la vida para trabajar, estudiar y mantener un hogar como para insertarse en la política estudiantil ¿Cuál fue la respuesta mayoritaria? Hacer asambleas internas y encerrarse en la toma de las facultades, reforzando el estereotipo de estudiante politizado que el gobierno intentaba construir.
Sin embargo, no se le puede achacar un movimiento general solo a las universidades ¿Por qué no sería esa la respuesta si, como dijimos anteriormente, la política no es más que un correlato de la sociedad? Los diputados creen que el problema se resuelve en el Congreso, las organizaciones políticas creen que son el sujeto revolucionario y los dirigentes del peronismo están encerrados en twitter tirándose indirectas entre ellos por una interna del Partido Justicialista que, en honor a la verdad, le importa muy poco a la sociedad ¿O alguien piensa que la solución novedosa va a salir de los viejos aparatos que hace rato son el problema?
Ante este panorama retomo una expresión que dio título a una de las obras más importantes de los 70’ (lectura obligada), escrita y distribuida por el Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo: “Y el pueblo, ¿Dónde está?”. Si expresé las limitaciones de la lucha estudiantil, institucional y partidaria anteriormente no fue para “tirar postas”. Creo que la victoria de cada uno de los sectores es necesaria para la victoria del proceso general. Pero decir lo que uno piensa e invitar a pensar a veces obliga a decir cosas desagradables
¿En serio piensan los distintos sectores de la política que se puede transformar la realidad prescindiendo del pueblo? ¿Creen que pueden obtener una victoria ante un gobierno votado por el 56% de los argentinos sin ganar consensos en los sectores que son ajenos a cada una de las luchas parciales? ¿No se trata la política de conjugar las luchas parciales en un entendimiento general y, por lo tanto, en una guerra total?
El peronismo hace mucho tiempo dejó de hablar de pueblo. Sus relecturas socialdemócratas -hijos de los eurocomunismos y, por lo tanto, nietos de la victoria del capital estadounidense- sobre la economía mundial y sobre la conciencia de los ex revolucionarios, empezaron a decir que el pueblo es algo vacío y que, en realidad, el verdadero sujeto de la historia es la organización política y, por tanto, el militante. El militante pasa a ser algo así como el último estadío de la evolución humana y su tarea sería la de convertir a otros seres humanos en militantes. Esta lectura no solo niega el proceso histórico donde los militantes orgánicos sólo lograron transformaciones reales cuando el pueblo de a pie acompañó y puso el cuerpo a esos procesos. Es, fundamentalmente, un tiro en el pie.
Admito no poder definir, como sí lo hace el libro que recomendé previamente, qué es el pueblo. En la sociedad postdictadura, fragmentada y rota, es un poco más difícil que definirlo en función de las clases que lo integran. Un primer acercamiento nos invita, eso sí, a aclarar qué no es el pueblo: aquellos sectores explotadores que viven del hambre y la miseria de los demás. Por consiguiente, podríamos decir de forma gruesa que el pueblo está compuesto de todos aquellos que directa o indirectamente padecen el sometimiento de los explotadores.
Sé que esa definición puede no dejar contento a varios. En ese sentido, nobleza obliga aclarar que estas líneas no están siendo escritas por un académico de alguna Facultad de Sociales ni tiene como objetivo interpelar a aquellos cuya mayor aspiración en la vida es que una revista de Sociología francesa les publique un paper. Acá no nos importan, en realidad, tanto las definiciones de las categorías como evaluar si esas categorías nos sirven o no para transformar la realidad.
2° Tesis sobre Feuerbach: El problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir una verdad objetiva, no es un problema teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento. El litigio sobre la realidad o irrealidad de un pensamiento que se aísla de la práctica es un problema puramente escolástico.
11° Tesis sobre Feuerbach: Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo.
Cuando decimos que dejar de hablar de pueblo es un tiro en el pie, es porque el peronismo no puede renunciar jamás a utilizar categorías totalizadoras. La renuncia a dibujarse horizontes y utopías es el fin del sueño revolucionario como dijimos hace bastante tiempo en el editorial Reconstruir las utopías. Hablar de pueblo y política popular nos obliga a pensar en cada una de las disputas sectoriales como parte integrante de un todo mayor. Pensar en un todo mayor nos obliga, al mismo tiempo, a pensar cómo hacemos en cada una de las batallas para agrandar nuestras filas, por fuera del nicho, para dar la batalla. Y es en esa práctica donde se pasa de la conciencia teórica a la conciencia práctica de la guerra total, lo que empuja la rueda de la historia para realizar los verdaderos cambios sociales.
¿No rompería el objetivo del discurso de Milei si, en vez de encerrarse a tomar la facultad, los estudiantes salieran a entregar el conocimiento que el Estado les brindó gratuitamente a los sectores más postergados de la sociedad? ¿No dejarían de ser casta esos diputados que, en vez de vivir en Puerto Madero y cenar en restaurantes carísimos, se dedicaran a ir a cenar con las familias de las barriadas de sus provincias para conocer de primera mano (y no por focus group) cuál es la realidad? ¿Qué pasaría si las organizaciones políticas dejaran de pelear por los puestos de concejales y los paredones y pasaran a ser el elemento cohesionador de todas las organizaciones libres del pueblo que, en cada barrio, se encuentran libradas a su suerte?
Deberíamos comenzar a pensar a quién le conviene cada uno de los tópicos del sentido común que tenemos instalado en nuestras cabezas. La disputa sectorial no puede ser más que un momento de la lucha política y la resistencia no puede ser más que un momento de la pelea antes de pasar a la ofensiva. Pero largar esa ofensiva con los altos grados de dispersión existentes es mandarnos a todos al matadero. Hay que dejar de preocuparse por lo coyuntural y lo inmediato, que la larga guerra por la liberación no se salda de un día para el otro.
Por: Agustín Chenna de Aluvión
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