Esta peli ya la vimos...
sobre la interna del kirchnerismo, la demandada renovación y una generación que no asume la mayoría de edad.
En las buenas películas y novelas, el personaje principal encara un viaje complicado, con trucos, farsas y embustes que debe superar para llegar a cumplir su misión. Volverse hombre, realizarse, subir la montaña, salvar a la princesa. Casi nunca elige, no le corresponde tomar la decisión, es el mismo destino o fuerza sobrenatural la que lo expone al combate y en definitiva no es el combate lo que lo completa, sino más bien, el camino. Pisando casi el año de gestión del nuevo gobierno anarco libertario, el peronismo no encuentra su misión. Habiendo sido la última etapa de la conciencia nacional, hoy se dedica a hacer literatura del yo, sin simbolismos ni metáforas, ocupa las primeras planas de los noticieros para ofrecer más autoficción. Abandonado el camino, no hay posibilidad de asumir la mayoría de edad. ¿Es posible mantenerse en un estado de revival adolescente y constante esperando que alguien nos venga a salvar?
Una nueva temporada en el prime time de la políticaEl viernes 20 de septiembre, Máximo Kirchner ofreció un acto para la militancia con la convocatoria de “volver a armar”. Los más adictos a la rosca seguimos de cerca una interna cuya forma y contenido se parecen cada vez más a un pésimo reality show guionado por universitarios faloperos, consultores políticos y militantes termos, cuya degradación cognitiva repele con su aroma putrefacto. Las reyertas entre La Cámpora y el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, tienen gusto a aburrido, pero vienen a confirmar una orfandad que a esta altura, resulta enceguecedora. El argumento de La Cámpora es solamente uno: la conducción es Cristina Fernández de Kirchner y cualquiera que ose con tomar el bastón de mariscal, armar nuevas canciones o ser el dirigente con mejor imagen positiva de la oposición tiene un único costo que pagar, esperar ser ungido por la jefa. Discuto con colegas sobre las similitudes entre la actitud de la organización política canon del siglo XXI y aquella juventud maravillosa de los 70s que cometió el gravísimo error, con una estructura militante similar, de asesinar a Rucci y creer en la Revolución. Los refutadores de leyendas sostienen que Montoneros se la bancaba más y no por los fierros, en esos tiempos casi todo el mundo andaba enfierrado. El ímpetu de transformación, aún equivocado, es todavía más fuerte que el conservadurismo de La Cámpora. Pero una cosa no se le puede negar a la organización que eligió el nombre en honor a un presidente que no se entiende bien qué hizo. La Cámpora no niega la conducción, como sí lo hizo Montoneros una vez recuperada la libertad de elección. La pregunta es a quién conduce Cristina.Repaso ejercicios de convencimiento agudo que atravesó cualquier militante base desde el año 2015 hasta acá y elijo esta fecha porque como juventud del bicentenario e hija política del kirchnerismo, yo también soy víctima de pensar que la historia comenzó con nosotros. Si Randazzo aceptaba la provincia, si Scioli hacía un poco más de fuerza, si no la dejaban sola a Cristina, si Alberto no nos hubiera traicionado, si Guzmán no negociaba con el FMI, si Fabiola no fuera una puta de elite. El kirchnerismo núcleo duro tiene en su haber una lista extensa de aquellos momentos donde la dirigencia, como diría Mauricio Vera Prato, nos hizo gaslighting. Pero el gaslighting no existe, es simplemente otra forma de no llamar rechazo a lo que es un desgarro al corazón.
¿Puede la conducción equivocarse tanto? En diciembre del 2022 Cristina fue condenada en la causa vialidad unos meses después de su intento de magnicidio. El combo irrefrenable de mística histórica movió las fibras de los dirigentes que no tuvieron mejor idea que convocar a un operativo clamor que duraría hasta la ya indiscutible decisión de ungir a Sergio Massa como candidato. Hace años que para la dirigencia kirchnerista, Cristina vive en una virtual proscripción que no la dejaría gobernar. La estrategia durante los últimos nueve años fue acumular poder político en Cristina para que llegada la hora, ella decida quién es el candidato. Hasta ahora nadie pudo disputarle electoralmente a Cristina porque Cristina no se “candidateó”. Es la garante de la unidad del peronismo, es la condición sine qua non para que exista el peronismo en las elecciones. Contradictoriamente, aún “proscrita”, es la única que garantiza el juego democrático. Esta explicación sonaría convincente para muchos de nosotros si no estuviésemos en las puertas de la mayor crisis económica y social que nuestra generación haya vivido a tan solo nueves meses de iniciado un nuevo gobierno. ¿Cuál es el costo de la unidad si la unidad pierde sistemáticamente las elecciones y no tiene un programa serio de oposición al gobierno más que ofrecer un par de tik toks mostrando jubilados reprimidos?
Otra explicación es que son todos muy tarados. Pero a esta altura no puedo seguir sosteniendo semejante análisis. La teoría del cerco está cada vez más deslegitimada, porque Cristina tiene probados mecanismos de intervención y oportunidades donde el ejercicio de su conducción podría ser claro y contundente. Sería impensado que Mayra Mendoza o Máximo Kirchner operen sin el aval de la Jefa. Descartando la mediación de la conducción, lo que nos resta pensar es que estamos asistiendo a la renovación, pero no del peronismo. Así como en los 80s, luego de la derrota catastrófica con Alfonsin, una generación osada comenzó a preguntarse por el peronismo post Perón, en 2024 vemos a una dirigencia kirchnerista intentar construir un kirchnerismo sin Cristina presidenta.
Parece ser la idea de Axel, o al menos de sus operadores. El gobernador cuenta en sus filas con el Cuervo Larroque, que dirige a La Cámpora que se fue de La Cámpora, lo que queda de una UCR opositora y los pesos pesados que acumula Ferraresi. No es problemático, y al contrario es deseable, que un gobernador construya su propia fuerza. Sobre todo cuando su principal contienda política debiera ser contra el gobierno nacional, que además de ajustarlo sistemáticamente, le suma gastos de gestión a una provincia que opera como soporte del sistema federal argentino. Manda patrullas a Rosario y bomberos a Córdoba, ¿qué tiene que hacer Axel con los intendentes que inician una guerra interna vía judicialización al puerto de dock sud?
Kicillof podría ser el heredero perfecto de una tradición política que gobernó la Argentina durante 12 años si no contamos el fracaso del último gobierno de la unidad peronista. Militante universitario, estuvo al lado de Guillermo Moreno en la década ganada, asumió como Ministro de Economía, recuperó YPF y fue el funcionario favorito de Cristina. Pero no alcanza y por ahora no tenemos idea qué es lo que lo distancia de la Jefa para que no pueda ser bendecido. Sería ingenuo llamar a esto una interna, se parece más bien a una disputa por las bancas que pueda cosechar el peronismo con un 20% de los votos en un escenario de fragmentación. La torta cada vez más chica.
Luego del espectáculo de Atenas, en el que la primera plana de funcionarios y dirigentes kirchneristas aplaudiera los cánticos de La Cámpora en contra del gobernador, Wado de Pedro, uno de los fundadores de la organización, sistemáticamente funcionario, hoy senador por la provincia de Buenos Aires, estuvo en la Universidad Austral y dio que hablar. El recorte que subió el propio De Pedro para calmar las elucubraciones sobre la interna, habla por sí sólo. El senador reconoce que hasta el 2015 “teníamos treinta y pico de años y no entendíamos que nuestro rol era establecer vínculos con el sector industrial”. A esta altura, elijo no detenerme en la interna kirchnerista. Veo con buenos ojos que la voluntad de resolver esto escale a niveles impensados, creo que el momento histórico lo demanda. Lo que acuso, además de verme en la obligación de abandonar la teoría de una Cristina mal rodeada, es que la propia dirigencia a la que respondíamos, reconozca, en un intento desesperado de autocrítica, que los años de transformación de la Patria estuvieron conducidos por gente que estaba probando cómo gobernar un país. ¿Ahora tienen un programa? o ¿siguen esperando que Cris lance una nueva temporada?
La juventud es solo una condición biológica
Por suerte la historia no comenzó con nosotros, y tampoco va a terminar. Frente al colapso de todo lo que conocíamos, la certeza de que las civilizaciones, aunque aceleradas, superan la propia vida terrenal, más que un consuelo apocalíptico, debería significar una certeza de oficio. Nacés, crecés, morís. Ninguna generación zafó de esta contienda. La denuncia de ser una generación frágil no es falsa; el Estado protector, la política como abrigo profesional y la cultura sobreideologizada como expresión de una infancia libre, hoy nos cobran la deuda. Pedirle a Lali Espósito que nos materne, frente a un presidente con daddy issues nos debería enfrentar a un camino considerablemente más sinuoso. El pedido de maternidad no es más que una prueba de la falta de conciencia crítica sobre los desafíos horrendos que depara tener una pobreza del 58% y una partidocracia que va directo a la hiperfragmentación democrática. Mamá no podrá salvarnos, ni recuperar la economía, ni impedir la flexibilización laboral, ni garantizar la unidad nacional frente al capital extractivo, global y desnacionalizado que gobierna todos los movimientos geopolíticos del mundo. No puede porque está demasiado ocupada en jugar al bipartidismo. Como en las grandes películas, el camino es siempre desconocido. Apostar a lo “seguro” en un mundo que se cae a pedazos, es quedarse atado a la cama. Y a mí me juraron que nosotros, conservadores no éramos.
Para más anotaciones sobre lo reaccionario de jugar a la alternancia partidaria en un país con pobreza estructural, decrecimiento económico y flor de deuda externa, no hace falta más que revisar el bolsillo y la proyección de futuro completamente secuestrada de alguien que tenga menos de treinta años. Debe ser por esta misma razón que Floricienta llenó doce Movistar Arena de ex adolescentes cantando canciones de amores imposibles. No es al Freezer a quien le canta, es a la realización personal y desarrollo económico que no vino nunca, no llegó.
Mientras nos convencemos de que volver al pasado es algo que se puede hacer, la idea de la política como herramienta de transformación social pierde impacto. “No hay que transformar nada”, parece decirnos el mundo, que insiste en vendernos la moda de tres décadas atrás como el resultado obvio de un nuevo ciclo global. Las tendencias duran semanas, el mercado opera siempre igual.
Mientras los dirigentes del modelo, se encargan de hacer autoficción, performando política donde sólo hay un escenario central para acaparar los reflectores en medio de la crisis; la utopía y el futuro se desvanecen en el puro presente de la inmediatez. ¿Alguien puede pensar en los chicos? Pero en los chicos chicos, no en nosotros, los boludos que todavía no tuvimos nuestro ritual de iniciación nacional. Bienvenidos todos a nuestra primera crisis de representación. No vale decir “soy ese”, no hay mediación posible cuando todo está tan desordenado.
“Para conocer la utopía, deberíamos deshacernos de todo lo que es significativo en nuestro presente, junto con todo lo que este tiene de repugnante y de detestable” decía Jameson, que remarca sobre el rol del partido, es el que “reúne a los entusiastas, representa a las personas que en un sentido u otro pueden reivindicar haber tenido un contacto con esta experiencia, con el éxtasis de lo político, y debe tener la autoridad y la legitimidad, sino de transmitir este éxtasis, sí el de manifestar hasta cierto punto su sensación, su promesa íntima.”
El partido justicialista siempre fue una herramienta más del movimiento, pero hoy no alcanza ni para sentirlo con autoridad ni legitimidad de representación.
La mayoría de los cuadros intermedios del peronismo tal cual y lo conocemos, está mal formado y no tiene experiencias de gestión por fuera del Estado o el tercer sector. Lo que dejó la generación diezmada es una juventud boba, inútil y estado dependiente que necesita de las estructuras burocráticas y organizacionales de la democracia para poder representar la supuesta transformación de la Patria, hoy vía recortes en canales de streamings, o tik toks de reuniones inútiles. Los que afuera de este juego institucionalista ven repartirse las migajas de un sistema político que cada vez tiene menos para repartir, demandan una renovación que se sustenta únicamente en las caras. Deshacerse del presente es también abandonar la idea de que la utopía la encarnarán nuevos protagonistas de una novela cuya trama es una parodia de sí misma. La lapicera monocomandada del PJ, las impresiones de los tuits y la visibilidad que dan los medios de comunicación por tener un tono transgresor que no pelea a muerte con ningún antagonista, son las metodologías de ficción más cotizadas para el status quo. Como en el mal cine, parece que pasan mil cosas, pero ninguna escena tiene una profundidad simbólica ni excitante como para dejarte una conversación pendiente después de salir de la sala.
Después de diez años en el peronismo, a la generación que vino a cambiarlo todo, no sólo nos falta la exploración de nuevas dimensiones de la utopía, tampoco nos alcanza con reconocer la falta de conducción o lo desordenada que está tropa que no logra construir un programa político para superar la catastrófica oferta de futuro del anarcocapitalismo. Abandonar el presente y combatir la nostalgia del pasado, sólo nos enfrenta al futuro. Para renovar esa imagen, hay que trabajar sobre el camino, arar la tierra, plantar semilla. No es llegar a la cima de la montaña lo que queremos, es hacer excitante, el crecer como generación.
Fuente: https://revistademode.substack.com/p/esta-peli-ya-la-vimos
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