Isabel Perón: ¿Liberada o condenada?
Nacida el 4 de febrero de 1931, la expresidenta provoca no sólo adhesiones y reproches a su figura, sino, que es lo peor, un silenciamiento sobre su vida y obra. María Estela Martínez Cartas, tal su nombre completo, es presentada en los medios, en textos sobre historia reciente y en la política local - tanto de propios como ajenos - como una “figura incómoda en la historia argentina”, tal como figuró en una nota reciente sobre ella.
De origen riojano, su familia se mudó a Buenos Aires, al barrio de Belgrano, donde cursó estudios primarios y secundarios. Su vocación artística la llevó a distanciarse de sus padres y buscar su futuro, viviendo con una familia correntina, los Cresto, los cuales fueron devotos espiritistas. En 1951 se inscribió en la Escuela Nacional de Danzas, trabajando, a los dos años, como bailarina en la compañía de Jesús Redondo. Allí fue que adoptó el “Isabel” como nombre artístico, el cual fue definitorio en su existencia.
Siguió de gira por diversos países suramericanos como parte de un cuerpo de baile español, hasta que la oferta laboral de José Herald para incorporarse en su conjunto de baile en Caracas sería capital, ya que al tiempo se cruzó con el expresidente Juan Domingo Perón en su exilio panameño y venezolano. Ambos se encontraron en Panamá y la riojana lo acompaña a Venezuela, primero como asistente y luego como pareja.
El destino los unió en la travesía, tras la crisis política contra Marcos Pérez Jiménez, por República Dominicana y España, ya el final de su exilio, donde se casarían en 1961.
Tras el fallido retorno de Perón en 1964, el General decidió mover a la dama en la disputa con el sindicalista Augusto Vandor. Isabel llegó a nuestro país en 1965 actuando como delegada política del líder justicialista. Los resultados electorales en Mendoza, donde la facción peronista leal prevaleció sobre el sector vandorista marcó el éxito de la gestión de Isabel, volviendo a España no solo con esa victoria sino con un acompañante particular: José López Rega.
Años después Isabel volvería a la Argentina para convalidar a Héctor Cámpora como delegado de Perón, el cual, con el tiempo sería el candidato del FREJULI, ya que el propio General, aun volviendo el 17 de noviembre de 1972, estaba inhabilitado por una cláusula proscriptiva de la dictadura de Alejandro Lanusse contra el expresidente.
El triunfo peronista, paradójicamente, profundizó las diferencias entre los sectores antagónicos del movimiento justicialista, encontrándose López Rega como ministro de Bienestar Social al tiempo de seguir siendo el secretario personal del propio Perón. La vuelta definitiva del viejo líder fue aprovechada para dirimir con las armas su lugar en el Movimiento, forzando la renuncia de Cámpora.
La fórmula electoral definitiva la tuvo a María Estela como candidata a vicepresidenta, acompañando a Perón, encabezando éste sin discusiones el binomio. El segundo lugar marcó diferencias, desde la Tendencia apostando por Cámpora, a los sectores ortodoxos que bregaron por José Ignacio Rucci, secretario general de la CGT, y hasta los pocos dialoguistas que querían postular a Ricardo Balbín, líder de la UCR, como parte de un modelo de unión nacional. Pero quien quedó en definitiva fue la nombrada Isabel.
El triunfo electoral de la fórmula Perón – Perón, la más votada en nuestra historia, se empañó con el asesinato de Rucci en manos de la guerrilla, quebrando el proyecto político de Perón y eliminado a su “hijo político”.
La idea de la “Argentina Potencia” del gobierno de Perón, el Pacto Social y el plan económico de José Ber Gelbard estuvo cruzada por las disputas internas, la presión guerrillera y la acción de López Rega con la Triple A. El fallecimiento de Perón dejó huérfano a un país y planteó el desafío de Isabel de ser nuestra primera presidenta.
El sitio web de la Casa Rosada detalla como obra política de su gobierno unos seis puntos:
- Estatización de los canales de televisión
- Nacionalización de las bocas de expendio de combustibles.
- Sanción de la Ley de Contrato de Trabajo.
- Baja de la desocupación.
- Decreto autorizando el accionar militar en la lucha antisubversiva.
- Fuerte devaluación de la moneda.
María Sáenz Quesada, en “Isabel Perón: La argentina en los años de María Estela Martínez” (2003) apuntó: “Como muestra de la ideología nacionalista que inspiraba al gobierno el 27 de agosto del 74 se nacionalizaron las bocas de expendio de combustibles. La empresa estatal YPF centralizaría toda la comercialización de los derivados del petróleo. No fue la única medida: el 17 de octubre de ese año, en el balcón de la Casa Rosada, Isabel prometió “argentinizar” la Compañía Italo Argentina de Electricidad cuyos contratos, analizados por el procurador del Tesoro, fueron considerados de nulidad absoluta. También se declaró nulo el contrato de Siemens para proveer equipos telefónicos, aprobado en 1969.
La CGT venía bregando por una legislación laboral que favoreciera a los obreros. En ese sentido, la ley de contratos de trabajo se septiembre del 74 establece la indemnización por despido de un mes por año de servicio y que la mujer no puede ser despedida por embarazo o casamiento, considera no embargable el salario mínimo y es permisiva en las licencias y en las vacaciones”.
Aún con la renuncia de López Rega, motorizada por el movimiento obrero, y el adelantamiento de las elecciones en 1976, no pareció suficiente para las fuerzas armadas, a las cuales se les dio amplios poderes para combatir a las fuerzas del ERP y Montoneros, y los personeros de los grandes intereses, afectados por las medidas nacionalistas – poco reconocidas – del isabelismo, decantando dichos factores de poder en el golpe criminal del 24 de marzo de 1976.
La imagen del helicóptero llevando arrestada a Isabel perdura en el inconsciente colectivo, pero no los vejámenes que Isabel sufrió en su arresto. La revista “Línea”, dirigida por José María Rosa fue una de las pocas voces que siguió el calvario de su encarcelamiento. En el número 7, de diciembre de 1980, afirmó: “En el caso de la prisión de la Señora Isabel donde todo es indefinición, donde no hay contestación valedera, ni jurídica ni política, ya per se todo es enfermizo”. Mientras que en el número 10, de mayo de 1981, sentenciaba que fue un error “aceptar el chantaje a que nos presiona la dictadura manteniendo a la Sra. De Perón en su poder”, y preguntándose “¿Será el pueblo quien logre la libertad de la Sra. de Perón?”. Finalmente, en el número 13, de agosto de 1981, “Línea” titulaba: “Isabel: ¿Liberada o condenada?”, y en nota central referencian casi proféticamente: “Isabel ha cumplido: ¿cumplirán los peronistas?”
Presa por más de cinco años, caso inédito en nuestro país, el 12 de julio de 1981 fue liberada y partiría a España para residir. A los dos años, luego del triunfo de Raúl Alfonsín, la Señora de Perón asistió a su asunción como presidente, al tiempo de reunirse con dirigentes del partido Justicialista, dado que ella era su presidenta, cargo al que renunció – en el medio de la disputa entre renovadores y ortodoxos - en 1985. Su participación final en el plebiscito sobre el Beagle, su visita del ’88 con la frase “no me atosiguéis” espetada a los periodistas, y su asistencia a la asunción de los dos mandatos de Carlos Menem serían las últimas imágenes de la expresidenta en nuestro territorio.
Salvo contados interlocutores, entre ellos Diego Mazzieri, quien escribió “María Estela Martínez, por siempre Perón”, con varias ediciones, la expresidenta se llamó a silencio.
José Deheza, con “¿Quiénes derrocaron a Isabel Perón?” (1981) e “Isabel Perón: ¿inocente o culpable?” (1983); Araceli Bellota, “Las mujeres de Perón” (2002); Julio González, con “Isabel Perón: intimidades de un gobierno (2007); y Pablo Hernández, en “El despertar de las muchachas” (2017), son algunos libros, más los citados de Sáenz Quesada y Mazzieri, que abordan la figura de Isabel. Mención especial para la novela “Isabel: la razón de su vida” (1998), de Dalmiro Sáenz; la serie española “Arde Madrid” (2018); la obra de teatro local “Happyland” (2020); y el documental “Una casa sin cortinas” (2021), donde aparecen aspecto de quien, hoy en día, mantiene su dignidad de forma inconmovible.
*Lic. en Ciencia Política
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