Metal para todos los muchachos (por José Bellas*)
Me sumo a la esperanza de un nuevo amanecer/Me cargo la patria al hombro, también/Y haciendo míos los hijos de los demás/Mi sentimiento criollo no se echará a perder . Las imágenes de Evita y Perón acompañan la salida de Almafuerte a la cancha: es su primer show de estadio y el primero absoluto de una banda metalera argentina desde 1991, cuando Rata Blanca tocó en Vélez. El tema que suena se llama Patria al hombro y, enfrente, unos 15 mil fieles celebran y asienten la totalidad de lo que ven y oyen: la banda, las imágenes, la música y el caudillo, Ricardo Iorio.
La comunión entre el grupo y sus feligreses es casi telepática: son 18 años de construir una relación donde un nacionalismo pendular, tan amplio como el del peronismo que también pretenden abrazar, los pone yendo entre un vivo sentir telúrico y un chauvinismo que asoma. El público no es tan abonado al canto y bandera-gorro-vincha, sino un proletariado real que, al igual que Iorio, fundador también de los adorados V8 y Hermética, descree de que haya que tener pelo largo y tachas para ser un metalero argento. Despotricador y escéptico, sus dardos primero irán contra un centenar de fans que ocupa una platea que no está habilitada y que hace suspender el show durante más de media hora, a los dos temas de empezado. Después, chicaneará a las formas oficialistas de militancia (“a nosotros no nos pagan por ir al acto del Día de la Bandera”) y a su propio público, ya con más cariño, cuando sube a los Hermanos Cordone (alguna vez guitarristas de Edmundo Rivero) para cantar el tango En la vía: “Seguro que esta no la conocen, pero conocen a los Calle 13, que se llevaron de acá seis millones de sopes”.
Ese mismo histrionismo, que lo llevó al extrarradio del género a partir de sus charlas con Beto Casella, viralizadas en Internet, estuvo a cuentagotas, como en casi todos sus shows. Nunca acotado, en su verborragia es tan capaz de arengar a las masas para ajusticiar a los que no se bajan de una platea inhabilitada como condenar el uso del adjetivo “bruja” en los sketches de Francella, a cambio de ponderar el rol de la mujer compañera.
El guitarrista Claudio Marciello es más que un ladero o socio: es el brazo armado de su música. Dúctil y estridente, es el orquestador del caos, de un magma musical donde Motörhead y Black Sabbath son tan importantes como Larralde y Discépolo. Es que en Almafuerte el humus musical no es ecléctico ni amplio. Son, más bien, variaciones de tres o cuatro verdades doctrinarias, el homenaje al poeta que le da nombre a la banda y citas para los amigos presentes y ausentes como Chofa, Pelusa y Marcelo Tommy, protagonistas de títulos como Del más allá, Pa’ pelusa y A vos amigo.
Sobre el cierre, después de aclarar “no me avergüenza ninguna canción de las que compuse de pibito” (sic), apelará durante unos veinte minutos a uno de los ítems menos recurrentes de su hacer: el pasado. A modo de popurrí, la banda enhebrará clásicos de Hermética, para salirse del escenario y dejar al Beto Zamarbide, cantante de V8, cantar clásicos de aquel grupo. Quedaría poco más, con Iorio recordando que All Boys significa “todos los muchachos”. Para ellos, peronistas y metaleros, difícil imaginar mejor noche.
Origen: http://www.clarin.com/espectaculos/musica/Metal-muchachos_0_943705700.html
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