
POLÍTICA Y UNIVERSIDAD*
En un recorrido reflexivo, como guiados por el Hilo de Ariadna, se nos propone considerar los modos de hacer política y desafiar los límites dualistas tan enraizados en nuestras formas de pensar. La autora busca comprender de forma relacional “política y universidad” a través de líneas provocativas, que nos incitan a discutir la realidad y a ser sujetos de transformación.
Empecemos este escrito con un juego: yo les digo “Universidad”, y ustedes me dicen palabras, que según su percepción, la representan.
Tómense un tiempo.
¿Ya se les ocurrió alguna contradicción?
Vamos a usar la Universidad como excusa, pero se puede hacer el ejercicio (de cuando en cuando) de extrapolarlo a alguna otra experiencia. Tómense esa libertad: de hacer con este texto, lo que más les plazca. Tengo la esperanza de que para ello sirvan las palabras.
Vale aclarar, ante todo, que este es un artículo sesgado, poco académico… Mi objetivo es discutir algunos modos de hacer política, cosa que no pretendo abordar de manera aséptica. Probablemente no alcancemos juntxs una conclusión, el objetivo principal es incitar a la discusión.
“Incitar” es, digamos, la palabra exacta.
Es probable que no entren todas estas “palabras” en 140 caracteres. A veces, el ejercicio de la libertad nos lleva un poco más de espacio. Pero casi en un trabajo artesanal, de a poco, se nos condiciona a escribir de un modo, a expresarnos de un modo y, a través de los algoritmos que nos ofrecen las redes, a mirar de un modo.
Nos venden estructuras de pensamiento pre-fabricadas, que compramos sin dinero en un mundo de ofertas de colores. Todas brillantes y cómodas, ideas de plástico. Sin ir más lejos Facundo Manes, el neurólogo preferido de Cambiemos, definió hace poco en una entrevista: “El cerebro del pobre piensa sólo en el ahora… Las conductas de la pobreza perpetúan la misma pobreza”. 1
Nos ofrecen un argumento binario y sintético, prefabricado y de fácil repetición. Nos activan como levadura fresca, nos ponen un poquito de harina… y cuando menos lo pensemos, vamos a estar bien adentro del horno, participando de una comida en la que no somos necesariamente los comensales.
Es tarea de todxs construir, para desligarnos de a poco de ese molde. Por eso, les comparto estas reflexiones.
EL HORNO NO ESTÁ PARA BOLLOS
Una vez, hace tiempo, me preguntaron cuáles habían sido los factores por los cuales yo consideraba que había sostenido mi carrera universitaria. Por suerte Manes no estaba cerca…
La pregunta no fue de fácil respuesta, fue una retrospección. Pero se aparecieron imágenes que la fueron clarificando.
—La política — esbocé—: Mi entorno, mis compañerxs, mi familia. La política entendida en su sentido más primitivo: la comunidad. Los abrazos, la solidaridad, el silencio cómplice.
Es así que, una de las palabras que me representó por cierto tiempo a la Universidad, discursivamente al menos, fue “Inclusión”. Aún se me viene a la cabeza cuando la pienso.
Después, se complejiza: Inclusión presente, Inclusión aparente, Inclusión incompleta. Compleja. ¿Es incompleta sólo por las ineficacias del sistema?
Todos los días estudiantes quedan fuera del sistema de educación superior. La mayoría de nuestros compatriotas incluso quedan afuera antes de entrar. Se nos van, o no llegan, porque es difícil conciliar horarios con trabajo, familia con cursada, gastos con movilidad.
Los que estamos, convivimos con este tipo de injusticias a diario. Sin embargo, en algún momento decidimos no dejarlas pasar. Porque esa comunidad nos sostiene. Porque somos colectivo.
Y sí…resultó que la política fue lo que realmente me mantuvo en compromiso con la vida académica. Porque se hicieron visibles los objetivos: objetivos de construcción, de transformación, que no son necesariamente los objetivos principales establecidos por la Institución. Visión que se profundiza en carreras técnicas “codificadas simbólicamente como profesiones marginales en términos culturales y sociales”. 2
Entonces, nos organizamos. Generamos espacios de participación, ocupamos espacios de representación. Crecimos.
¡TE CACHÉ!
Me retrucaron alguna vez que es la Institución por antonomasia quien contiene e incluye a los sujetos. Toda institución que se jacte de ejercer la formación profesional, con el objetivo de generar profesionales idóneos, también emprende caminos para que estos sujetos desarrollen cierto grado de formación ciudadana.
Ahora bien, considero (con alto grado de parcialidad, inexactitud y todas esas cosas que no le gustan a las ciencias sociales) que hay una diferencia entre permitir y propiciar esta formación.
Cimentar y propiciar los procesos de participación, concuerda con esta tarea. Los procesos de participación se cimentan si los sujetos tienen la posibilidad de analizar la realidad que los rodea.
Si se logra el análisis, se genera la capacidad de formular propuestas, que se constituyen como objetivos colectivos. Como tales, motorizan las tareas de gestión, los modos de llevar a cabo acciones que puedan realizarse en estas condiciones, en este marco, en este mundo.
Ahora bien, para analizar, se precisan datos, se precisa información, material imprescindible para la formulación de políticas públicas. Si se prescinde de ello, lo que gana es la política reivindicativa, de objetivos lejanos, que son los que se pueden alcanzar discursivamente.
Se vuelve común, en ese sentido, intentar gestionar en un entorno que toma a los sujetos en un rol pasivo: receptor de información y políticas especialmente formuladas para este sujeto. Visión que establece las bases para el sostenimiento de las estructuras de poder. Por lo tanto, la información relevante, es manejada por unxs pocxs.
Esto, no resulta extraño. De algún modo, la autoridad no habilita la discusión acerca de las estructuras, como forma de autodefensa y sustento. En respuesta a ello, los individuos no participan en política porque es demasiado complicado, externo. Porque la política parece estar cerrada a unos pocos que son los habilidosos, conocedores… y habilitados. A su vez en ese círculo, “los habilidosos” no habilitan las discusiones para que se participe más y mejor, porque así se mantienen las estructuras que los validan. Se sustenta de esta manera la noción de que hay personas más habilitadas que otras en el ejercicio político.
Con todo, es casi seguro que existen personas que tienen un poco más de noción que otras, acerca de la realidad que las rodea. Es también absolutamente probable que existan aquellas que estén más y mejor capacitadas en un área particular. Diferente es asumir que esa división nos pone a nosotrxs de un lado y al resto del mundo del otro. Por supuesto, mirándolo así, el lado que nos toca en general es el “lado del bien”.
Esta idea fomenta a la vez, discursiva, ideológica y filosóficamente el pensamiento binario (oscuridad/luz, blanco/negro) que subyace en el discurso de Manes y otrxs. Retórica que se traduce en una práctica que excluye a los ciudadanos de la participación y de la acción. Pero el problema no viene solo de los “Manes”.
Y VOS, ¿DE QUÉ LADO ESTÁS?
Sucede, en reiteradas ocasiones, que el ejercicio de la política se comprende como un mero goce intelectual, discursivo. La discusión se toma como un fin en sí mismo. Como la discusión tiene objetivos de corto alcance si no se traducen en una práctica concreta de gestión, que permita instancias de acción-reflexión-acción, la organización parece estancarse. El asunto aparenta ser tratado por un tornillo sin fin.
Pero este no es el meollo del asunto.
Para evitar pararnos nuevamente en una “grieta” ideológica de la que no podremos salir, vamos a esbozar algunas otras inquietudes que pueden surgir en los colectivos.
La organización empieza a tornarse autodestructiva, cuando define que su esterilidad está causada únicamente por factores externos (que por supuesto existen y acotan). Sin embargo, pensar que únicamente las causas externas son las responsables de nuestros fracasos políticos es un reflejo de nuestras limitaciones ideológicas. Y por lo tanto de las limitaciones de nuestra capacidad de acción.
En este modo capitalista-positivista de pensamiento las empresas externalizan costos, los militantes externalizamos fracasos. No está de más decir que externalizar los fracasos y limitarse ideal y prácticamente, refuerza el sostenimiento de las estructuras de poder. Estructuras que las más de las veces no nos pertenecen.
Son las limitaciones ideológicas autoimpuestas las que no nos permiten el ejercicio del debate. Son limitaciones porque nos resguardan en un sector de comodidad, no de construcción. A modo de ejemplo, tenemos el pensamiento dogmático, al que le encanta analizar los hechos como cajitas inamovibles, que se aplican a todo espacio-tiempo. Eso nos impone limitaciones epistemológicas, discursivas y en la praxis. En el pensamiento, en el habla y en la acción. Nos impone un marco de análisis y de construcción y por lo tanto de repetición de estrategias.
Cambiar las condiciones estructurales es a veces sacrificar nuestros propios conceptos. Sacrificarlos en pos de la construcción de un pensamiento complejo, que supere al pensamiento binario. Que supere nuestras propias limitaciones.
VOMITA MODELOS DE FICCIÓN
En este tiempo que nos ha tocado militar en la universidad, discutimos constantemente la concepción de la universidad como un territorio de militancia. No hablo de una mera disputa electoral, sino de una disputa ideológica acerca de cuál es el compromiso del Ser Universitario para con el resto de la sociedad. Nos referimos a cómo se define el Sujeto que es parte de la comunidad universitaria, porque interpretamos a la Institución como una usina formadora de cuadros políticos de conducción y gestión.
Sucede en la universidad, pero también en otros ámbitos. La construcción de la institucionalidad se traduce en la centralidad de la discusión política para organizaciones de la sociedad civil.
Es importante entonces, tener en cuenta que la construcción de la “institucionalidad” está relacionada no solamente al deber ser técnico, a la estructura, al funcionamiento per se… Sino que todo ello se encuentra profundamente condicionado por la visión política, la visión filosófica, los objetivos de esa formalización de las relaciones sociales que es la Institución.
Los sujetos que la componen son directamente afectados por esa visión institucional y muchas veces meros efectores de ella. Se hace necesario que pasen de ser afectados a ser además, formuladores de esa visión. Es central que participemos para ser así, sujetos de transformación de esa institucionalidad.
Debemos centrar esta nueva etapa en la participación de los sujetos, como principales formuladores de políticas y no deificar (o negar) sino fortalecer los procesos de organización, para formar individualidades comprometidas con su colectivo.
Las organizaciones debemos discutir para formular y transformar. Discutir tanto discursiva como concretamente. Discutir implica tomar los espacios de poder, generar espacios de poder y accionar desde esos espacios.
La unidad comprende más que la suma de las partes, momentáneamente, por un objetivo concreto. Implica superarnos como individuos y constituirnos, de una vez por todas, como sujetos políticos de transformación.
- http://elespejodiario.com/facundo-manes-las-conductas-de-la-pobreza-perpetuan-la-misma-pobreza/
- https://riograndeplus.com.ar/opinion/ingenieria-e-ideologia-por-fabio-seleme/
*http://www.unsam.edu.ar/margenes/politica-y-universidad/
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